La Galicia de Don Manuel

Menudo cambio le ha dado Fraga
a su Baviera, sin alardear de cambios...

Hay periodistas que no van a ninguna parte sin avisar previamente de que llegan, por la que pueda tronar, aceptación de convidadas incluidas, y llaman a todos los organismos, entidades y, por descontado, jefes de prensa y relaciones públicas con los que hayan tenido el menor contacto profesional alguna vez. Otros vamos sin avisar, sin querer conocer a nadie, pagando de nuestro bolsillo, sin compromisos, convidadas ni invitaciones, lo cual nos permite de poder ir a nuestro aire y de pegar la oreja. En pleno ejercicio de su soberanía me he plantado en Galicia a ver qué respiraba la gente en los días finales de la campaña electoral. He sacado muy diversas conclusiones, que se resumen en dos:

1. La gente está encantada con Don Manuel. Don Manuel, de Verín para arriba, no es otro que Fraga. De Verín para abajo es Fraga e incluso para los malasangres es Iribarne, que sin saberlo lo nombran del mismo modo que lo mentaba Franco. Pero allí en Galicia no hay que decir de qué don Manuel se está hablando cuando se habla de don Manuel.

2. Don Manuel le ha dado un empujón bastante importante a Galicia, del que poco se sabe en el resto de España y que, si se sabe, no se quiere reconocer. Ya quisiera yo en algunas zonas de Andalucía tener la red de carreteras que don Manuel ha hecho en su Galicia, sin tanto cuento de modernidad y de progreso. Eso sí que ha sido El Progreso de Lugo... Yo me acordaba de aquella Galicia de cuando aprobé la Reválida de Cuarto, la de los carros de bueyes por caminos de tierra. Lo mejor de la red de carreteras autonómicas y provinciales de Galicia es que, como allí nadie se ha llevado maletines ni ha habido "caso Cacerolo", los firmes están que da gloria verlos, no pasa como, por ejemplo, en la Autovía del 92, donde ya les expliqué que hay tramos de dos maletines, de tres maletines, según esté de mal el firme por el cemento que le echaron de menos los de la mangoleta.

Me gusta mucho Galicia, porque es el único lugar de España donde puedes comer percebes sin que venga Alfonso Ussía a decirte con cualquier pretexto ( el bellísimo pretexto de su artículo sobre Curro Romero mismo), que le debes una invitación. ¡Ay, lo que hubiera disfrutado ese Ussía en la Feria del Marisco de O Grove, donde estuve, la de percebes que me hubiera mangado por la cara, con cargo a cuenta de resultados de nuestras pendientes convidadas...! Pero más que por la percebería, me gusta Galicia cada vez más porque, una de dos, o uno es forofo de su modelo político o social, o allí el subdesarrollo cada vez se ve menos. El subdesarrollo es algo que se masca. Si lo sabré yo, que escribí Andalucía, ¿Tercer Mundo? como libro de cabecera del subdesarrollo andaluz. El subdesarrollo gallego era para mí la vaca. No la cabaña ganadera, no el vacuno de Lugo: la vaca. Ya saben: la vaca de toda la vida. Una señora con unas botas de goma, unos calcetines, un paraguas al brazo y la vaca, su única, su verdadera vaca, que es una vaca como de la familia. En mi último recorrido por Galicia, donde me he hecho 800 kilómetros, he advertido que la vaca gallega ya no es lo que era. O bien la señora gallega le tiene menos cariño a la vaca, o que ya tiene más vacas. Porque ahora he visto más bien rebaños de vacas, y polígonos industriales donde ponen en regadío la creación de riqueza de la vaca de toda la vida.

No voy a ser tan iluso de creer que el subdesarrollo gallego ha terminado, como tampoco ha terminado el subdesarrollo andaluz. Hay subdesarrollos que hasta cierto punto son señas de identidad. Lo que quiero decir es que Galicia da menor imagen de atraso que hace diez años, por poner una fecha. No se ven coches tan viejos como se veían antes, ni esa sensación de miseria que se palpaba en muchas aldeas. O mucho me equivoco, o don Manuel ha gobernado estos años con aquel grito de guerra que daba don Ramón Areces cuando convidaba a almorzar a sus amigos:

-Que no huela a miseria...

En ningún otro sitio he visto tantos hoteles, hostales, hosterías, paradores como en Galicia. Vas por esas Rías Bajas y te los encuentras a pares, a medias docenas, en las más pequeñas de las aldeas de un concejo. Ni tantos bares y restaurantes. Dicen que los andaluces tapeamos. Al lado de lo que tapean los gallegos, somos monjes cartujos. El famoso minifundismo gallego creo yo que ha pasado de la agricultura a la hostelería, por citar el ya mentado O Grove, yo creo que O Grove tiene más bares que Sevilla. En el paseo marítimo por descontado que hay más que en la calle Sierpes.

Y luego está el paisaje de don Manuel, que es el paisaje humano. Me fui a un mitin al polideportivo de Villagarcía de Arosa, para ver a don Manuel en su salsa. Llegó puntualísimo, casi antes que el público, renqueante de remos, con sus papeles bajo el brazo, con la modestia de un catedrático que va a dar la clase de las 9:

-Buenas noches, ¿por qué puerta se entra, señores?

He visto llegar a otros líderes a otros mítines, y los escenarios se venían abajo... como si fueran las Spice Girls. Lo de don Manuel era distinto. Le aplaudían como a algo cercano, suyo, no como a un endiosado producto de la televisión y los medios. Con razón me explico que la razón de la oposición en esta campaña haya sido tumbar a Fraga más que ofrecer una alternativa de gobierno. Lo de la Baviera de Fraga nos lo tomábamos a broma hace unos años, y resulta que es verdad. Menudo cambio le ha dado Fraga a su Baviera, sin alardear de cambios... *


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