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Aquella
mañana en que iba a casar casi en secreto a Curro
Romero con Carmen Tello, llegó con su primer teniente de
alcalde a "La Bella Sombra", entró en el salón, le
sacaron un sillón Luis algo y como una sacerdotisa del Código
Civil se sentó a esperar que acabaran de llegar invitados
importantes perdidos por las carreteras del Aljarafe. Regla
Jiménez llegaba a la casa de Curro con media en las agujas,
pero allí estaba, amiga de sus amigos, en esa especie de
Polígono Matrimonial del Arte Andaluz que había montado en su
término municipal. Una de las industrias que Regla Jiménez
hizo florecer en Espartinas fue la de las bodas civiles. No se
olvide que antes que a Curro y Carmen casó civilmente a Juanito
Valderrama con Dolores Abril. Y porque los Rato son muy de
la Iglesia, que, si no, también casa a Juan
Antonio Espartaco con Patricia.
Sentada en el salón esperando
duquesas, la observé en su silencio, mientras todos decían por
lo bajini que la pobre Regla estaba ya muy malita. Me
enterneció su planta de Madre Coraje del Aljarafe. En la
España del chaqueteo, Regla conservó con toda dignidad el
traje de sus fidelidades políticas. A otros los sacaba de
quicio, pero a mí, ¿qué quieren que les diga?, me enternecía
Regla, impasible el ademán ante las mayorías absolutas del
PSOE. Cada vez que pasaba por Espartinas y veía los rótulos de
las calles, me acordaba de lo que me decía Carmen Tello:
-- Hay que ver cómo es
Regla...
En los azulejos de las esquinas
estaba toda la Historia de España anterior a 1975. José
Antonio Primo de Rivera incluido. Tuvieron los concejales que
cogerle las vueltas a Regla para retitular con su nombre la
calle de José Antonio. En una Andalucía de oportunistas, Regla
no ocultaba sus sentimientos. Cuando todos en el PP decían
venir de la UCD y del centro mediopensionista, Regla proclamaba
que ella venía del internado de Alianza Popular, sector Fraga,
por supuesto.
Tenía gracia y tenía golpes.
Es para que pase a la Historia el lance del crucero. Como señal
de agradecimiento por sus detalles, Fraga escribió un día a
Regla diciéndole que la iba a regalar un crucero. Era un
crucero gallego, naturalmente: una artística cruz de piedra,
con un Cristo de los caminos de Valle y Rosalía. Pero Regla
tomó lo del crucero en su acepción turístico-marítima,
vacaciones en el mar, vamos. Y honrada y transparente como pocas
en el ejercicio del poder y el uso de los caudales públicos, no
se quiso quedar con nada. Otra alcaldesa se hubiera ido ella
sola al crucero regalado sin mirarle el diente, y al pueblo que
le fueran dando. Pero Regla puso por toda la villa un anuncio
que decía: "Fraga va a regalar al pueblo un crucero. Los
que quieran ir pueden apuntarse en el Ayuntamiento."
Cuentan que la cola que se formó inmediatamente daba dos
vueltas a la manzana. Todos querían ser como los protagonistas
del telefilm del barco del amor o como los pasajeros de aquellos
cruceros que anunciaba Mari Cruz Soriano, la del piano. No es
para descrita la frustración colectiva que sintió Espartinas
cuando se aclaró que el crucero al que convidaba Fraga era de
piedra, muy artístico, eso sí, y que no había transatlántico
de lujo alguno. Lo que le regalaba don Manuel a Regla era una
cruz de piedra y no un viaje por las islas griegas que partiera
del puerto de Vigo.
Ahora que Regla Jiménez ya no
está creo que aquel crucero que pensó existió realmente.
Regla montó a Espartinas en la ilusión del barco de sus
sueños políticos y se puso a navegar contra las tormentas de
una Andalucía adversa, con la brújula siempre muy bien
imantada. Espartinas era como una hija de esta Madre Coraje del
Aljarafe.
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