Malos tratos, malos ratos

"Para esto no me llames, ésta no tiene ningún interés...
Hija, a mí me llamas cuando saquen a una con
el ojo morado, ésas son las buenas..."

En lo que llaman el escenario está muy aguzada la que dicen sensibilidad sobre los malos tratos. A las mujeres. Los malos tratos a los hombres tienen muy mala prensa. Aquí el único que, nadando contra corriente, como un Mark Spitz, ha denunciado sistemáticamente los malos tratos a los hombres ha sido Antonio Mingote, con sus dibujos sobre esa gorda enorme, con el pelo cardado, con un bolso que utilizar suele como arma percutora para arrear estopa. La gorda enorme de Mingote suele tener al lado a un marido escuchimizado, enclenque, hético, asustado desde que se levanta hasta que se acuesta, temeroso en cada instante de por dónde le va a venir la bronca, por dónde la recriminación, o por dónde el golpe con todo el bolso de la gorda en la cabeza. Los malos tratos a los hombres, ay, no venden. Aunque sé que no es hombre que se deje influir fácilmente por las que llaman corrientes de opinión, he comprobado que hasta un artista tan independiente como Mingote ha dejado de hacer chistes sobre la gorda que maltrata al marido. Los maridos no son maltratados en España hasta nueva orden. Y si lo son, quedan en el apartado de lo pintoresco, como aquellos gatos con dos cabezas que nacían en La Unión (Murcia). Llegué a estar preocupado de las cosas tan raras que ocurrían en La Unión, la del Festival del Cante de las Minas. ¿Es que nada más que en La Unión nacen los gatos con dos cabezas, los gallos con dos crestas, los perros con cinco patas? No, me dijeron, eso pasa en todas partes en España. Ocurre que la agencia Efe tiene en La Unión un corresponsal que es mejor periodista que los del resto de España hasta durmiendo, y sabe sacar leche de una alcuza de estos pequeños sucesos que acontecen en todos los pueblos... sin un periodista que los cuente. Supongo que se habrá muerto aquel gran corresponsal de pueblo de Efe, porque de la noche a la mañana han dejado de nacer gatos con dos cabezas en La Unión, lo cual es bastante raro en una población endémicamente tan dada a la bicefalia felina. Tiene que estar muerto o jubilado aquel corresponsal, porque, si no, seguro que era en La Unión y no El Puerto de Santa María donde se hubiera producido esa noticia mingotesca que me ha impresionado: "Un marido denuncia a su mujer por malos tratos. Cada noche, cuando llega a su casa, primero le da un palizón, y después le pregunta lo clásico de si tú te crees que éstas son horas de venir."

Lo peor de los malos tratos son los malos ratos. No sólo las mujeres sufren con los malos tratos de sus maridos. Es que todo el género femenino nacional, se pasa unos malos ratos magníficos oyendo el relato. Sólo con el relato de los malos tratos, una persona tan exquisita y delicada como Ana Rosa Quintana ha conseguido la máxima audiencia televisiva de la sobremesa con Sabor a ti, heredero del Extra Rosa que en paz descanse, programa éste también víctima de los malos tratos: de los malos tratos que dan los parrilleros de las televisiones a los programas que, por no dar carnaza a las fieras, no superan las cuotas de pantalla exigidas. La española tiene ansias urgentes en su necesidad de consumo de malos tratos. Antes hablaban de trapos, y ahora hablan de malos tratos. Tú pones en cuatro sillones a cuatro mujeres maltratadas por sus maridos, como hace cada martes y cada miércoles Ana Rosa Quintana, y sabes que aquello tiene la máxima audiencia.

-¡Mamá, corre, ven! Que están dando una de ésas de las que les pega el marío que te gustan a ti...

Y allá que va la suegra, dando tumbos por el pasillo, a echar el mal rato con los malos tratos, hasta que le dice a la hija que le avisó:

-Mari, para esto no me llames, ésta no tiene ningún interés...

Y levantándose para volverse a su costura, dice:

-Hija, a mí me llamas cuando saquen a una con el ojo morado, ésas son las buenas...

Hay mucho masoquismo inconfesable en la contemplación de los malos tratos. A mí me repugna ver a una señora agredida por su marido, pero hay españolas que sienten en el fondo de su masoquismo una cierta delectación, de ahí las preguntas de las presentadoras:

-¿Entonces le pega a usted con el palo de la fregona?

-No, con el palo de la fregona, no... Sacaba la mopa de la fregona y me daba en la cabeza con la parte ésa que tiene dura de plástico...

-¿Ah, con la parte dura de plástico? -se regodea la presentadora en los detalles.

-Sí, sí, mire lo que me ha hecho...

Y la agredida enseña la herida del parietal, momento cumbre del programa, que ya toca a su fin, tras lo cual la suegra y su hija se levantan y dicen:

-Hija, qué mal rato más bueno hemos echado con esto de los malos tratos... *

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