Antonio Burgos / El Recuadro

El Mundo, 18 de diciembre de 1996

Antonio Burgos

Sevilla, madre y maestra

 

Gracias a Sevillana de Electricidad, al Señor del Gran Poder lo alumbra desde ahora la fibra óptica. Si nos pusiéramos transcendentales diríamos que esto es absolutamente barroco: le ponen fibra óptica Al Que Ilumina a Sevilla. Rezarle al Gran Poder con los rayos de la fibra óptica es ahora como decirle el credo nicenoconstantinopolitano por lo moderno: Luz de Luz. Y sin ponernos transcenden...cuales, para que no nos digan que estamos de un capillitón espantoso, eso está muy bien. Hombre, menos mal. Ya era hora de que algo de la Hermandad del Gran Poder que no lo pagara Lopera el del Betis, con su pedazo de tinte de chorreón y con el roneo de la estampa del Señor del Sevilla, al quiere convertir en el Señor del Betis, razón por la cual la hermandad le leyó la cartilla.

Ahora que a quien no le arriendo las ganancias es a Sevillana de Electricidad, señor presidente don Fernando de Ybarra y López Dóriga, marqués de Arriluce de Ybarra. No sabe usted donde se ha metido, al no tener en cuenta el viejo lema de Santiago Montoto: "Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías". Ahora todas las grandes hermandades de Andalucía, ésas que son una institución en cada ciudad, querrán que Sevillana les ilumine con fibra óptica la imagen titular. Al ver lo de Sevilla y el Gran Poder, querrán fibra óptica para El Abuelo de Jaén, y para El Greñúo de Cádiz, y para El Prendi de Jerez, y para El Rico de Málaga, y así sucesivamente. Aquí, mucho largar contra el centralismo sevillano, pero en resto de las provincias cada vez se imita más el modelo de la Semana Santa hispalense, para bien y para mal. Aparte del peligro cultural que eso representa, que por ejemplo el modo sevillano de llevar los pasos esté arrasando con las tradiciones locales de costaleros y cargadores, el fenómeno es preocupante por lo que decía Jacinto Benavente, que lo cito porque como nunca lo citan ni Gómez Marín ni Ignacio Camacho está el pobre bastante cabreado con Galbraith, que parece que tiene la exclusiva.

En un plumazo genial, decía Jacinto Benavente (el que era igualito, igualito que el hijo de la madre de Estrellita Castro, escritor, no, lo otro) que bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos. Los defectos de la Semana Santa sevillana han pasado a sus imitaciones andaluzas. Sobre todo, eso asfixiante de que los autotitulados y jartibles cofrades están de capilliteo todo el año, y cuando no sacan una imagen con motivo de las bodas de oro del mayordomo quieren que la coronación canónica de San Juan, el del dedo tieso. Esta Sevilla de las convivencias y de las sinvivencias; de las casas de hermandad; del Consejo de Cofradías como lobby local; del poder de los hermanos costaleros para elegir juntas y de los hermanos músicos para grabar discos; de los capataces-estrella; de los ensayos de las cuadrillas con una parihuela y un casé dale que te pego todo el año; de los cofrades con aficiones de curas; de los siete mil carteles; de los setecientos mil pregones; de los ciclos culturales y de las restauraciones, quizá lo peor de la Semana Santa, que es una maravilla de Domingo de Ramos a Sábado Santo, pero ya está, se acabó... Todo esto, decía, es lo que Sevilla ha exportado al resto de Andalucía, sin que nadie en el mundo cofradiero no hispalense abra la boca sobre el centralismo sevillano. Lo digo porque una ceremonia simpaticona del capilliteo de pescado frito de siempre, como la entrega de tapas del pregón al pregonero en un bar de Triana ( por lo que nunca supe si son tapas de calamares o tapas de ensaladilla), la cogen en Rota y me la convierten en un tan solemne como ridículo acto en una iglesia, con banda de hermandad tocando marchas y oración del pregonero a la Patrona. Que tenía que ser:" Ilumínanos para ser nosotros mismos y no Sevilla".


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