Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16,  5 de agosto de 1993

Antonio Burgos

La dieta de Juana la Calentera

 

La dieta de moda es como una canción de Serrat: mediterránea. Todos tenemos una idea aproximada y de bulto de la dieta mediterránea, como de todas las ideas dominantes en nuestros días. Cuanto más información nos llega y más puntualmente, más conocemos el mundo a mogollón y las ideas dominantes a ojo de buen cubero. Sabemos aproximadamente qué es el Estado del Bienestar y qué es la sociedad de libre mercado.

---- Bueno, no se preocupe usted. Hay quien sabe de estas cosas lo mismo que usted y que yo, es decir, nada, y pronuncia sobre ellas unas conferencias divinas en los cursos de verano, a los que les saca un dinero muy curioso, colocando el mismo rollo en Santander y en El Escorial, en Santillana y en Ibiza, en Aguadulce y en La Rábida, y ¿qué digo en La Rábida sólo? En La Rábida, en Punta Umbría y en ver los barcos venir al amanecer del día...

Asistimos a unas discusiones complicadísimas, en las que los políticos se enzarzan en unas cuestiones de las que ellos quizá sabrán muchísimo, pero que nosotros concebimos vagarosamente. Y nos hartamos de leer divulgaciones de conceptos que desconocemos en lo fundamental.Créanme si les digo, con el corazón en la mano, que yo, la verdad, no sé exactamente lo que es la dieta mediterránea...

--- Tampoco se preocupe por eso. La dieta mediterránea no hay que saberla, hay que tomarla en las tres cosas que dicen los cubanos de Miami que son el gran fracaso de la revolución de Fidel Castro: el desayuno, el almuerzo y la cena.

La verdad, no sé si la dieta mediterránea es hartarse de tostadas con aceite puro de oliva, o si es ponerse morado y oro de jamón de Jabugo, o si es darle al picadillo estival, al gazpacho y a la ensalada con melva canutera del Estrecho, que por algo es el inicio del Mediterráneo propiamente dicho. Es más: no sé si lo que vende Karlos Arguiñano es dieta mediterránea o no. Cosas peores se han visto. ¿ No vende socialismo un señor de derechas como Felipe González? ¿Qué habría de extrañarnos que un señor de la cultura del Cantábrico como Karlos Arguiñano vendiera dieta mediterránea con perejil, eso sí, pero que con muchísimo perejil?

Hablando de perejil. Del mismo modo que San Pancracio es un Inem a lo divino con perejil, la dieta mediterránea es la vela de promesa que encendemos a un santo terrenal para que cuide por nuestra salud, santo que suele ser un bromatólogo. Que no sé por qué los bromatólogos se llaman así, cuando en materia de "la ingesta", como ellos dicen tan cursimente, no gastan bromas y te quitan de las grasas, del pescado azul, del café y de los licores en cuanto te descuidas. A cualquier precio quieren que la ingesta no sea indigesta, lo cual constituye ciertamente una gesta. Que solucionamos haciéndolo pasar todo por dieta mediterránea. Para los pecados contra los mandamientos de la ingesta, la dieta mediterránea es el confesor de manga ancha que todo lo perdona:

--- Venga, Manoli, tómate ya esta cola de toro, que es dieta mediterránea pura...

¿Habrá algo más mediterráneo que el rabo del Minotauro de Creta, que es el único que le falta por cortar a Jesulín de Ubrique esta temporada? No sé si será dieta mediterránea, pero estas mañanas de agosto me encanta desayunar café con calentitos, como les llamamos los sevillanos a los churros; que churros les llamamos a otras cosas, la política económica del gobierno y así. Bueno, pues Juana la Calentera del Arco del Postigo que me los vende está muy preocupada, porque a pesar de nuestras dietas mediterráneas tiene el azúcar alto. Nunca a nadie como a Juana la Calentera le he oído, como se lo escuché la otra mañana, un manifiesto nacionalista español de la dieta. Muy preocupada, mientras me ponía los calentitos en el papelón, Juana me dijo, pensativa y filosófica:

--- Como que la diabetes debía sé ná má quelos extranjeros, que almuerzan con cualquier cosita, y no nosotros, que nos gusta tanto comé...


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