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Carlos
III, aquel Borbón que fue el mejor alcalde que tuvo el Madrid
de los Austrias, decidió un día en sus ideales ilustrados
acabar con los bandoleros de Sierra Morena. Mandó llamar a un
enciclopedista indiano que andaba por la Corte, a Pablo de
Olavide, y en plan déjame que te cuente, limeño, le encargó
la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, las
que llevan regios nombres dieciochescos como La Carolina, La
Carlota o La Luisiana. El proyecto arbitrista, tan de la
mentalidad de la época, era poblar los descampados, para que la
presencia de campesinos llevara hasta la sierra la ley del
llano. Pablo de Olavide quería cambiar aquella copla que los
bandoleros cantaban por las breñas donde Don Quijote se había
ido a hacer penitencia: "El Rey mandará en el llano/que en
la sierra mando yo."
Olavide, que se conocía el paño, entendió que aquel
proyecto no se podía hacer con españoles chapuceros. Y abrió
oficinas de reclutamiento en la Baviera católica o en ese
Scheleswig-Holstein que ahora escribimos "Grecia" para
evitar faltas de ortografía, a fin de encontrar voluntarios
para repoblar Sierra Morena. Dio a los colonos tierras, casas,
aperos de labranza y una yunta de bueyes, y pronto
desaparecieron los bandoleros, que no aportaron hasta un siglo
más tarde, justo cuando Fernando Villalón los necesitaba para
sus "Romances del 800". En cierto modo, lo de Olavide
fue como una regularización de las pateras de su época. Y
hasta tal punto se españolizaron aquellos inmigrantes, que
acabo de mirar la guía de teléfonos de La Luisiana y aún me
he encontrado varios Hans y unos cuantos Hebles, descendientes
de los colonos.
Al ver el apellido Muehlegg del famoso Juanito de los
rojigualdos banderazos sobre los hielos de Salt Lake City,
pienso que los ideales ilustrados de Olavide son la solución
para el patriotismo constitucional. Más que un solo Muehlegg en
Salt Lake City, necesitábamos miles de ellos sueltos por todos
esos territorios más o menos históricos donde a España la
llaman de mote el Estado Español... y cosas peores. Lo mal
repartido que está el mundo: unos renegando de España y otros
convirtiendo la meta olímpica en una jura de bandera. Para
patriotismo constitucional, ni la ponencia del PP ni nada: los
inmigrantes. ¿No van a solucionarle a Trillo los problemas de
ardor guerrero en los cupos de soldadesca profesional? Igual
podrían enseñarnos a no sentir vergüenza de ser españoles y
a llevar a la práctica las obviedades que tiene que recodar
Jiménez de Parga. Por eso me he alegrado mucho que se haya
solucionado lo de Fátima la del Shador. A poco que se normalice
su escolarización, a ésta la tenemos también dentro de poco
envuelta con la bandera y quitándole el sitio a Marujita Díaz.
A este paso tendremos que importar patriotas como Olavide
colonos.
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