|   Rafael
              de León, el gran poeta popular español de la copla, era
              marqués. Por eso podía escribir que "de un landó con dos
              caballos/sale una voz con corona". Sabía de sobra de qué
              iban las coronas. Tenía los cinco florones de la suya de Marqués
              del Valle de la Reina. Título que parecía sacado de la nómina
              de personajes nobiliarios de sus propias coplas. Tan hermoso era
              el marquesado de Rafael de León, que muchos creían que era de
              mentira. 
              En aquella época muchos
              artistas se pregonaban marqueses sin serlo. Al cantaor Porrinas de
              Badajoz, el Marqués de Villaverde lo hizo colega de broma, y lo
              bautizó como Marqués de Porrinas, quien hasta llegó a creerse
              que de verdad lo era. Lola Flores no quiso ser menos, y más de
              una vez confesó con su gracia única que quería que la hicieran
              Marquesa de Torres Morenas. Por eso, muchas veces el gran Rafael
              de León tuvo que desmentir la falsía de su título, elenco de
              Grandezas y Títulos del Reino en mano, y certificar que fue
              concedido en 1711 a un antepasado suyo, que también tenía
              ocupaciones y rangos como de copla: regidor de Carmona y alcaide
              del Alcázar de Sevilla. Esta puntería de la sucesión nobiliaria
              con los poetas también afectó a Fernando Villalón, que era
              Conde de Miraflores de los Ángeles, título más lírico no cabe.
              En todo caso, el del director teatral y actor Luis Escobar, que
              era Marqués de las Marismas del Guadalquivir, que lo dices y
              estás viendo los toros y los caballos... 
              El Rey Nuestro Señor, en la
              tradición de la Corona, sigue concediendo dignidades nobiliarias
              a españoles que se han distinguido en la economía, en la
              política, en las artes, en las letras. La Reina de Inglaterra
              dará el título de "Sir" a los cantantes, pero el Rey
              de España llega a más: concede títulos nobiliarios a
              compositores, a músicos, a pintores. Y qué títulos más
              hermosos. A Andrés Segovia lo hizo Marqués de Salobreña. Al
              heredero de Valle-Inclán, Marqués de Bradomín: la naturaleza
              del "BOE" imitó al arte de las "Sonatas". Al
              editor Lara, Marqués del Pedroso de Lara. Al empresario Javier
              Benjumea, Marqués de la Puebla de Cazalla. Nada tan hermoso como
              el título que concedió al músico Joaquín Rodrigo: Marqués de
              los Jardines de Aranjuez. Eso no es conceder un título; eso es
              hacer que suene un concierto en el "Elenco". Donde no
              faltan, entre los antiguos, esos títulos casi poéticos que
              parecen de ficción, invención de Villalón o de Rafael de León:
              Arco Hermoso, Vistahermosa, Buenavista, Montehermoso, Montelirios,
              Campo Fértil, Bellamar, Fuenclara, Floresta, Miraflores,
              Montealegre, Fuente de las Palmas, Prado Ameno, Valle de la
              Paloma... 
              Con la belleza de estos
              títulos antiguos podría competir el que ha concedido el Rey a
              Leopoldo Calvo Sotelo, por sus servicios como presidente del
              Gobierno en durísimos momentos de la Historia española. A Calvo
              Sotelo, el Rey lo ha creado Marqués de la Ría de Ribadeo. Un
              concepto ciertamente novedoso en nobiliaria materia. Los títulos
              estaban vinculados a un estado, a un territorio, que eran el
              dominio del señor feudal ennoblecido por la Corona. El poder de
              la tierra. Los títulos históricos, por eso, llevan siempre el
              nombre de una villa, de una tierra donde mandaba un duque,
              marqués o conde. Medinaceli, Alba, Medina Sidonia y Osuna son,
              por ejemplo, las cuatro grandes casas de los Inmemoriales del
              Reino cuyos ducados llevan hoy curiosamente mujeres: Mimi,
              Cayetana, Isabel y Angela. Pero el marquesado de Calvo Sotelo no
              es de tierra, es de su galaica mar: una ría. Es un título con
              nombre del cuadro de una marina. Lo de Calvo Sotelo es tan bello
              como ser Marqués de un Atardecer en el Mar. O el título que,
              bromeando en el honor de su amistad, adjudiqué una mañana a la
              duquesa de Alba. Cayetana es buena madrugadora, y llama muchas
              veces a Isabel mi mujer tempranísimo. Una mañana, a las 8,
              cuando su telefonazo me despertó, no pude aguantarme más y le
              dije: 
              -- Cayetana, tu título creo
              yo que está equivocado. Según lo temprano que te levantas, tú
              no eres la duquesa de Alba. Tú eres la duquesa... ¡del
              Alba! 
                
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