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Biografía
y libros de Antonio Burgos
Los
recuadros
Libro
"Sevilla en cien recuadros"
Entrevistas
con el autor
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Texto
del artículo premiado Carlos
Colón: "El contador de nostalgias" Angel
Pérez.Guerra: "Un artículo de
primera necesidad",
Información
de
la cena de entrega Discurso de
Rogelio Reyes Cano Discurso de Antonio
Burgos
ABC.- Reunidos en la Casa de ABC de Sevilla y presidido
por Rogelio Reyes, el jurado acordó ayer premiar por mayoría el artículo
«Farol de
cruz de guía», de Antonio Burgos, publicado el pasado 17 de abril en
«El Mundo de Andalucía»
SEVILLA. La Casa de ABC instituyó el año 2000 el premio «Joaquín
Romero Murube» con el que rinde homenaje a uno de los mayores
articulistas españoles del siglo XX. El objetivo con el que nació
este galardón, cuyo prestigio en círculos periodísticos ha ido
creciendo desde entonces, es reconocer los mejores trabajos periodísticos
publicados durante un año en España. En esa primera edición, el
premico fue conecido a Ignacio Camacho, entonces subdirector de «El
Mundo de Andalucía», con un artículo titulado «Un año»,
dedicado a Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión,
asesinados por ETA. A Camacho, que en la actualidad es adjunto al
director de ABC de Sevilla y publica un artículo diario en nuestro
periódico, le sucedieron en este galardón Manuel Ramírez Fernández
de Córdoba, con una tercera dedicada a Andrea, la madre del torero
Curro Romero, y el poeta Joaquín Caro Romero, con un artículo
sobre Luis Cernuda, publicado en el ABC Cultural.
El premio de esta IV edición del premio, dotado con seis mil
euros, ha recaído en el escritor y periodista sevillano Antonio
Burgos por un artículo publicado en «El Mundo de Andalucía» el
pasado 17 de abril, titulado «Farol
de cruz de guía», según lo decidido por un jurado
presidido por Rogelio Reyes y formado por José María Cabeza,
Carlos Herrera, José Miguel Santiago Castelo y Joaquín Caro
Romero.
Escritor y periodista
Antonio
Burgos es uno de los primeros articulistas españoles. Su labor
como periodista se remonta a 1966 cuando ingresó como
redactor-confeccionador en ABC de Sevilla, donde había realizado prácticas
como alumno de la Escuela Oficial de Periodismo. En esta época
colaboró en «La Codorniz» y «Hermano Lobo», y ejerció la
corresponsalía en Andalucía del diario «Madrid» y de la revista
«Triunfo», colaborando también en «Cuadernos para el Diálogo».
Tras participar en la fundación del diario «Informaciones de
Andalucía», en 1977 retornó a ABC como redactor jefe, y comenzó
a publicar un artículo diario, transformando la vieja sección «Sevilla
al día» en el «Recuadro», y creando la sección gráfica «Casco
Antiguo», donde con el pseudónimo de «Abel Infanzón» realizó
una importante labor contra la destrucción del patrimonio artístico
y monumental de Sevilla. Fue redactor-jefe hasta que 1984, en que
fue nombrado subdirector. Después de más de treinta años en «ABC»,
se incorporó como articulista a «Diario 16» y comenzó a escribir
en el semanario «Tribuna» y en «El Independiente Dominical» .
Académico
En 1993 pasó como columnista habitual al diario «El
Mundo», en sus ediciones nacional y de Andalucía, iniciando también
su colaboración en la revista «Epoca». Desde enero del año 2002
publica en la revista «¡Hola!» su sección semanal titulada «De
rosa y oro».
Desde mayo de 1985 es académico de número de la Real Sevillana
de Buenas Letras, en la que ingresó con un discurso sobre el
Patrimonio Inmaterial de Sevilla. Es también miembro de la Fundación
Blas Infante, de la Cátedra Adolfo de Castro y del Ateneo de Cádiz.
En 1986 recibió el premio Pemán y el Mariano José de Larra. En
1988, el premio Mariano de Cavia, por su artículo «Habanera
gaditana para un Príncipe», que le otorgó un jurado presidido por
Manuel Halcón e integrado por Fernando Lázaro Carreter, Horacio Sáenz
Guerrero, José Joaquín de Ysasi Isasmendi y Jesús de las Cuevas.
En junio de 1989 obtuvo el II Premio de Periodismo FIES para artículos
sobre la Institución Monárquica. En 1990, el Premio Demófilo de
la Fundación Machado, por su artículo «Las manos del Gran Poder».
En el 2001, en Barcelona, el premio Almenara, por su defensa de los
valores de la cultura andaluza.
