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                Las
                recurrentes y eternas dos Españas tienen ahora otra versión. A
                saber: la España escoltada y la España escoltante. La España
                que necesita escolta, léase Constitución y Estatuto, y la
                España que no la necesita, léase soberanismo. El epitafio
                famoso de Larra dice ahora: "Aquí está media España,
                escoltada por la otra media." Por no querer llevar escolta,
                Zumárraga se ha quedado sin concejales socialistas. Unos tanto
                y otros tan poco. Lo que darían muchos por ser concejales de
                Zumárraga, sólo por poder presumir de escolta. Los carguillos,
                barandas y barandillas, se dan una importancia con los
                escoltas... Sé de un presidente autonómico que cada día acude
                al gimnasio para mantenerse en forma. Media hora antes de que
                llegue, el gimnasio es registrado planta por planta por sus
                escoltas. Revisan la cinta de correr, las máquinas, la sauna,
                el jacuzi, las espalderas y hasta los cuartos de baño. Cinco
                hombres como cinco trinquetes azacaneando a las 7 de la mañana,
                para que el señorito corra en la cinta. Para él, los escoltas
                no son hombres ni ángeles del cielo, sino cosas. Le importa un
                bledo que sean las 7 de la mañana. Como si son las 2 de la
                madrugada. Los socios del club, mientras, piensan: "¿Y
                este hombre no se podrían comprar una bicicleta estática y
                hacer ejercicio en su casa?" Es como lo de Román Sudupe,
                que gracias al helicóptero que lo rescató del monte sabemos
                que se va a hacer no sé si senderismo o montañismo con cuatro
                escoltas detrás. ¿No podría comprarse también una bicicleta
                estática este Sudupe, en vez de tirarse al monte con los
                escoltas puestos?
                 Yo quiero hacer en tiempo y forma la reivindicación de la
                dignidad profesional de esos escoltas a los que tienen como
                hetairas por rastrojo, llueva o ventee, mientras los protegidos
                están de copas, o de amiguetes, o hasta en el pùticlú. Mire
                usted, si está usted protegido, empiece por proteger la
                dignidad de los profesionales de su seguridad, que están
                dispuestos a dar su vida por usted. Por usted que ni los
                considera seres humanos y los trata como cosas. 
                Como en mi tierra hay sentido del humor hasta ante lo más
                grave, la clave del dispendio y desprecio de escoltas de Sudupe
                la dio el escolta que protege a un amigo mío. Con el periódico
                del rescate del helicóptero en la mano, este policía ejemplar
                le dijo a su escoltado: "Por favor, don Carlos, no se le
                vaya a usted ocurrir hacer pesca submarina, porque es que yo no
                sé nadar..." 
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