No sé si cuando este artículo aparezca publicado seguirá Toshack
siendo el entrenador del Real Madrid, pues me han dicho que tiene menos futuro que un
hematólogo en un congreso de los Testigos de Jehová. No importa que se vaya Toshack.
Quedarán otros diez o doce filósofos de plantilla. Porque los filósofos de esta hora no
son los catedráticos de Ética, como cuando Aranguren o Zubiri. Los filósofos cuyo
pensamiento llega a la sociedad no son ni Savater ni Sádaba. Si Trías quiere que le
echen una mínima cuenta, le sugiero que haga urgentemente el curso entrenador de fútbol.
Las altas cotas de pensamiento en esta sociedad postindustrial llegan, por un lado, a
Carmina Ordóñez, y por el otro, a Toshack. No bien había terminado de asistir en Tómbola
a un seminario sobre el pensamiento de la hija de Maestro de Ronda y su teoría
fenomenológica sobre comportamientos matrimoniales de los bailines de elenco, cuando
cambié de cadena y pude empaparme de la paremiología profunda de Toshack. Pregúnteme lo
que quieran sobre ese tratado de filosofía popular que es el Nuevo Refranero Castellano
de don Benjamín, donde, un poner, el ojo del propietario aumenta el peso de la vaca y
donde una Gunilla sola no hace verano en Marbella.
Terminada mi asistencia a las lecciones magistrales de
ambas lumbreras refulgentes del pensamiento hispano, anoche, en los tres mil o cuatro mil
programas televisivos de los goles de la jornada, he tenido la oportunidad de aumentar mis
conocimientos sobre qué somos y de dónde venimos, pues me empapé enteritas todas las
chorradas que decían los entrenadores de los equipos de Primera. Aparecía allí con la
gorra puesta uno al que incluso llaman El Profesor, cuya gracia es Griguol, argentino
cuyos pensamientos conocen los españoles mucho mejor que los de Borges. Luego oí las
formulaciones de la praxis donostiarra de otro filósofo, Xavier Klemente (vulgo Javier
Clemente), filósofo que tiene que ser de la escuela peripatética, pues ora aparece
impartiendo su doctrina en la selección nacional, ora donde el Profesor de la Gorra le ha
relevado en la cátedra, ora cabe la Concha con la Real.
Y me siento en esta hora, a pesar de tantos esfuerzos por
enriquecer mi pensamiento, exactamente igual que un extraterrestre, pues de cuantos
apotegmas, adagios, aforismos y pensamientos dijeron, no me quedé con uno solo, de las
chorradas tan impresionantes que eran todos y cada uno de ellos. Pero a ellos les va
estupendamente. Todo lo justifican con su filosofía de papel albal. Las frases
filosóficas las hacían antes los toreros, que si El Guerra y su "hay gente pá
tó", que si El Gallo y su definición de lo clásico: "Clásico es lo que no se
pué hasé mejón". Los toreros eran los filósofos populares de una cultura agraria.
Hablaban como la gente de campo, sentenciosos. Los filósofos populares de nuestra cultura
urbana son los entrenadores. Hablan como la gente de la ciudad. Nada más que dicen
chorradas. Pero con mucha televisión. Eso sí. Con mucha televisión.