Ha mejorado
al Conde Arnaldos del romance. Arnaldos era un conde que no salía
en el "Hola" cobrando por largar, porque sólo decía su
canción a quien con él iba. Aznar no ha dicho su canción de la
lista del Gobierno ni a su almohada. Sabe que aquí no puedes
fiarte ni de tu almohada. Está muy bien que en un país de
bocazas y de correveidiles tengamos un presidente que domine el
raro arte de la discreción y que sepa guardar secretos. Cómo
será de difícil lo del secreto en la España lenguaraz que los
ministros, cuando juran ante el Rey, ponen a Dios por testigo de
dos cosas: de que van a cumplir y a hacer cumplir la Constitución
y de que guardarán sigilo de las deliberaciones del Consejo de
Ministros. Al menos hasta que escriban sus memorias. O los echen.
O antes. Será que las paredes de la Moncloa oyen, pero los
secretos del Consejo de Ministros son muchas veces guardados lo
mismito que una viña al borde de un camino. Hay mucho perjuro que
entra a por uvas a esa viña. Si no, ¿de qué y de cuándo
íbamos a saber cómo se alinean los ministros cuando se ha
decidido un asunto espinoso?
Aznar lleva
hechas muchas rayas en el agua de los ríos sin plan hidrológico.
Ninguna como la de estos días. Ha demostrado que en España, pese
a todo, es posible guardar un secreto. Basta con no contarlo
absolutamente a nadie. Es la única manera en esta España donde
todo el mundo lo sabe todo de muy buena tinta, del "no se lo
cuentes a nadie, y menos digas que te lo he dicho yo, porque si me
preguntan lo voy a negar"... Ni rumores ha habido en estos
días de la famosa libreta de tapas azules. De tapas tenemos la
ensaladilla rusa, las huevas con mayonesa y los calamares fritos:
era lo único que sabíamos de esas tapas ahora desveladas.
A ver si
cunde el ejemplo. Lo digo por esas pelanduscas de lujo devenidas
en famosillas que se lamentan de que lleguen a Atocha y estén
allí los fotiminutis, callándose las muy lagartonas que son
ellas mismas las que avisan a la Prensa. A ver si cunde el ejemplo
en esta España de los pregonados secretos de alcoba que bate
marcas de audiencia con El Gran Hermano. A ver si cunde el
ejemplo en esta España donde, del Rey abajo, te confiesan
secretos inconfesables de todo el mundo. Si uno no quiere, dos no
pelean. Y si uno quiere, la verdad del cuento la sabemos sólo la
Lirio y yo. En este caso, la sabía solamente Aznar. La Lirio se
enteró ayer. Como todo el mundo. Por poco la nombran ministra.