Durante la dictadura, como estudiante colaboró en actividades
del Círculo «Jaime Balmes» y de las Juventudes Monárquicas,
participando luego como profesional en la creación de los grupos
democráticos CP S.A. y Alianza Socialista de Andalucía, integrados
más tarde en la Junta Democrática de España y origen del Partido
Andalucista, señalándose en la oposición andaluza contra la
dictadura de Franco por sus artículos en «Madrid» y «Triunfo»,
así como por su libro «Andalucía, ¿Tercer Mundo?». En la
democracia, ha estado entre los objetivos de ETA.
Hijo adoptivo de Cádiz
En octubre del 2002 fue nombrado Hijo Adoptivo de la
Ciudad por el Ayuntamiento de Cádiz, tras la petición que
formularon con su firma màs de cinco mil gaditanos. Igualmente, ha
acordado poner su nombre al paseo que lleva al Castillo de Santa
Catalina, en La Caleta. El título de Hijo Adoptivo le fue entregado
en solemne sesiòn en el salón municipal de plenos el 7 de
diciembre del 2002.
Acta del Jurado
Reunidos en Sevilla, en la Casa de ABC, don Rogelio Reyes,
que actuó como presidente, don José María Cabeza, don Carlos
Herrera, don José Miguel Santiago y don Joaquín Caro, como
jurado del IV Premio «Joaquín Romero Murube» correspondiente
a trabajos publicados en cualquier periódico español desde el
15 de junio del año 2002 al 15 de junio del año 2003, han
llegado por mayoría al acuerdo de conceder el premio al trabajo
titulado: «Farol de Cruz de Guía», del que es autor Antonio
Burgos, y que fue publicado en el diario «El Mundo de Andalucía»
el 17 de abril de 2003.
Y para que conste, firmamos la presente acta en Sevilla, a 21
de octubre del año 2003.
Firmado por: Rogelio Reyes, José María Cabeza, Carlos
Herrera, José Miguel Santiago Castelo y Joaquín Caro Romero.
Antonio
Burgos, escritor de periódicos: «Artículos como éste los
escribe uno para sí mismo»
ÁNGEL PÉREZ GUERRA
Antonio Burgos, entonces joven redactor
de ABC, hizo la información sin firma sobre la muerte y el
entierro de Joaquín Romero Murube. Ayer recibió el premio que
lleva su nombre
-Ha escogido la nostalgia como el camino más corto para
herirnos. Joaquín Romero Murube también se acogió al sagrado
de la nostalgia para devolvernos los cielos que perdimos. ¿Al
final todo se reduce a nostalgia?
-Aunque dicen que la nostalgia no es lo que era, yo creo que
literariamente sigue siendo un gran negocio. Yo siempre tengo
las manzanas de Stendhal en el cajón. Sobre todo cuando a uno
por las circunstancias de oficio o de veteranía, se le concede
este don rarísimo de poder hacer literatura en los periódicos.
Cuando me hablan de «mi columna» contesto que yo no hago
columnas sino lo que toda la vida de Dios se ha llamado
artículos. Y en algunos casos hasta un poema en alejandrinos
como es este farol de cruz de guía.
-Este artículo se podía haber escrito para ABC pero se
escribió para El Mundo. ¿Las claves de Sevilla están al
alcance de todo el mundo?
-Yo creo que sí. Yo cuando escribo lo hago más que para
nadie para mí mismo. Sobre todo artículos como éste se
escriben para uno. Y además, por mi experiencia, he comprobado
que cuando uno escribe para uno mismo es cuando más se
sintoniza con cualquier lector. Yo eso lo aprendí haciendo la
Biografía de Curro Romero, cuando me contaba que las tardes
esas que él está perfecto, en el fondo no está toreando para
nadie; es como si no hubiera nadie en la plaza, porque estaba
toreando para él mismo. Yo creo que en la soledad del
escritorio, cuando uno está haciendo un artículo -y era el
caso de cuando me puse el Miércoles Santo a escribir este
artículo-, yo lo estaba escribiendo para mí mismo y en todo
caso para otro Antonio Burgos que ya no lo podía escribir.
-O sí...
-O sí. Yo creo que sí, que sigo teniendo dos lectores
diarios, que mis dos lectores diarios más fieles son una
zapatera y un sastre. Los que me dieron vida.
-¿Esto de ganar premios le hace a uno sentirse como un
principiante?
-No. Yo me acuerdo siempre, y hoy por las razones que he
dicho antes más, de mi madre, que cada vez que me daban un
premio me decía «Ea, hijo mío, pues ahora unos poquitos de
enemigos más». Esta tarde en la calle Bayona es como si me lo
hubiera dicho mi madre. Estoy seguro que me lo ha dicho.
-¿Notas las manos de tus padres cogidas de las tuyas cuando
escribes? ¿Tiene tu manera de escribir su caligrafía?
