| La
                última vez ocurrió en la apertura de la Feria Mundial del
                Toro. Pude allí comprobar lo que me habían contado. Que cuando
                el Rey se encuentra a Curro Romero, le dice siempre, mientras en
                su borboneo de cuna le echa el brazo por lo alto:
                 -- Curro: cuando te veo, ¡cómo me acuerdo de mi madre...! 
                La frase, tantas veces repetida en una recepción, no es que
                hable muy bien del Rey. Es que sencillamente dice cómo es Don
                Juan Carlos. 
                -- ¡So pelota! 
                -- Pelota no, que cuando hay que decir algo del augusto nieto
                de Doña María, escribo lo que muchos piensan, pero callan... 
                Que venía diciendo que ese recuerdo a Doña María en los
                mitos de su afición torera habla muy bien del Rey. Y por esa
                misma razón, estoy seguro que el Rey, aunque no lo diga, cuando
                está en un puerto, o a bordo del "Fortuna", o
                patroneando el "Bribón IV", seguro que por dentro
                piensa y sin palabras dice: 
                -- Mar de España: cuando te veo, ¡cómo me acuerdo de mi
                padre...! 
                Igual que el Rey va a los toros en memoria de su madre, me da
                el pálpito de que le gusta tanto ponerse en los actos oficiales
                el uniforme de almirante de la Armada en homenaje a Don Juan.
                Aparte de ese sastre de
                paisano que comparte con todos los que quieren pintar la mona
                sartorial y que es imposible que pueda coserle a todos, el
                Rey debe de tener un fondo de armario de uniformes que ya lo
                quisiera Casa Cornejo para su guardarropía. De maestrante de
                Zaragoza o de general de la Brigada Paracaidista, ni el armario
                de Madelman es tan completo. Y de todos esos uniformes,
                estadísticamente el que más usa es el de almirante de la
                Armada, y como su padre, con las veneras de las cuatro órdenes
                militares bordadas al pecho. Don Juan Carlos es el Rey Almirante
                que su padre no pudo ser, y en ese uniforme se ve la delicadeza
                de un amor filial. 
                Amor ahora también escrito en la lista de la Armada, con esa
                fragata "Almirante Juan de Borbón" que va a ser
                botada en El Ferrol. El almirante que aquel guardiamarina del
                San Fernando del 14 de abril no puso ser, navegando en el nombre
                de un buque por los mares de su España y por la España de sus
                mares del mundo. No podía ser un portahelicópteros; el nombre
                de Don Juan tenía que llevarlo algo tan marinero como una
                fragata. Cuando esa fragata llegue al ancho abrazo salinero de
                la bahía de Cádiz, desde las jarcias del "Juan Sebastián
                Elcano", habrá un bergantín-goleta que siga recordando al
                marino que en el "Saltillo" que cruzaba los mares de
                sus amores. Y ese día, como cada vez que está ante el
                Atlántico, dirá para sus adentros el Rey: 
                -- Mar de España: cuando te veo, ¡cómo me acuerdo de mi
                padre...! 
                 
     
                 
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