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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, viernes 24 de marzo del 2000


 

Un "Barbero" andaluz en Ginebra

No acabamos de creernos el papel de España en el mundo. Blair le come en la mano al presidente del gobierno del Reino de España, estando como está Gibraltar con estos pelos. Nuestros indicadores económicos, no es que dejen boquiabierta a Europa, pero alguna sorpresilla sí que causan. El continente que antes empezaba en los Pirineos hace ahora frontera con Africa en las pateras de Tarifa. Pero una cosa es España contemplada en los periódicos y otra los españoles en Europa. En Europa oyes hablar mucho en español. Donde quiera que alguien sirve un plato, recoge una maleta. Los emigrantes de los 60 que con sus giros postales al pueblo contribuyeron al desarrollo casi tanto como los planes del difunto López Rodó se quedaron en sus países de adopción, y allí siguen, abuelos de niños alemanes o belgas, en modestos empleos, libertos del pico y la pala gracias a turcos o marroquíes.

Por eso no es mala política exterior presentar a España como cultura en la Europa que nos considera sus chachas o su destino turístico baratito. España no se cree lo que es en lo económico, pero menos en lo cultural. Si supiéramos la importancia de nuestra lengua y cultura en el mundo, los presupuestos del Instituto Cervantes superarían a los de Defensa. Cuando hay una exposición sobre Goya, sobre Velázquez, el mundo nos descubre en cuanto somos. "Anda --dicen--, pues resulta que Velázquez era paisano del portero del bloque, y nosotros sin saberlo..."

Estas cosas pensaba la otra noche en Ginebra, donde me cupo la suerte de asistir en el Grand Theatre a la representación de "El Barbero de Sevilla" producido por el Teatro de la Maestranza. Un telón de embocadura pintado con la Sevilla que sueña Carmen Laffón; una España esencial, sin tópicos, en la escenografía de Juan Suárez; una reescritura de Rossini en las mejores claves de nuestra cultura dirigida por José Luis Castro, ¿cuánto valen para la imagen de una nación? Todo era gracias a los buenos oficios de Jaime de Marichalar, que por cierto no va por el mundo roneando de Duque de Lugo, sino de directivo del Credit Suisse que saca los cuartos a sus señoritos suizos en beneficio de la cultura española. María Bayo cantaba una deliciosa Rosina, y estaba en Ginebra mi tierra sin folklorismos ni tópicos. Me sentí orgulloso de ser ciudadano del Reino de España. Hombre, ya era hora de que en Suiza hubiera un "Barbero" andaluz que no estuviera tijera en mano donde pone en la puerta "Damen-Herren"...

 


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