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No,
Curro
Romero no se ha retirado, como dicen, porque se oliera el
lío del Montepío (de Toreros) de las vacas locas. No. Curro se
ha ido para no tener que sentir vergüenza ajena al ver su
nombre anunciado en el cartel oficial de las corridas de abono
que ha encargado este año la Real Maestranza de Caballería,
donde se explica todo, no es como en Infantería. Digo que se
explica todo lo del cartel porque con los carteles más modernos
del mundo, más vanguardistas que haiga, la Real Maestranza
trata cada primavera de pedir escaleras para que le quiten la
cruz de carcundiez y reacción con la que carga. Es la cultura
del haiga aplicada al arte: hágame usted un cartel lo
más moderno que haiga. Por la misma razón que la Real
Maestranza, valedora y veladora de ritos y liturgias, encarga el
cartel del abono al artista más vanguardista que haiga, no sé
por qué en la grada toca la Banda de Tejera y no una banda
rockera, que también sería más moderno, y por qué los
alguacilillos piden la llave a caballo y no en una moto playera
de cuarto ruedas, que sí que sería moderno y vanguardista. Hay
algo peor que un maestrante iletrado e inculto, y es un
maestrante viajado a Nueva York, amiguete de los progres de la
pomada y lector de suplementos culturales. El maestrante cateto
y tieso que va por ahí creyéndose el ombligo del mundo no me
preocupa. El que me aterra es este otro tipo de maestrante que
quiere hacerse perdonar su cuna y el elitismo de la probanza de
sus cuatro apellidos ante los progres, y va y se mete a moderno,
con un enorme complejo de culpabilidad no sé de qué.
Este año el cartel se lo han encargado a un pintor
norteamericano que no ha ido en su vida a los toros. Eso no es
malo. Leonardo no fue nunca a los toros. Pero no le encargó la
Maestranza de la época ningún cartel del abono. Que le
encarguen el cartel a un pintor que no ha ido en su vida a los
toros es como si a Juan Valdés le piden que haga uno de un
campeonato de béisbol o a Antonio Dubé uno de los Testigos de
Jeohvá. Lo malo de este Lany Rivers (desmiento que sea una
marca de ginebra), es que no ha ido en su vida a los toros y se
le nota bastante. Ha pintado el cartel de oídas. Pero no el
cartel para Valdemorillo, señores, sino el cartel para la que
los sevillanos tenemos por la primera plaza del mundo. Dicen que
este señor pinta con una técnica que suena a plástico de Casa
Carreras, el polispán, que parece que el toro se sale del
cartel. Pues mejor que no se saliera, porque así se vería
menos la habitual metedura de pata torista del cartel en tierra
de tan buenos aficionados. Aquí ya tuvimos un cartel con un
toro que echaba las manos por delante al tomar el capote, y no
lo devolvieron los maestrantes con el pañuelo verde de rechazar
carteles. Ahora el toro pasa junto al torero sin humillar lo
más mínimo, con los pitones por el chalequillo. Toro de premio
al más bravo de la feria... por los cojones. Ahora, que el
cartel es bueno para las apuestas y discusiones de bar y de
peña. ¿Tiene el torero la montera puesta? ¿Qué pase es el
que está dando? ¿Es la muleta o es el capote? Si es el capote,
¿cómo está ya banderilleado el toro? Ni una porra del
Sevilla-Betis, vamos.
A mí me gustaría que los maestrantes se quitaran el
complejo de cardundiez con algo que no fueran las moderneces,
que no les van. Los experimentos, con el tío de las gaseosas.
Porque por la vía de lo más vanguardistas han vuelto a
inventar los carteles de la Litografía Ortega de Valencia. Pero
en malo.
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