Hasta
ahora estábamos siempre celebrando los veinticinco o los veinte
años de algo, que si Reinado de Don Juan Carlos, que si
Transición, que si Constitución. Ahora empezamos a celebrar
también los diez años. Se cumplen diez años de la Expo, diez
años del Ave, diez años de las comisiones de la Expo y del
Ave. Diez años de todo. Y este décimo cabo de año es buena
ocasión para advertir cómo cambiaron aquí las mentalidades
con El Evento por Antonomasia. A nuestro juicio, hubo por lo
menos cinco cambios fundamentales, a saber:
1.- Con la Expo se descartaron para siempre la industria y la
agricultura como productoras de riqueza.
2.- Con la Expo se abrazó con fe de conversos la dedicación
en monocultivo de nuestra tierra al Turismo y a los Servicios.
3.- Con la Expo se pasó del criterio de inversiones productivas
a la demagogia del dispendio del gasto público en fastos varios
y administraciones sobredimensionadas.
4.- Con la Expo se perpetuó el modelo de la máxima
intervención del Estado, en una sociedad de funcionarios que
paradójicamente se proclamaba de como de libre mercado y de
iniciativa privada.
5.- Con la Expo se perpetuó la dependencia de la sociedad
civil de la superestructura política de los partidos en el
poder.
Esto, que hasta ahora era así, de golpe ha hecho crisis con
el magno proyecto de convertir
a Sevilla y a Cádiz en cabecera de la industria aeronáutica
europea, a lo Toulouse. El profesor Domínguez Abascal ha
dicho que ese proyecto es siete mil millones de veces más
importante que la Expo. Pero sus palabras han formado parte de
la habitual oratoria civil de las predicaciones en el desierto.
El entusiasmo despertado por ese proyecto es perfectamente
descriptible. Hay razones para que así ocurra. Se trata de
hacer de Sevilla la capital de la Industria del Aire. Eso no es
lo nuestro. Lo nuestro es seguir siendo la capital de la
Industria del Humo. Para los vendedores de humo que nos
pastorean desde hace veinte años es más fácil vendernos los
habituales proyectos de la Industria del Ocio que una cuestión
de chapas, de tornillos, de motores, donde se producen bienes
tangibles y no pernoctaciones. Con la fiebre de las
pernoctaciones turísticas aquí le dimos el pase de pernocta a
cualquier proyecto industrial, como entre el PER y la ventanilla
de las subvenciones de Bruselas se lo dimos a cualquier proyecto
de producción y transformación agrarias. En el campo se
siembran subvenciones y se trabaja de sol a sol cobrando el
paro. En la industria la más frecuente actividad es el pelotazo
de la venta del solar de la fábrica, tras haber pactado su
recalificaciòn con uno de Urbanismo que traga, vamos que si
traga...
Todo esto se quiebra con el proyecto de esa Industria del
Aire, de esa pretendida capital aeronáutica. Que no es nada
nuevo. Eso sí que cae por la parte de "los andaluces
queremos volver a ser lo que fuimos". Sevilla fue pionera
de la aeronáutica a comienzos del siglo XX. Tablada fue una
especie de Cabo Kennedy de su época, desde donde partían los
pequeños pasos de Barberán y Collar o de Jiménez e Iglesias,
que fueron grandes pasos para la humanidad. Aquella Hispano
Aviación cuna de las Comisiones Obreras no se llamaba Hispano
Aviación por casualidad. En Construcciones Aeronáuticas no se
despachaban precisamente tapas a los turistas del Ave ni se
alojaba a los congresos mundiales de dentistas. Fue una realidad
del tejido industrial que se desmanteló, como todo el
desarrollismo de los años 60 y 70. Con ese tejido deshilachado,
tejido de Hytasa por ejemplo, nos hicimos una chaquetilla blanca
y nos colocamos todos de camareros. O pusimos una tienda para
vender a los turistas camisetas. Camisetas fabricadas en
Cataluña, naturalmente.
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