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Editan
libros, dan conferencias, montan exposiciones sobre los veinte
años del Estatuto de Autonomía, sobre lo que pudo haber sido y
no fue (Antonio Machín). Tiene también razón el tango: que
veinte años no es nada. Pero absolutamente nada. Veinte años
de autonomía no han servido para acabar con el permanente
estado de dependencia que tiene Andalucía. Antes se dependía
de Madrid; ahora se depende de Sevilla, en una economía de
intervencionismo público, de subvención, que contrasta con una
Europa que consagra el libre mercado.
Aquí funciona la que llamamos un día Ley Cruzcampo. Cuando
una empresa va bien, se le pega el pelotazo y se vende a una
multinacional... o a unos vascos. Cuando una empresa va mal, se
pide una subvención a la Junta para tirar para adelante,
reflotarla y proceder a su venta a una multinacional o a unos
vascos en cuanto se presente la ocasión.
Aquí funciona la Metáfora Astilleros, la Metáfora
Mercadona. La Metáfora Astilleros de Cádiz es que se cierran
los astilleros y en sus terrenos ociosos se abre un Cortinglés.
La metáfora Mercadona es que se cierran las minas de
Aznalcóllar y se recolocan sus trabajadores en un almacén de
distribución para grandes superficies que monta Mercadona en
Huévar, tras trincar las correspondientes subvenciones.
Aquí la gran industria es el turismo, pero de ella apenas
sacamos los jornales de los camareros y de los conserjes. Los
turistas vienen a hoteles de propiedad extranjera o por lo menos
mallorquina. Los traen compañías aéreas alemanas. Comen con
cubiertos, platos, copas y manteles que tenemos que comprar
fuera de Andalucía, porque aquí cerramos la Intelhorce y la
Hytasa que podían hacer los manteles y las servilletas. Todo el
valor añadido de los que vienen aquí a tomar los baños se nos
va, eso, a los baños.
Y por si esto fuera poco, los nuevos señoritos perpetúan
los esquemas de los antiguos. No llamo nuevos señoritos sólo a
los maestros de escuela ascendidos a consejeros de la Junta.
Llamo nuevos señoritos a esa clase empresarial emergente de
corte parasitario, que vive en buena parte de los contratos de
la Junta y que le pone tan buena cara a los socialistas. Estos
nuevos señoritos son los que se compran los fincones y los
casoplones, los que enganchan en feria, los que alardean de
caballos, de barcos, de amigos famosos, de barreras en las
plazas de toros. Están encantados con la Junta y la Junta está
encantada con ellos.
Y tanto poder tienen, que han conseguido que el Ayuntamiento
de Sevilla, socialista, les ponga una feria para ellos solos.
¿Para qué ha servido la Feria de San Miguel? Para que un
ayuntamiento de izquierdas, con dinero de todos, ponga una feria
de caballos, enganches y relaciones públicas a los nuevos
grupos de presión. ¿Saben ustedes cuántos caballos se han
vendido en la Feria Ganadera de San Miguel? Pues un solo
caballo. Miento: un caballo y una opción de futuro sobre el
potro que dé a luz una yegua preñada. ¿Cuánto nos ha costado
a todos el corretaje de ese caballo con el que un señorito
particular ha hecho su negocio? Los veinte años de Estatuto, y
vuelvo al principio, no han servido para erradicar los versos de
Pemán sobre la feria de Jerez: "Rumbo y elegancia de esta
raza vieja/que gasta diez duros en vino y almejas/ vendiendo una
cosa que no vale tres." Con el agravante de que los
jerezanos señoritos pemanianos se pagaban de su bolsillo los
diez duros de vino y almejas, mientras a los hispalenses
señoritos de ahora les subvenciona el Ayuntamiento el vino y
las almejas con el dinero de todos.
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