Pues
vaya petardo este Subcomandante
Marcos que es como Sánchez Gordillo pero con capucha y
cachimba, el cuento del envergue. Yo me creía que Marcos era un
visionario y resulta que es como Javier Peinado: un
señor del Cortinglés. La revolución ¿en efectivo
o con tarjeta? Me creía que Marcos se había aparecido
disfrazado de Banana Republic o de Capitán Tapioca para
anunciar al mundo de la buena nueva de mexicanos, levantaos,
pedid tierra y libertad, y resulta que ha roto en señorita Mari
Carmen, la del programa de Luis del Olmo, pues ha venido a decir
a Concha García Campoy que falta media hora para que abran los
centros del Cortinglés.
-- No, si éste acaba en lo de Jesús Quintero con El Risitas
y El Cuñao...
Camino de eso lleva. De momento le ha hecho un flaco servicio
al Cortinglés. La próxima vez que vaya a comprarme una
chaqueta de rebajas de las que vende el trianero Arias, mi
dependiente de cámara, le diré:
-- Hombre, Arias, péguele usted un regate a la etiqueta, no
sea usted menos que el Subcomandante...
Las clientas habituales del efectivo Herrera
me lo pondrán en un brete de butic:
-- Herrera, ¿y usted no le puede dar un golpe de bolígrafo
a la etiqueta de esta chaqueta, como Marcos?
Pero entre tanta agenda de viaje de este chufla mediático me
indigna su agravio turístico-comparativo con Andalucía. Con
razón hablaban del Zapatour... Como que este hombre es un
folleto de Viva o de Mundicolor andante. Cándido el del mesón
segoviano no tiene dinero para pagar la propaganda que le ha
hecho. Se acuerda perfectamente del cochinillo que sirve
Cándido y del plato que usan para trocearlo. Y confesando que
ha trabajado en Sevilla y en Córdoba, no se acuerda de nada.
Absolutamente de nada. Con lo bonito que hubiera sido que
dijera:
-- No, de lo que más me acuerdo es del cordero mozárabe a
la miel del Caballo Rojo de Córdoba.
O que hubiera dicho:
-- Lo que más me gusta es la carne de El Churrasco...
Nada, ni un mal recuerdo. ¿Dónde estuvo en Córdoba,
currando creo yo que más que currelando? ¿Dónde en Sevilla?
¿En una de las siete mil cantinas mexicanas de las franquicias?
¿Era acaso el que nos ponía los guacamoles y la quesadilla en
el tex-mex de Viapol? ¿O fue empleado de Juan Robles, y por eso
no lo dice, porque Robles, como Isidoro Alvarez, aún lo está
buscando porque a la hora de cobrar se dedicaba a borrar del
mostrador los apuntes de tiza de, niño, qué han tomado aquí
los señores?
Algo podía haber recordado de Sevilla o de Córdoba. Ese
puesto de ambulante que dice que puso en la Cibeles podía
haberlo puesto en Sierpes o en Gondomar. Nada. Por lo menos
podría haber dicho que el patanegra que le encanta es de
Sánchez, Romero y Carvajal, a mayor honra y gloria de don
Tomás Osborne, o de Lazo. Nada, agravio a Huelva y a su
serranía absoluto. ¿También era de Guijuelo el patanegra,
hijo mío? A este chufla se le llena la boca de la palabra
"solidaridad" y ni esto es solidaridad ni nada. Tenía
que haber tenido en cuenta que entre calé y calé no vale la
buenaventura, haberse dejado de Cortinglés y de Segovia, y
haber recordado al Tercer Mundo andaluz desde su Tercer Mundo
mexicano.
Sobre el Subcomandante Marcos, en El
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El
subcomandante Marcos o la revolución con móvil
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