Proclamado
sucesor de Aznar e inminente candidato a la presidencia del
Gobierno, de Mariano
Rajoy está en la hora de los elogios. El más tópico es
decir que parece inglés. Otros son tan divertidos y castizos
como ese correligionario que tras su designación poco menos que
dijo:
-- Yo es que toda la vida de
Dios he mantenido que Mariano iba a llegar a candidato a
presidente.
En el españolísimo peloteo,
poco le faltó para decir:
-- Es que cuando yo nací, la
matrona le dijo a mi madre: "Señora, ha tenido usted un
partidario de Mariano Rajoy, monísimo"...
Rajoy ha dejado de ser Rajoy
para convertirse en "Mariano" para todos aquellos que
desde ahora lo adulan, por lo que pueda tronar. Los españoles
se dividen en este momento en dos grandes grupos: los que llaman
"Mariano" a Rajoy y los que llamamos "Rajoy"
a Mariano. Depende de la intensidad con que se quiera demostrar
la cercanía al poder. A Rajoy le pasará ahora, probablemente,
como le ocurrió a González. Cuando fue elegido presidente del
Gobierno por mayoría absoluta, todo el mundo se puso a decir
que lo conocía desde niño:
-- A Felipe yo lo he visto
nacer--decían todos.
Hasta tal punto, que un paisano
sacó en conclusión:
-- Hijo mío, pues a juzgar por
la cantidad de gente que ha visto nacer a González, su señora
madre lo tendría probablemente cuando estaba viendo a la
Macarena en la Madrugada del Viernes Santo. De otro modo no se
explica tanta bulla de gente que vio nacer a Felipe...
Tantos dirán ahora que han
visto nacer a Rajoy (perdón, a Mariano), que habrá que pensar
que su santa madre lo tuvo un día de 1955 en Santiago. Pero no
en una maternidad, sino exactamente en la plaza del Obradoiro. Y
no el 27 de marzo como dicen su biografía oficial, sino en la
noche del 24 de julio, cuando todos estaban viendo los fuegos
artificiales en honor del Señor Santiago. De otro modo no se
explica lo de:
--Hombre, pero si a Mariano lo
he visto yo nacer...
Surgirán ahora legiones de
antiguos amigos que estuvieron en el colegio de primeras letras
o en el Bachillerato con Mariano. Y miles de condiscípulos de
Mariano en la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela.
Parecerá que los cursos de Derecho de entonces, hacia 1973,
estaban mucho más masificados que los de ahora. Tanto, que en
concreto el curso de Mariano Rajoy tendría probablemente que
dar sus clases en el estadio de San Lázaro. En otro lugar no
podían caber tantos condiscípulos como le han salido a Mariano
Rajoy de la noche a la mañana. Quizá no tantos como
compañeros de oposición al Registro de la Propiedad. A juzgar
por la cantidad de registradores de la Propiedad que se
proclaman con orgullo compañeros de oposición de Mariano Rajoy,
debió de cubrirse entonces un enorme vacío profesional. De
modo que calculo que en aquellas oposiciones salieron algo así
como 3.792 nuevos titulares del Registro, todos compañeros de
Rajoy.
Me imagino que con su retranca,
su sorna y su enorme capacidad de ver los barcos venir, Rajoy
será el primer sorprendido por esta marea nada negra que
chapotea en elogios y coincidencias biográficas. Se divertirá
mucho desde su sentido del humor, que no es gallego ni es
inglés: en sencillamente signo de inteligencia. Se sorprenderá
también con esto de que todo el mundo quiera ponerle una
etiqueta geográfica a su humor, que si gallego, que si
británico. Hasta el punto de que no sé cómo a Rajoy, de tanto
oír que su humor y su flema son británicos, no se le ha puesto
ya cara de inglés. ¿O sí se le ha puesto? Guárdenme el
secreto, pero tengo la clave de por qué todo el mundo dice que
Rajoy parece inglés: por el puro. Lo ven con ese sereno
estoicismo, poniendo serenidad y una chispa de humor en los
tragos más duros mientras se fuma un puro, y se dicen:
"Este señor parece inglés". ¡Identifican el puro de
Rajoy con el habano de Churchill! Llegan a creer que contemplaba
las mareas de chapapote de la marea negra con el mismo
patriotismo y estoicismo que Sir Winston las oleadas de
bombarderos nazis de la Batalla de Inglaterra.
A mí me parece muy bien que
cuando algo nos suene insólito por elegante, por refinado, por
culto, por civilizado, digamos que es inglés. El elogio de que
parece inglés es adecuado para un parque romántico, una
cretona elegante, un club de polo o un mueble heredado de la
abuela. Pero que a un futuro candidato a presidente del Gobierno
le digamos como el mayor de los elogios que parece inglés
demuestra que tenemos muy mal concepto de nosotros los
españoles. Aunque nos valoremos tan poco, España da personajes
como Mariano Rajoy. Lo digo yo, que no lo vi nacer, no estudié
Derecho con él ni soy su compañero de oposiciones a Registro
de la Propiedad.