-Yo sí noto la memoria de mi padre cuando escribo. Hay veces
que me preguntan «Burgos, ¿usted por qué sabe tanto de
Sevilla?». La herencia más querida que he recibido de mi padre
quizá es el disco duro de su memoria. Ahora por ejemplo, evoco
el artículo magnífico del otro día «Memorias funerales» de
Alvaro Pastor Torres, donde hablaba de cierto escritor de
periódicos y de cierto Cristo Tonelero, cuando estaba hablando
de negocios desaparecidos; yo paso por esas calles y no
solamente me acuerdo de establecimientos desaparecidos que yo he
conocido, sino que evoco cuando con mi padre pasaba por esas
calles y él me decía «Pues aquí estaba La Vinícola, y en
esa ventana yo escuché una mañana, cuando yo iba a trabajar de
aprendiz a los almacenes del Duque que estaba Manuel Torre
todavía cantando en una juerga de señoritos. Y es como si yo
en esa esquina de la Vinícola junto al Duque hubiera escuchado
a Manuel Torre. Es más, yo estoy convencido de que yo he
escuchado a Manuel Torre cantar en La Vinícola. |
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EL
ARTICULO PREMIADO Antonio Burgos: "Farol de cruz de
guía"
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la
ciudad y los días

El
contador de nostalgias
Por
Carlos Colón
(Diario de Sevilla, 23/10/2003)
MIENTRAS escribo cae una última luz clara de
otoño sobre la corona que remata la cúpula de la Magdalena, brilla
el sol poniente en el Cabo Persianas y entra por la ventana abierta
-tan tibio es nuestro perezoso otoño- el sonido del órgano del
Santo Ángel en el que algún carmelita ensaya. Como me dispongo a
escribir sobre Antonio Burgos, para felicitarle por su premio Romero
Murube, no sería imposible que frente a los naranjos de San Pablo
que veo desde aquí se alzara todavía el Hotel Madrid y que Rafael
Montesinos -ya no irreparables aquellos años- estuviera cogido a la
verja del Santo Ángel, la cara pequeña contra el frío con olor a
óxido de las rejas, esperando a que saliera la Virgen de Valle.
Tampoco sería del todo imposible que don Santiago Montoto estuviera
en su mesa de la Punta del Diamante, que don Enrique Sánchez
Pedrote fuera a pasito corto de vuelta a su casa de calle Santa
Clara, que André Duval nos vendiera un libro clandestino en la
librería Montparnasse de la calle Don Remondo o Sanz una vieja
edición original de La Passion selon Seville de Joseph Peyré que
conservaba, amarillenta, en su almacén de calle Sierpes. Incluso
que el propio Joaquín descubriera, mirando a poniente desde la
acera de la parroquia de San Lorenzo, que había perdido otro trozo
de cielo de Sevilla. Nada de esto sería imposible, no porque
Antonio Burgos sea un nostálgico, sino porque es sevillano.
Ser sevillano no es sólo haber nacido aquí, sino hacerlo a diario
-todo futuro y todo memoria, todo sorpresa y todo recuerdo-
estrenando cada mañana ese "traje al que llamamos vida, en el
que cada día es Domingo de Ramos del mundo por delante", como
ha escrito en el artículo premiado. Ser sevillano es sentir -más
que saber- que hay cosas más importantes que lo que tenga la mayor
importancia, y ser fiel a ello. Ser sevillano es saber que por
debajo o por encima de toda diferencia hay cosas esenciales que
sabemos reconocer, que sentimos y que nos unen. No sé quién de los
dos se irá antes, pero sí sé en qué sitio y en qué hora de un día
de Semana Santa uno recordará al otro. Antonio ha escrito -no como
nadie, sino como Rafael Laffón, Rafael Montesinos, Juan Sierra y
Joaquin Romero Murube- sobre estas cosas que son más importantes
que lo importante, sobre estas cosas que reconocemos y nos unen. Y
lo ha hecho, es su mérito, cuando nadie lo hacía. No en los años
felices del 29 ni en los pseudofolclóricos 40, sino en los
terribles 60, 70, 80... cuando tan mal visto estaba querer a Sevilla
y peor aún escribir de ella.
Recordando a Sevilla desde Madrid, Rafael Cansinos Assens se decía
a sí mismo: "Mira, corazón, lo que has perdido: la tierra en
la que todos los hombres querrían haber nacido". Leyendo el
artículo que ha obtenido el premio de más sevillano y melancólico
nombre, habría que decirle al periódico que lo tuvo, lo perdió y
ahora lo premia: "Mira, corazón, lo que has perdido: el
escritor que todos los periódicos de Sevilla querrían haber
tenido". Felicidades, Antonio.
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