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                Se
                ha reeditado una novela fundamental para el conocimiento del
                campo andaluz, que escribieron los hermanos José y Jesús de
                las Cuevas, en esta tierra que da en plan Rómulo y Remo no
                sólo escritores y artistas (Bécquer, Machado, Alvarez
                Quintero, Murciano), sino los Mienmanos de todo tiempo y lugar.
                Aquella hermosa novela de los Cuevas es la "Historia de una
                Finca", aunque dice Alfonso Ussía, que presentó la
                reedición, que ese título es una inmensa errata, pues se trata
                de la "Historia de un cortijo". "Finca"
                suena, en efecto, a finca urbana. O en el mejor de los casos a
                parcela del Catastro, hasta el punto de que llegan a coger los
                Hermanos Guerra en sus buenos tiempos la finca de los Hermanos
                Cuevas y la recalifican para hacer adosados.
                 En esa novela ya histórica se habla de la desaparición de
                los buitres. Jesús Cuevas, era tan de los buitres, que hasta
                les dedicó una novela, pensando en el castillo de la marquesa
                de Tamarón en Arcos: "Cada buitre en su almena". Y le
                oí muchas veces a Jesús lamentarse de la desaparición de
                estos bichos, que a los de ciudad nos parecen repugnantes.
                Jesús decía: "Ya no hay buitres en el campo porque los
                buitres no comen tractores". Se refería a la desaparición
                de las bestias en las labores agrícolas. Pero no sabía yo,
                hasta ayer, que los buitres habían vuelto como la reedición de
                la "Historia de una finca", aunque están en peligro
                también por la crisis de las vacas locas. Todo está en peligro
                con las vacas locas, hasta en Ubrique va a faltar la piel para
                hacer carteras. Los ecologistas dicen que como quemen todas las
                vacas en las incineradoras, la palmarán los buitres que quedan
                en las reservas de los parques de Grazalema y Los Alcornocales,
                porque los buitres no comen tractores, pero tampoco restos de
                merluza Pescanova ni pizzas. 
                Me parece que los ecologistas se van de ligeros en materia de
                buitres. Como consumidor de programas televisivos del corazón,
                puedo y debo tranquilizarlos. Aunque incineren a las vacas
                locas, los buitres españoles no corren ningún peligro. Vi el
                entierro de Pedro
                Carrasco y estaba así de buitres con cámaras y
                micrófonos. Y luego, en un anuncio, contemplé el repugnante
                festín que se estaban pegando los buitres discográficos a
                costa de las
                canciones de Carlos Cano. 
                Hemeroteca de
                artículos en la web de El Mundo    
                Biografía de Antonio Burgos     
                 
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