Faralaes

"Mejor que conozcan a un pueblo en paz por los faralaes de sus muchachas
en la fiesta que por la kale borroka de sus muchachos salvajes"

Con sus triunfos taurinos y con sus visitantes ilustres, famosos y mundiales, acaba de terminar la feria de abril de mi pueblo, que es Sevilla, para lo que gusten mandar. Y un año más, he visto la contradictoria y agónica lucha por las señas de identidad de los pueblos de España. Se lo dice quien vive en un pueblo que es tan generoso que desde el siglo XVIII a esta parte le prestó al Reino de España todos los signos de identidad que tenía en tanta abundancia, que le sobraban. Por el mundo, la gente, cuando piensa en España, piensa en el flamenco, en el vino, en los caballos, en los toros. Menos la paella, que es del Reino de Valencia, todos los símbolos internacionales de España son prestados por Andalucía. Si Chaves cobrara derechos de autor cada vez que España se muestra al mundo a través de un símbolo de Andalucía, lo que sacan a Madrid tanto Arzalluz como Pujol eran limosnas al lado de los royalties que nos iban a tener que pagar.

Digo lo de la lucha por los signos de identidad porque nunca como ahora he visto tantas veces repetida la palabra faralaes. Hasta Jesús Yanes el joyero ha sacado una colección de anillos y pulseras con ese nombre. Todas las famosas del Corazón, corazón, de Corazón de Primavera, de Corazón de Invierno o de Corazón de Entretiempo se han vestido de faralaes. De volantes, vamos. Lo más bonito de los faralaes es que nadie sabe lo que significan. Ni siquiera saben que es una palabra que tiene singular. Y que, contra lo que pudiera pensarse, no es faralae, sino faralá. Cuya definición nunca nadie ha mirado en el DRAE: "Volante, adorno compuesto de una tira de tafetán o de otra tela, que rodea las basquiñas y briales o vestidos y enaguas femeninos, especialmente en algunos trajes regionales; está plegado y cosido por la parte superior, y suelto o al aire por la inferior". Un traje de faralaes es, pues, un traje de volantes. Término que, por cierto, nunca dicen las mujeres que lo visten, salvo que sean feriantas de importación, artisteo y famoseo. Las cuales creen que "traje de faralaes" significa "traje de flamenca", que es como dicen las andaluzas.

Mi teoría es que la general referencia a los faralaes es como un pago de derechos que España otorga a Andalucía por la utilización (y gozo, que todo hay que decirlo) de su imagen. Como no hay forma de hablar de las Vascongadas sin referirnos con palabras en vascuence, que si lehendakari, que si kale borroka, que si ertzaina, que si Aberri Eguna, y los telediarios leídos en castellano están llenos de estas barbaridades de palabras de otra lengua sin traducir siquiera, cuando oyen "faralaes", seguro que se dicen:

-Ah, "faralaes" es "traje de flamenca" en andaluz...

Y dicen faralaes como quien dice aurresku o txoko: para darse pisto de que está en las claves de la cuestión. Yo antes me mosqueaba mucho cuando escuchaba hablar de los faralaes a los que no eran de Andalucía, pero ahora me pongo la mar de contento. Hombre, mejor que conozcan a un pueblo en paz por los faralaes de los vestidos de sus muchachas civilizadas en la fiesta que por la kale borroka de sus muchachos salvajes metiendo candela a todo lo que encuentran...

A la vista del éxito social y cultural del faralá como símbolo del hecho diferencial andaluz, si aquí hubiera una autonomía como Dios manda y no una viña post-felipista sin vallado, los meridionales le sacaríamos mucho provecho a nuestros hechos diferenciales. Si nos proponemos, hablando perfecto castellano con hermosura arcaizante, podemos ser como los vascos: que no nos entienda ni Dios, y eso que Dios es de los nuestros, que por eso ésta es la Tierra de María Santísima. Una andaluza, hablando la lengua de su tierra, consiguió una vez que no la entendiera un vasco en Basauri. Fue en la casa de un ejecutivo andaluz destinado en el País Vasco. Como portero de la urbanización y al cuidado de las casas estaba un vasco tópico, de chapela y mejillas enrojecidas de chacolí, de nombre Baigorri. Un buen día se puso a llover como sólo en el País Vasco llueve, y se inundó la azotea de la casa. La mujer del ejecutivo, gaditana y con gracia, llamó angustiada a Baigorri el guarda para que arreglara la catástrofe:

-¡Baigorri, Baigorri, que se ha atorado el husillo y se ha arriado la azotea...!

Llegó Baigorri bajo la lluvia, calado hasta los huesos, y con cara de no entender absolutamente nada, cuando la gaditana le repitió:

-Que se ha atorado el husillo y se ha arriado la azotea...

La gaditana se dio cuenta de que hablaba una modalidad lingüística tan propia como el vascuence o más cuando, por fin, Baigorri salió a la terraza y dijo, saliendo de su cara de no entender nada:

-Ah, señora, lo que pasa pues es que se ha anegado el sumidero y se ha inundado la terraza...

A Baigorri, en cambio, no habrá que explicarle qué son los faralaes. Hasta suenan a vasco. No en balde la feria de Sevilla la inventó un vasco: José María de Ybarra, primer conde de Ybarra. Seguro que Baigorri, si lo supiera, diría:

-Ah, señora, la feria de Sevilla, prima del Banco Bilbao Vizcaya pues... Por eso faralaes... *


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