Satíricos de Utrera

" En Utrera, la patria de los Alvarez Quintero, siguen existiendo personajes absolutamente quinterianos"

Traía hace dos semanas Alfonso Ussía a estas páginas al poeta Carulla, ojeador de liebres en el portal de Belén, y como a entrambos nos gusta hacer como congresillos en ÉPOCA, presento la presente comunicación sobre un caso muy particular de Poesía Satírica Española: la obra colectiva y en algunos casos anónima de todo un pueblo. El pueblo, Utrera, la patria de los hermanos Alvarez Quintero, donde siguen existiendo personajes absolutamente quinterianos, con gracia para dar y regalar. Al igual que los Quintero llevaron la gracia de Utrera al teatro, un gran escritor de la ciudad de los mostachones, Salvador de Quinta, la ha llevado en nuestros días a un libro de memorias colectivas de la población, que es en realidad una historia satírica de la primera mitad del siglo que ahora da las boqueadas. El libro se llama Gracia y desgracia de Utrera en los años de la pera y allí se habla, por ejemplo, del alcalde Antonio Carrión, un político local de comienzos de siglo muy preocupado por la higiene pública, que decidió multar a quienes orinaran en la calle. Los municipales les ponían cinco duros de multa, que entonces era un dinero. Y a uno que sufrió los efectos de la política higiénica del alcalde Carrión se le ocurrieron los verso, tras la multa:

Cinco duros por meá
es una exageración.
¿Cuánto lleva por cagá
don Antonio Carrión?

La literatura de las pintadas de W.C., de honda tradición hispana, alcanza en Utrera alturas líricas insuperables. Como el letrero que leyó Salvador de Quinta en los retretes de la vieja estación de Utrera y que anotó para su libro:

En este mismo rincón,
y en este mismo retrete,
le di por culo a un factor,
al que pica los billetes...
¡y hasta al jefe de estación!

La capacidad lírica popular está a veces muy cercana a la belleza de la letras del cante flamenco. Cinco versos de una anónima copla de murga de Carnaval tienen la belleza de un fandango cuando celebran la llegada de la luz eléctrica a Utrera:

La luz eléctrica es, señores,
una gran economía.
No necesita quinqué,
ni petróleo, ni torcía
ni mixto para encender...

En Utrera hubo según Salvador de Quinta auténticos precursores de la publicidad en verso, aquella de Para el otoño madrileño, Gabardinas Butragueño o los anuncios sevillanos de Qué suerte, dormir en Camas Fuertes o ¿Te quieres casar? Muebles Escobar? Los poetas populares utreranos tenían un plectro tan dotado, que si no hacían sus anuncios en octavas reales, poco les faltaba. Miren qué maravilla de anuncio de los taxis de Utrera, y en concreto del coche de un tal Pedro Blanco:

Repercute donde quiera
el éxito siempre franco
que el coche de Pedro Blanco
viene obteniendo en Utrera.
Si algún cliente reacio
por temor a un accidente
quiere informarse despacio,
Pedro Blanco fue en Palacio
mecánico y lo acredita,
conduce personalmente
con su gran chófer Bombita...

Hasta las monjas utreranas iban en plan Sor Juana Inés de la Cruz. Se atrevían con todo. A la Marcha Real le pusieron esta letra devota:

La Virgen María
es nuestra protectora,
nuestra defensora,
no hay nada que temer,
guerra al mundo,
al demonio y la carne,
guerra, guerra, guerra
contra Lucifer.

Muchos de estos versos tienen por autor a un barbero, Mariano Roldán, que zahería a la gente y que también recibió su ración de aquel Enrique Sampedro que, harto de epigramas y burlas, se lo encontró en la puerta del teatro y le dijo:

No te llamas Mariano,
que te llamas Mariculo...
Si el diccionario no es nulo,
lo mismo es culo que ano.

Podría poner cientos de ejemplos para reivindicar el nombre de Utrera en las futuras antologías satíricas que prepare Ussía. Pueblo donde mejoraron lo de aquel señorito sevillano que en la opera le dijo a su mujer:

-- Mira, como en el siguiente acto sigan canta que te canta y no haya charlita, ya estoy yo en mi casa...

En Utrera, hasta los tontos del pueblo tienen gracia. Como a todos los tontos les da por lo mismo, un famoso tontorrón llamado Pepe era muy aficionado a ver piernas de coristas en las revistas de Trudi Bora y Maruja Tomás. Y se acercó al teatro donde actuaba la compañía de Carmen Díaz y le dijo al portero:

-- Garrobo, ¿esta compañía es de cachas?

-- No, es de comedias...

-- ¿Comedias? ¿Eso donde sale la gente y se pone a charlar?

-- Más o menos.

-- Pues entonces va a entrar un guardia...

Y no entró. En cuanto al guardia, tampoco entró al teatro. Estaba ocupadísimo, poniendo multas de cinco duros a los meones en nombre del alcalde Carrión.

 


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