Antonio Burgos / El Recuadro

El Mundo, 29 de septiembre de 1996

Antonio Burgos

Manual de idiotas

 

Pues tengo que decirles al niño de Vargas Llosa, al cubanote Carlos Alberto Montaner y a ese Plinio Apuleyo Mendoza que tiene nombre de galán de culebrón de Galavisión, que se den urgentemente una vueltecita por aquí abajo, si es que piensan meter añadidos en la próxima edición del Manual del perfecto idiota latinoamericano... y español, del que son autores y que acaban de presentar en la Casa de las Américas, que para los provincianos sigue siendo la casa de las psicofonías de Raimunda. Ese manual nos coge a los andaluces por los cuatro costados. Total, Cádiz es La Habana con más salero y Andalucía es la España más España de todas las Españas. Por lo cual las proporciones de idiotas, como la audiencia de Los Morancos, superan aquí ampliamente las medias nacionales. En todo lo que sea para hartarse de llorar, Andalucía está siempre muy por encima de la media nacional.

Si vinieran Vargas Llosa, Montaner y Mendoza, tampoco tenían que esforzarse mucho por encontrar idiotas. Les salía del tirón el capítulo sobre el perfecto idiota andaluz . Les bastaría con ver lo que proclama la luneta trasera del primer taxi que cogieran en el aeropuerto: "Soy andaluz y rociero, casi ná"... O con mirar el rótulo de aquel bar: "Especialidad en simpatía". O con abrir las páginas de un periódico: "Es un clamor y no se hablaba ayer en Sevilla de otra cosa..." Nada digo si iban a la Junta y les presentaban a algunos consejeros. Entonces iban a tener un problema bastante considerable: de esa galería importante, ¿quién es más idiota? Más que un manual, les iba a salir una guía telefónica. Hay consejeros con nombre de filósofo que son declaradamente tontos contemporáneos con balcones a la calle, a la calle Palos de la Frontera, e incluso con balcón de esquina, a la dicha calle y a la avenida de Roma, donde los de Hytasa y los boticarios ponen su campimplaya.

Si vinieran Vargas Llosa, Montaner y Mendoza le harían una fotografía al escaparate de ese horno malaventurado donde han hecho en picos de Alcalá la idiotez de poner "Sevilla 2.000" y los cinco aros que aprovecha otro que tal baila para que pasemos por ellos. Escribirían en el manual que esto de cara al 2004 es la segunda edición de la idiotez colectiva aquella en la que todo era de cara al 92. Dirían en el libro que con tanto ir de cara hacia las utopías solemos ir de culo a las realidades. Y anotarían con la extraña tozudez con que repetimos que aquí hay una gracia que no se puede aguantar.

Los autores del manual dan como ejemplos de idiotas a Fidel Castro, Jordi Pujol, Cristina Almeida, Pedro Almodóvar o Loyola de Palacio. Aunque todos juntos no superarían los sobrados méritos de Ñañe para figurar en el libro, lo que sí nos cuadra como pueblo es la definición que hacen de la idiotez como actitud política: "Dícese de aquél que cree que el Gobierno debe resolver sus problemas, o incide en culpar al capitalismo de la pobreza, o dice que la riqueza es obligación del Estado, o afirma que el nacionalismo justifica el aislamiento o culpa a EE.UU. del tercermundismo".

Y para que no digan de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, estoy por llamar a Vargas, Montaner y Mendoza para que me digan si lo mío es grave. A pesar del ajuste de Astilleros y de que la Junta le manda al Parlamento, como si fuera una criada, que vaya a por cuarto y mitad de protesta por la financiación autonómica, estoy contentísimo. El Betis está el primero y el sábado torea Curro. Casi ná.


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