Pensaba que esto de dar los cumpleaños era una de las muchas ordinarieces anglosajonas que hemos importado. Gómez Marín, mi otro profesor, de quien recibo clases particulares de Sociología Clásica, me dice que es signo de nuestra sociedad laica. Ya no vienen las listas de onomásticas, tan galdosianas: "Hoy, festividad de San Juan, celebran su santo el duque de Tal, el marqués de Cual y los señores de Fulánez y de Mengánez." Ahora se estila la ordinariez de publicarte la edad. Días pasados, celebré mi cumpleaños y mi santo. Los más clásicos me felicitaron por San Antonio; los más lectores o telespectadores, el día de la leña del peso de los años. Unos me felicitaban según el santoral; otros, por ese nuevo santoral por lo civil que es la lista de cumpleaños que con tan poca delicadeza da la agencia Efe.

A efectos de las modas de santos y cumpleaños, no diré que enferma, pero España muy católica no está. Me extraña que la Conferencia Episcopal no nos haya pegado ya la habitual bronca pastoral por la pérdida de los valores cristianos y del por aquí te quiero ver. Las páginas de sociedad se ponen al día en la sociedad desacralizada. Pero hasta cierto punto. Hombre, si cometemos la ordinariez de dar los cumpleaños, sigamos con las informaciones útiles y reales, me dice un felicitante por San Antonio. No basta con dar las bodas. A ver si empezamos a dar los divorcios. Basta ya de ñoñas reseñas de bodas de chaqué en Los Jerónimos. Seamos realistas, pidamos lo habitual, las notas que digan: "De mutuo acuerdo, se han divorciado en los juzgados de la Plaza de Castilla los hasta ahora señores de García Martínez(don José), ella de soltera Virginia Pérez..." Eso sí que será información útil. Así no meteremos más la pata hasta el corvejón con Pepe García, cuando nos lo encontremos, le preguntemos por Virginia y nos diga: "¿Ah, pero no te enteraste que Virginia y yo nos divorciamos hace un año?" Y si añaden que Virginia se quedó con el piso y con los niños, y que Pepe se ha quedado con una mano detrás y otra delante por irse con esa lagartona, será ya la maravilla de las maravillas.

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