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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3056 - 6 de marzo 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Soy de los españoles que no hemos hecho en nuestra vida otra cosa que hartarnos de estudiar inglés, sin que hayamos conseguido aprenderlo nunca no ya bien del todo, sino ni medio bien. Y desde siempre, no de ahora, que es facilísimo que tal ocurra, con esas academias que cierran de la noche a la mañana, dejando al alumnado tal como otros hemos conseguido después de larguísimos años de ímprobos esfuerzos con toda clase de cursos, manuales, discos, vídeos y cursos por correspondencia. No saber inglés es la mejor forma de ser medio analfabeto en la sociedad que vivimos. Los cacharros y cachivaches de los maravillosos inventos ya ni se molestan en traducir sus teclas de manejo. Todos sabemos que le das al "on" y enciendes el equipo de música, y que cuando la lavadora acaba su ciclo has de pulsar el "off". Las tallas de la ropa maravillosa que nos compramos vienen en inglés y nos parece lo más normal del mundo. Todos hemos aprendido el curso de inglés práctico de saber que S es la pequeña, por "short"; que M es la mediana, pero no por M de mediana, sino por M de "medium", en inglés; que L es la grande, de "large" y que XL es la espantosamente grande, por "extra large". Tal familiaridad tenemos no sólo con el inglés, sino hasta con sus iniciales, que sabemos distinguir perfectamente la L de la talla de la gabardina maravillosa que nos hemos comprado tirada de barata en las rebajas y la L que lleva en un rectángulo el coche de enseñanza de la autoescuela, que no es L porque la señorita alumna que va dentro sea de talla grande, sino por L de "learning", de aprendiendo.

En cada edición del Diccionario, la Real Academia admite y consagra el uso de una tacada de voces inglesas que son ya como de la familia, como de toda la vida. Algunas veces las castellaniza, escribiendo güisqui o bluyín tal como suenan, en vez de "whisky" o "blue jeans". Suele producirse ese respaldo académico bastante tarde, cuando la palabra inglesa no solamente se usa, sino que ha desbancado a su traducción española. En estos días de Pasarela Cibeles lo he observado con dos palabras de moda en el mundo de la moda: "glamour" y "fashion". Lo fashion es hablar del glamour, no del encanto, el atractivo, el hechizo, que es lo que acabo de ver en el Diccionario Collins que significa en inglés "glamour". El glamour es decir que un diseñador, un tipo de vestido o un color están o son "fashion". Es completamente fashion decir "fashion" y nunca moda, buen gusto, estilo, que es lo que significa, según acabo de ver en el Diccionario Collins, que al paso que vamos acabará sustituyendo al de la Real Academia Española.

¿Son exactas esas traducciones? El olfato de las claves de nuestro tiempo me dice que no muy exactamente. Cuando los españoles tomamos una palabra inglesa, la solemos llenar de contenido nuestro y castizo. Me parece que la dejamos irreconocible de significado hasta para los propios ingleses o americanos que la inventaron. Les pasa a las palabras extranjeras como al jamón de York. En Nueva York no hay jamón de York. No se le ocurra pedir jamón de York en la tostada de la merienda; allí en Nueva York el jamón de York es jamón de Virginia. Como aquí el "glamour" no es exactamente el encanto de los ambientes refinados de Estados Unidos. Aquí el glamour es lo contrario a lo cutre, a lo burdo, a lo hortera. El glamour es como aquello que decía el fundador de El Corte Inglés, don Ramón Areces, cuando invitaba a sus amigos con toda esplendidez:

-- Que no huela a miseria por ningún lado...

Eso aproximadamente tiene que ser el glamour entendido a la española. Yo no sé en ese Nueva York donde al jamón de York le dicen de Virginia, pero aquí glamour, más que a encanto, atractivo o hechizo, suena a lujo, a refinamiento. Glamour es una palabra que parece que tiene puesta una chaqueta de lamé y una falda larga, negra y elegantona. Entender así el glamour, a la española, es lo fashion. Fashion que no suena solamente a moda o a tendencia, sino a aquello que toda la vida de Dios se llamaba "estar en el ajo". O a lo que hace apenas unos años era alabado o vilipendiado, según, bien con la etiquetas de estar "in" o bien con la de quedar "out", que eran como las teclas del "on" y el "off" del equipo de música, pero en materia de estar a la última y de enterarse por dónde van los tiros. Los tiros largos del glamour de lo fashion o del fashion del glamour, que, como del inglés que he estado estudiando toda mi vida, tampoco me acabo de enterar muy bien, como habrán comprobado ustedes.

 

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