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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, lunes 8 de mayo del 2000


Ayer fue siglo XIX

 

Acabo de llegar del siglo XIX. Acabo de llegar de un Cádiz antiguo y hermoso, bastante parecido al que sus novios soñamos: la bahía llena de goletas y bergantines. Si a Lope de Vega le parecía bien el río de Sevilla lleno de velas blancas y juncias verdes, a algunos nos parece una utopía la mar de Cádiz llena de velas blancas y olas más blancas todavía, de las murallas de San Carlos a las araucarias de la Alameda. Acabo de llegar de un sueño tan insólito en España como un homenaje a la mar, la gran señora de la nuestra Historia. Será que como las señoras no tienen espalda, por eso vivimos de espaldas a la mar. A esta mar que ayer en Cádiz se llenó de goletas y bergantines. Se repite el viejo sueño siempre que un barco surca la mar gaditana, del humilde Vaporcito del Puerto a ese novio que tiene Cádiz, que se llama Juan Sebastián Elcano y que, año tras año, se le va el muy tunantón a visitar a otras viejas novias en cada puerto de la Carrera de Indias, la novia del Morro de San Juan, la novia de la Giraldilla de La Habana, la novia de Veracruz.

Parecía que todavía no habíamos perdido las colonias, que un Cervera estaba en Santiago con la flota surta en puerto y que de Puerto Rico seguían llegando sacos de sisal con la roja estrella del café de caracolillo para el mármol de todos los veladores de la Restauración. Esta mar de chubascos y entoldados de nubes, con borregaje de olas, la mar que gracias a Dios no gusta a los veraneantes, cuando en Cádiz se llena de veleros y bergantines nos hace pensar cómo España le da la espalda con ahínco a esta grandeza. Cierto que estamos en la sociedad globalizada: la Unión Europea nos ha adjudicado el bonoloto del turismo y de las industrias del ocio, sol y hoteles con encanto, paella y sangría, campos de golf y tres días y dos noches en Madrid, Escorial y Valle de los Caídos, con excursión facultativa a Toledo. ¿Y la mar? ¿Y estos 3.904 kilómetros de costa de la península, pan nuestro de cada día de los pescadores, por qué nos olvidamos de la mar? No era la escuadra de Topete proclamando la Gloriosa Septembrina la que estaba ayer fondeada en la bahía de Cádiz, no había fanfarrones que tiraran bombas desde el Trocadero ni gaditanas que cambiaran las palmas con ellos y se hicieran tirabuzones, sino que estaba, velero y bergantín, tintorera del Náutico y barquilla caletera, esta gloria española de la mar, en la que si un día fuimos potencia Invencible, ahora podíamos volver a ser puerto deportivo de Europa, ya que pintan copas de industria del ocio. Pasada la boya del Fraile, la boya de la Monja, como en una habanera imposible, largaban el trapo goletas y bergantines. Era el Día de la Madre. De la olvidada madre de España. La mar.

 


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