En
Nueva York, en el fiestón del milenio, donde la cena costaba
por lo menos cincuenta mil duros el cubierto y donde iban a
cantar Los Tres Tenores, no cantan ya ni Los Incansables de
Torreblanca, y como no había público que estuviera dispuesto a
pagar ni siquiera un menú a base de bocadillos de mortadela de
aceitunas, han suspendido el invento del evento. En Las Vegas,
donde creían que iba a haber bofetadas para oír no sé si a
Elton Jones o al difunto Frank Sinatra redivivo, han vendido
menos entradas que para una becerrada en La Algaba, y también
se fastidió el evento del invento. Creían que todo el mundo
iba a gastarse dos millones por un fin de semana como si fuera
la Nochebuena en Nueva York que cantaba Concha Piquer, y aquí
no hay gente ni para los cotillones de los botellones donde se
exige media etiqueta (¿qué será eso de la media etiqueta?) y
anuncian que hay guardarropas, guardarropas donde cada año hay
quien al final no encuentra su forro polar o su chaquetón de
zorro.
La
gente se iba a ir a pasar el final del milenio en París, y
sobre París ha caído aquella maldición de Nostradamus que ya
anunció Paco Rabanne y que le hizo coger puerta, camino y
mondeño. Tanto Nostradamus como Rabanne acertaron, lo que
ocurre es que se equivocaron de fecha. Eso del viento arrancando
los árboles del Bosque de Bolonia y llevándose de cuajo las
vidrieras de la catedral de Notre Dame es completamente un
pasaje de las profecías de Nostradamus, que era como la Bruja
del Canal 47, pero sin teléfono en directo y con versitos en
plan charada del reverso de las hojas de los tacos de almanaque.
Todas
las patronales de hostelería están dado el canto de la gallina
del fastidio general y universal del invento. Los que esperaban
el lleno del milenio tienen ahora las cancelaciones de reservas
que no pensaron. Nada es lo que iba a ser. Entre temores del
Efecto 2000, mareas negras y ventarrones del Lothar, aquí los
prodigiosos fines de año y de milenio están siendo cancelados
como agua. Menos mal que Andalucía en este caso no se ha vuelto
loca y no ha tirado la casa por la ventana, todo quedará en las
doce uvas de la plaza de las Tendillas y en las zambombas
jerezanas con campanadas de las doce, doce. Demasiadas
frustraciones ante las grandes esperanzas tiene encima
Andalucía como para que encima padeciéramos este desengaño
del año 2000.
Como
la nuestra es una tierra vieja y sabia, que le duelen las
posaderas de estar sentada a la puerta de su casa para ver pasar
a sus enemigos con los pies por delante, aquí no es nuevo nada
de esto del fracaso hostelero universal de las fiestas del
milenio. Nos suena a copla antigua, de las que asesinan los
progres aprovechateguis al grito de "¡Tatuaje el
último!" La frustración hostelera universal que está
ocurriendo en todo el mundo ante el fracaso de crítica y
público de las fiestas del milenio y de los viajes de ensueño
es lo que ya pasó en Sevilla cuando la Expo, cuando la central
de reservas Coral puso las tarifas de los hoteles por las nubes,
sólo al alcance de los millonarios, la ciudad tomó fama de ser
la más cara del mundo y la gente sencillamente desistió de
venir, aquello que recordarán que a la Expo al final la
salvaron los sevillanos, yendo una y otra vez, entusiasmados,
hasta que se cumplió el cupo de visitas previsto. Todo esto del
milenio es como lo de Coral, pero a lo grande y en todo el
mundo.