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Cuando
Asunción Valdés me anunció que Su Majestad iba a recibir en
Palacio a la canallesca para darnos las gracias por la labor en
estos veinticinco años de Reinado y muy especialmente en sus
difíciles comienzos, le dije: "Avisa a Patrimonio de la
Casa para que recojan la plata..." Porque me acordaba del
lamentable paisaje después de la batalla que presentaban esos
salones tras la recepción del Día de Cervantes: servilletas de
papel tiradas por el suelo, palillos de las croquetas por los
rincones, colillas pisoteadas contra el parqué, alfombras de la
Real Fábrica quemadas... Vamos, que el poeterío dejaba aquello
como la barra de un bar de Manuel Becerra, y por eso me temí lo
peor. Temor infundado. Al salir del besamanos en el Salón del
Trono, pasábamos por lo que en las informaciones sobre
presentación de cartas credenciales se llamaba "la saleta
contigua". Allí, estaban en su sitio todos los marcos de
plata de las hermosas fotografías de Doña Victoria Eugenia.
Aquello empezaba bien. Y mejor que se puso cuando comenzaron a
pasar las bandejas del tapeo y del copeo. En otras ocasiones y
en el mismo lugar, he visto a muy altas personalidades del Reino
tirarse literalmente sobre las bandejas, en el rito cultural
madrileño de la caza del canapé. He visto allí muy ilustres
codazos ante los vasos de güisqui. Esta vez, pasaban las
bandejas y casi nadie las miraba. Hasta los platos de Jabugo
permanecían minutos y minutos íntegros, mientras el 23 de
abril duran, aproximadamente, un santiamén.
Y luego, pero no al final, cómo iba la gente de bien puesta.
Como hay que ir. Me acordaba de otros tiempos, cuando llegaban
los periodistas y decían: "Pobrecitos, que les echen de
comer... " Gracias a Dios, la profesión periodística se
ha dignificado hasta alturas impensables. A la canallesca no hay
que echarle de comer, porque, como se lo trabaja y se ha ganado
a pulso su sitio en la sociedad, cobra dignamente. Los
periodistas no se llevan la plata que, como decía Lola Flores,
"tiene un empeño". El Rey recibía a la Prensa y
estaban allí unas señoras y unos señores muy a la altura de
las circunstancias. Si el Rey nos daba las gracias a los de la
canallesca, los de la canallesca también hemos de darnos las
gracias unos a otros porque, navajeos gremiales al margen,
gracias a Dios esto no es ya lo que era.
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Biografía de Antonio Burgos
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