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Memoria de Andalucía

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,   sábado 12  de junio de 1999


Ayuntamientos democráticos, Cosecha del 79

Las elecciones municipales de 1979, vistas por Idígoras y Pachi

Las elecciones municipales de 1979, vistas por Idígoras y Pachi
 

 

En los lustros finales de este siglo XX que acaba ha habido tal abuso de la denominación de origen de "día histórico" para tantos acontecimientos, que ni siquiera los historiadores profesionales se acuerdan de estos mal llamados días históricos. Una prueba: ¿usted recuerda qué "día histórico" se celebró el 6-D de 1978? Pues fue el que llamaron entonces "día histórico" los editoriales de los periódicos y los comentarios de la radio tras haberse celebrado el referéndum de la Constitución. ¿Y usted sabe qué "día histórico" se celebró el 3-A de 1979, hace ya veinte años? Aunque veinte años no es nada, que dice el tango, es menos todavía sin consideramos el hecho de que nadie recuerda como "día histórico" el entonces calificado de tal, al celebrarse en dicha fecha las primeras elecciones municipales democráticas tras la victoriosa sublevación del (nada) Glorioso Movimiento Nacional contra la II República. Ya teníamos una democracia, la del "Habla, pueblo, habla", teníamos aún una sopa de letras de partidos, teníamos una Constitución, teníamos unas segundas elecciones generales democráticas celebradas el 1 de marzo de 1979, que habían dado un segundo triunfo a la UCD, que seguía gobernando con Adolfo Suárez, como la minoría más numerosa, lo que, en nuestra inexperiencia parlamentaria, sonaba tan insólito como el más alto de Los Enanitos Toreros.

Las elecciones municipales se presentaban en la democracia con un gran prestigio histórico. Nadie olvidaba, y entonces menos, que unas simples elecciones municipales pusieron al Rey Don Alfonso XIII en Cartagena y trajeron la II República. Esta vez no se trataba de cambiar el régimen por medio de las municipales, pero sí de que la izquierda conquistara el poder.

-- ¿Te acuerdas cuando todos éramos de izquierda?

Sí, qué tiempos aquellos. Todos los que ahora están en el centro, centro socialdemócrata, centro reformista, centro multiusos, estaban entonces en la izquierda. En el centro estaba la derecha, los recuelos del franquismo. La UCD.

-- Uy, qué antigüedad, la UCD...

Más antigua que el corte de pelo a navaja de Adolfo Suárez, más antigua que nombres de los que ya nadie se acuerda como Fernando Abril Martorell... Y como todos éramos de izquierdas, que el que no era comunista es porque era maoísta, había que votar a la izquierda para que ya que no el gobierno de Madrid, el ayuntamiento de la ciudad fuera tomado por los nuestros. La conquista de los ayuntamientos se planteó como la toma del Palacio de Invierno de una revolución a la portuguesa, con ruptura y con claveles, que aquí nunca se produjo. Franco había muerto en la cama, las huelgas generales revolucionarias convocadas por el PCE no habían servido de nada, Comisiones Obreras no tenía tanta fuerza como decían en Radio Pirenaica, y el desfile de la Victoria de la Democracia lo encabezaban los que no habían hecho la guerra contra la dictadura de Franco: la UCD y el PSOE. Pero quedaba algo del espíritu combativo de aquellos años del trenka, de "Triunfo" bajo el brazo", de la lámina del "Guernica" en la salita del primer piso de casados o del último cuarto de estudiantes. Quedaba el Espíritu de la Izquierda, cuando la izquierda aún era una ilusión y no una idea pasada de moda por el desfile de modelos de Derribo del Muro de Berlín. El PSOE era marxista de pata negra, y el PSP era socialista y encima autogestionario, y el PCE era carrillista y defendía el centralismo democrático, y aún estaban alzadas las rojas banderas de Bandera Roja, del Partido de los Trabajadores de España, del Movimiento Comunista, que hacía unos carteles preciosos para perder con mucho espíritu revolucionario las elecciones burguesas que el modelo reformista habían traído.

Así pudo darse aquello que hoy sería impensable: el Pacto de la Izquierda. Las primeras elecciones municipales, en la aritmética de la democracia burguesa, las había ganado la UCD. Pero como eso era el reformismo de la democracia formal, y entonces todos estaban con los recuerdos de aquel Chile de Allende o de aquel Portugal de Salazar que nunca fuimos, sobre la mala conciencia de las autoproclamadas fuerzas progresistas se firmó el pacto de la izquierda municipal. Y el que apenas sabía de las obras de Marx se encontró con la Policía Municipal cuadrándose a sus órdenes, léase Julio Anguita en Córdoba. Y el que apenas sabía del convenio colectivo del sector de la Vid se encontró de alcalde de Jerez, léase Pedro Pacheco. Y el que los ayuntamientos se los conocía como profesor de Derecho Administrativo, se encontró sentado en el sillón de alcalde, léase Luis Uruñuela en Sevilla.

Claro que de aquellos ayuntamientos democráticos salió lo que nadie pensaba. Los ayuntamientos, para el PCE, eran una oportunidad de hacer la soñada política de masas y capas populares. Para el PSOE eran algo más efectivo. En la pizarra de Suresnes estaba escrito que con Narcís Serra de alcalde en Barcelona y con Enrique Tierno de alcalde en Madrid le sería más fácil a Felipe González llegar a presidente en la Moncloa. Lo que inevitablemente ocurrió apenas tres años más tarde.

 

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