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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3010 - 18 de abril del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

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En la delincuencia también hay modas. Las páginas de sucesos de los periódicos y los programas de perros asesinos de las televisiones son como la Pasarela Cibeles o el Salón Gaudí del siempre creativo e imaginativo Patio de Monipodio de los chorizos. En los delitos contra la propiedad, ahora se lleva mucho el robo de teléfonos móviles. Es la tendencia de la delincuencia. La señora va hablando por teléfono por la calle y teniendo mucho cuidado con el bolso, no se lo vayan a quitar, cuando, ¡zas!, llegan por detrás dos rateros, uno a pie y el otro aguardándolo en moto, y se llevan de un tironazo su preciosidad de teléfono móvil, que le había salido además gratis con el programa de puntos.

Pero, ¿dónde van los teléfonos robados? ¿Qué hacen con ellos? Una cosa es segura: si los roban, es porque les sacan dinero vendiéndolos luego. Y algo más segura: si los venden, es porque alguien los compra. Pasa como cuando estaban de moda en las colecciones de delincuencia los robos de radios de los coches. Nadie nunca supo responderme a la pregunta del millón, de millón de radiocasés robadas: ¿quién compra todas esas radios robadas de los coches? ¿Quién le pone a su coche una radio que sabe que es robada? La respuesta de Pero Grullo era entonces la misma que ahora con los teléfonos móviles: si se robaban tantas radiocasés de coches es porque tenían salida en el mercado, porque alguien las compraba.

Así que cuando le echan en cara a mi querido Mariano Rajoy que está aumentando mucho la delincuencia con esto del robo de los móviles, estoy por decir, como digo ahora solemnemente:

-- Sí, en efecto: está aumentando mucho la delincuencia. Cada vez son más los delincuentes de cuello blanco y manos limpias que compran teléfonos móviles que saben proceden de hurto o de robo. Cada día hay más gente que compra cosas robadas...

Más que un país de chorizos, yo diría que estamos en una nación de peristas. De receptadores de objetos robados. Lo pueden ver en cualquier acera de cualquier calle céntrica de su ciudad. Hablo de los que se conocen como "Top Mantas". Los vendedores ambulantes de CD falsificados, casi siempre pobres inmigrantes sin papeles y con la color negra, que exponen su mercancía fraudulenta sobre una manta, para recogerla y salir corriendo si vienen los guardias. Estos camellos, traficantes al por menor de las grandes cadenas de falsificación, ponen en el mercado toda clase de copias ilegales y delictivas de discos. La Sociedad de Autores está harta de denunciarlos. Los artistas y compositores claman contra este delito continuado contra la propiedad intelectual. Como autor, cada vez que paso ante un "top manta", me fijo y lo compruebo: ese señor estará muy desesperado en su inmigración, pero a mí me está quitando el pan de mis niños, aunque sólo sea uno y ya no sea un niño. Entre esos discos falsificados que venden por cuatro perras gordas porque no pagan derechos de autor, no falta nunca la última, deliciosa grabación de María Dolores Pradera, "A Carlos Cano", donde la gran dama virreinal de la canción acaricia con su buen gusto mi letra de las "Habaneras de Cádiz". Disco de la Praderita que vende el "top manta" es dinerito de derechos de autor de las "Habaneras" que este trimestre dejará de pagarme la Sociedad de Autores. Y nada digo de los millones en regalías que les habrán birlado por este procedimiento a los autores y cantantes de "Operación Triunfo", cuyos discos son el auténtico "top 10" de los "top mantas".

Como protesta, la Asociación Videográfica y Fonográfica Española propone que el próximo 13 de mayo sea el "Día sin Música": que no la emitan las radios y televisiones y que cierren las tiendas de discos para pedir que se acabe con ese mercado negro. La iniciativa es muy oportuna, pero mejor sería que celebráramos todas las jornadas el "Día sin Peristas". Que nadie comprara un solo disco falsificado, con los derechos birlados a su autor y a su cantante. Porque eso sí que es comprar objetos robados.

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