| Ea, señores, pues queden ustedes mucho con Dios, que me voy a
                Lanjarón. No es que un amiguete organice allí un curso de otoño y me haya invitado a
                mangar conferencia, que las conferencias en los cursos de verano o de otoño no se dan: se
                mangan. Me voy a Lanjarón y ustedes, que son personas de orden, de las que acatan siempre
                las disposiciones de la autoridad competente, se deberían venir conmigo. Lanjarón tiene
                un alcalde que es un sol. José Rubio es su gracia. Y ha dado un bando casi con título de
                Alejandro Casona: "Prohibido morirse en Lanjarón". Y como tiene que ser una
                maravilla cumplirlo al pie de la letra, a Lanjarón que me voy. Tras las elecciones municipales, pedí aquí
                públicamente ser empadronado en La Coruña o en Cádiz, fundadas ambas por Hércules, las
                dos con la Virgen del Rosario por Patrona, y hermanadas también por Teófila Martínez y
                por Francisco Vázquez, los de mayor porcentaje de voto en las Españas municipales.
                Pedía ser empadronado en Cádiz o en La Coruña porque allí sabes que votas a Teófila y
                no te ponen de alcaldesa a Rosa Aguilar, y que votas a Paco Vázquez y el Pacto de
                Progreso no hace regidor a un Sánchez cualquiera. Sobre mi escritorio tengo los dos
                boletines de inscripción en el censo que ambos alcaldes me han mandado para empadronarme.
                Tengo la duda de si hacerme vecino de la Plaza de la Libertad, 12, como me propone
                Martínez, o si empadronarme en La Coruña, que me mandó antes el boletín. Es, como ven,
                la duda hamletiana entre entre el centollo y la caballa caletera. 
                Pero lo voy a resolver salomónicamente,
                por elevación, yéndome a vivir, y nunca mejor dicho, a Lanjarón. En su bando, el
                maravilloso alcalde dice: "Aquí no se muere nadie, porque Lanjarón es vida y
                salud". Protesta así este alcalde del PP contra los anteriores regidores del Pacto
                de Progreso, que dejaron al camposanto hasta la corcha, sin nichos. Literalmente, los
                vecinos de Lanjarón no tienen dónde caerse muertos. Como ven, no es Lepe todo lo que
                reluce. Tierno Galván era un aficionado al lado de los bandos de José Rubio. ¡Viva el
                arte de la ironía! Querido Umbral, verás que hay algo de la Andalucía de los Quintero
                que sigue vivo. ¿Que no hay sitio en el cementerio? Pues ilegalizamos la muerte y listo.
                Al fin y al cabo, lo que hace el alcalde de Lanjarón es lo mismo que el director general
                de Tráfico, que dice que no saquemos el coche en la Operación Salida, o como cuando
                Sanidad recomienda que no cojamos la gripe para no saturar aun más las urgencias
                hospitalarias.  
                De modo que Ponce de León pasando las
                fatiguitas negras y metiéndose en galeras para buscar en la Florida la fuente de la
                eterna juventud y la tenía aquí el lado. Sin meterse en carretera, podía haberla
                encontrado en granadina tierra, que el manantial de vida de Lanjarón es dulce,
                ferruginoso, azufrado y termal. Y por favor, que no se le ocurra a Chaves mandar
                urgentemente una subvención para que hagan nuevos nichos en el cementerio de Lanjarón.
                Así está precioso. No la toques más, que así es la rosa de la vida en un bando. Nada,
                señores: todos a Lanjarón. Quien manda, manda y cartucho al cañón.  
                  
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