No
              la llamo por su nombre patológico completo, depresión, sino con
              el apócope cariñoso con que la conocemos muchos por estas
              fechas: depre. Como es tan cercana, asidua y casi como de
              la familia, esta depresión es depre como Rosario es Chari
              o Dolores es Lola. Hablo, naturalmente, de la depre navideña. Ni
              el turrón, ni los mantecados, ni las cestas de regalos, ni la
              Misa del Gallo, ni el Nacimiento (que es como en mi tierra
              llamamos al portal de Belén), ni el trineo importado de Papa Noel
              ni los renos que lo arrastran bajo el árbol nórdico de las
              bombillitas. Nada. Lo más navideño que conozco es esta depre que
              nos entra a muchos por estas fiestas y justamente por su causa, en
              cuanto llegan estas vísperas de la Purísima y de su versión
              civil, el puente de la Constitución. 
              Lo he sabido por el anuncio
              televisivo del sorteo de Navidad de la Lotería Nacional, esa
              delicada ensoñación cinematográfica en blanco y negro con su
              banda sonora envolvente. En cuanto ha sonado la musiquilla, Isabel
              me la ha anunciado. Porque el lance ocurrió en un raro momento en
              que andaba yo con el bastón de mariscal del mando a distancia,
              cosa insólita; en casa, como en la suya, quien tiene el mando a
              distancia (y de cercanías) es ella. Bueno, la cosa fue que Isabel
              me dijo: 
              -- Por favor, cambia de canal,
              porque cada vez que oigo esa musiquilla de la Lotería de Navidad,
              me entra una depresión... 
              A ella y a todos. El CIS, el
              Centro de Investigaciones Sociológicas, en vez de tanto preguntar
              por la intención de voto y otras ordinarieces de mal gusto,
              debería ocuparse de este mal nacional no suficientemente conocido
              ni estudiado, como es la propensión a la depre que nos entra a
              muchísimos con la Navidad. Caso de que el CIS hiciera esa
              encuesta, se nos quitaría quizá en parte ese abatimiento de
              ánimo, porque estoy seguro de que se comprobaría que el 80 por
              ciento de los españoles lo sufren cuando se van acercando las
              fiestas que por antonomasia son "las entrañables". Mal
              de muchos, probable epidemia, y esta dolencia estacional de la
              depre deben de sentirla muchos más de cuantos se atreven a
              confesarla. 
              ¿Será por los recuerdos?
              ¿Será por los que no están? Probablemente. En la deliciosa
              "Historia de un beso", José Luis Garci le pone de banda
              sonora a una secuencia la musiquilla de los niños del colegio de
              San Ildefonso cantando los números en el sorteo del Gordo de
              Navidad y la sola cantinela produce el halo de tristeza que tiene
              toda la espléndida cinta. Mas no sólo son los recuerdos los que
              producen esta depre estacional de las Pascuas. Estamos en tiempos
              de dietas adelgazantes, de alimentación baja en calorías, de
              plan de la alcachofa o de la sopa de verdura y sólo pensar los
              kilos de más que obligatoriamente tendremos a la altura del Día
              de Reyes, tras tantas comidas familiares o de trabajo, les produce
              a muchos (y más especialmente a muchas) directamente la depre. La
              cuesta de enero, que antes era la de pasar fatigas económicas, es
              ahora la de tener que recorrer la calle de la amargura de perder
              los kilos acumulados en la Navidad. (Inciso gramatical: en
              español la Navidad es singular, porque, como la madre de la copla
              de Pepe Pinto, no hay más que una y yo la encontré en la calle,
              en la calle ya adornada de bombillas. Las Navidades, en plural,
              son las de los norteamericanos; ya saben, Bing Crosby, Frank
              Sinatra y esas cosas: Christmas. Si quiere felicitarlas
              correctamente con un plural castellano, porque así le parece que
              felicita más todavía, diga entonces lo clásico y antiguo de
              "Pascuas de Navidad", pero nunca "Navidades".) 
              Lo más desesperante para los que
              sufrimos esta depre estacional es que en cuestión de Pascuas
              estamos ya tan adelantados de almanaque festero como en Estados
              Unidos, donde empiezan a celebrar la Navidad el Día del Trabajo.
              No es lo mismo soportar una depre sólo durante las fiestas que
              tener que sobrellevarla en estas largas vísperas. Que para mayor
              abatimiento, empiezan con el obligado almuerzo con los compañeros
              de trabajo, absolutamente terrorífico por sus obligadas alegrías
              y sus bromas pesadas, del que sales tan hundido que ya no levantas
              cabeza hasta el Día de Reyes, con esta depre de caballo... o por
              lo menos de mula y de buey. 
              
                
              
                
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