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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, miércoles 29 de diciembre de 1999


Ciudades sin ley

Gil, tras la intervención judicial del Atlético de Madrid
Gil, tras la intervención judicial del Atlético de Madrid 

En la muy cernudiana Sevilla de mi infancia había una calle a la que llamaban "La ciudad sin ley" con toda la guasa de la gracia, tomando el nombre de una taquillera película de aquellos años de cines de acomodadores con linternas para la fila de los mancos. Era una antigua calle gremial, Manteros era su nombre, que había devenido en lonja de cafés y de bares, de tabernas y de pensiones, bulliciosa de pregones de loteras y de cepillos de betuneros, azacaneada de tratantes, de corredores, de buscavidas, de matatías que daban dinero a ganancia, cuando no de virtuosos del alcahuetaje. En "La ciudad sin ley" lo mismo podías comprar el virgo de una muchacha que un cortijo, un vale para un camión de cemento que la licencia de importación de un tractor o de una cosechadora. Era el paraíso de los estraperlistas de alta alcurnia, tumbaga y veguero de dos cuartas, de los vendedores de favores con la Fiscalía de Tasas o la Comisaría de Abastos, de los nuevos ricos que se habían comprado un haiga y le habían puesto a la querida un piso con nevera electroautomática y receptor de radio Marconi con tocadiscos.

He evocado aquella ciudad sin ley de la calle de los cafés de los revendedores de cupos de importación y la he visto convertida en un enorme campo de fútbol. De los vales de cemento, a las gradas de cemento, cambia el paisaje, pero permanecen las figuras. Los hijos y los nietos de aquellos estraperlistas son ahora los virtuosos del dinero negro. No hay nada tan antiguo como un nuevo rico. Han encontrado su ciudad sin ley no entre veladores de medias botellas y cartillas de racionamiento, sino en la viña sin vallado de los verdes campos del edén balompédico. España los cría y la ley de las Sociedades Anónimas Deportivas los junta en las presidencias de los clubes de fútbol, que son ahora las ciudades sin ley. Todos están cortados por la misma tijera de los negocios de la construcción, de los solares, de las extrañas financieras. Como la Brigada Criminal conocía a aquellos estraperlistas de la ciudad sin ley y no les metía mano, la sociedad mediática conoce y mitifica a estos estraperlistas del fútbol y los mantiene en el territorio exento del fuero de las masas... de las masas de dinero negro donde meten la mano.

No sé cómo el más sucio de los negocios españoles, cual este podrido fútbol de las SAD donde todo mafioso tiene su asiento sobre un horizonte de recalificaciones y blanqueos, está en manos del Ministerio de Cultura, y en cambio la fiesta nacional, donde nadie puede comprar al toro como se soborna a un árbitro, está controlado por el Ministerio del Interior y hay policías de servicio hasta para fiscalizar la venta de gaseosas en los tendidos. Las corridas de toros las preside un policía y no sé por qué, cuando el Estado tenía que echar esos cojones en conseguir que los partidos de fútbol los arbitrara un inspector de Hacienda.

 

 

 


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