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De
entrada, algo que quiero que quede bien claro: cada cual puede
casar a sus hijos como tenga por conveniente. Incluso como hacen
muchísimos padres: muy por encima de sus posibilidades,
entrampándose hasta los ojos. Reconocido este derecho,
admitamos que debe tener sus limitaciones políticas. Si el del
novio o de la novia es doblemente padre político, porque se
dedica a la política antes del estreno de su condición de
suegro, debe exigirse cierta coherencia. Por ejemplo, está feo
casar a la hija en El Escorial y por todo lo alto, porque luego
no vea usted cómo largan por esa boquita los de la oposición
socialista y los de IU a causa del casamiento austrohúngaro.
Recordarán la que le liaron a Aznar por el bodón de la niña
con el novio, que como considero innombrable por si acaso no
pongo aquí su gracia. La suegritud le salió a Aznar bastante
cara. Casarse la hija y que empezara el crecimiento de enanos,
del chapapote a la guerra, fue una y la misma cosa.
Pero eso es Aznar. Los mismos
que largaban contra la boda de la niña de Aznar se han puesto
el chaqué para ir a la boda del niño de Chaves y salir en
"Corazón, corazón" y aquí no ha pasado nada.
¿Usted ha leído la menor crítica al bodón del hijo de Chaves,
al desfile de chaqués en la Catedral de Sevilla? En absoluto.
Sobre esa boda se ha hecho un silencio similar al de Canal Sur
sobre la Pantoja, debe de entrar todo en el mismo paquete.
Cierto que Chaves puede casar a
su hijo como quiera. Chaves como señor particular. Manuel
Chaves González. Pero Chaves es presidente de la Junta. Y al
presidente de la Junta de Andalucía se debe exigir cierta
coherencia. Sobre todo cuando se traen tanto discurso sobre los
modos de la derecha caduca, la influencia de la Iglesia y la
Segunda Modernización. Por lo visto la modernidad y el progreso
consisten ahora en ponerse el chaqué para hacer un bodón como
el de Aznar. ¿Qué tiene la Catedral de Sevilla que envidiarle
al Escorial? Sí, ya sé: Chaves no pidió el altar mayor, que
el arzobispo, que es de la causa, se lo hubiera dado encantado.
Un presidente debe casar a su hijo con cariño, con esplendidez,
pero sin contradicciones. Un año después de largar contra la
boda de Aznar no se puede repetir el modelo a escala
autonómica. Y además, si son tan agnósticos, y cuidan tanto
que no den Religión en la escuela, y creen tan firmemente en
los derechos de las parejas de hecho, ¿a qué viene esta
exaltación del matrimonio católico y en la Catedral? ¿Qué
hace el padre del novio de un matrimonio católico defendiendo
luego el aborto y la supresión de la Religión en la escuela en
cuanto se quita el chaqué de la ceremonia y del banquete en
Casa Robles? Porque no lo celebraron en un salón de eventos de
la carretera de Brenes: no, en Robles del Aljarafe, que no farte
de ná.
Claro que ante tantas
incoherencias y contradicciones de una izquierda que renunció
hace mucho a sus ideales, que más que transformar el mundo se
transformó a sí misma, que se enriqueció en el poder, y cuyos
modos de vida y patrimonios inmobiliarios son absolutamente de
derechas, no sé de qué me espanto. El que se espantaría de
verdad sería el turista alemán que los viera salir a todos de
tiros largos de la Catedral, preguntara quiénes eran y les
dijeran:
-- Son de todos muy de
izquierdas, del Partido Socialista Obrero, que celebran la boda
del hijo de su presidente...
El turista diría:
-- Pues si los hijos de los
dirigentes del partido de izquierdas se casan así, ¿cómo se
casarán los del partido de derechas?
Y el sevillano le diría:
-- Pó peó...
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