Elogio del chorizo propiamente dicho

"Dejen ya tranquilo al chorizo español, que no se merece
ofensas como compararlo a tanto mangante
como hay aún suelto por ahí"

La vida te da sorpresas, pero más el Diccionario de la Lengua Española. Estaba yo leyendo que Manuel Ramírez, conocido por El Cunete, el concejal honrado de Sanlúcar de Barrameda, el que, al contrario de Ulises, no tuvo que amarrarse al palo de un pesquero del muelle de Bonanza para resistir los cantos de las sirenas del PSOE que le ofrecían 50 millones de pesetas y un puesto de trabajo por su voto contra la moción de censura del alcalde, conocido como El Muñeco Diabólico, no por mala uva, sino porque creo yo que para hacer El Muñeco Diabólico tomaron como modelo a Agustín Cuevas, y no diré de qué es la Cuevas de Agustín Cuevas... Estaba leyendo de la vergüenza torera de El Cunete, que quiso ser novillero y que desmiente esa frase tan común en España:

-Todos los políticos son iguales...

Pues mire usted por dónde, no. No todos son iguales. Por lo menos en Sanlúcar han descubierto a uno honrado, que no traga, que no pone la mano, que no le tiene afición ninguna a la carrera de cien metros lisos maletín de dinero negro en mano... Claro que, contemplado todo desde la biografía profesional del político de la tierra de la manzanilla y de los langostinos, quizá no tenga tanto mérito. Ramírez se dedicó a la venta de chorizos...

-¡Acabáramos, hombre! Ése entonces es un profesional en el descubrimiento de los buenos chorizos...

Y aquí es donde vienen las sorpresas que te da la vida y las sorpresas que te da el Diccionario de la Lengua Española, vulgo DRAE en este siglo de las siglas. Hay que hacer urgentemente la reivindicación del chorizo español, y no hablo de los políticos de progreso, de los traficantes de influencias, de los adjudicadores y adjudicatarios de obras a amiguetes, de los virtuosos del nepotismo. Hablo del chorizo propiamente dicho, del "pedazo corto de tripa lleno de carne, regularmente de puerco, picada y adobada, el cual se cura al humo", según es descrito en sentido estricto por el DRAE. Hay que inventar urgentemente una copla exculpatoria del chorizo, al que le pasa como a La Dolores de Calatayud, que carga con toda la mala fama entre los tesoros de la chacina. Alguien un día hizo la copla en homenaje al tomate:

¿Qué culpa tiene el tomate
que está tranquilo en su mata
para que venga un malage
y lo meta en una lata...?

Pues lo mismo digo yo:

¿Qué culpa tiene el chorizo,
gloria de la montanera,
para que me lo comparen
con un mangante cualquiera?

Como contestación a mi pregunta y exculpación del chorizo, tesoro de la matanza, faro refulgente de la chacina nacional, he visto en el DRAE que todo es por culpa del caló, de la lengua romaní, del idioma del pueblo gitano. Yo me creía que esto de llamar "chorizo" a un político que mete la mano en la manteca de los fondos reservados o por reservar era una mención en sentido figurado a la maravillosa tripa de matanza rellena de carne adobada. Que como el chorizo es grasiento, deja huella, se pega al riñón y engorda, en sentido figurado se llamaba tal al que tenía sus manos pringadas de los dineros que había cogido de la caja del común. Estaba completamente equivocado. El "chorizo" por ladrón y amigo de lo ajeno, por trincón y apandador, viene directamente de la lengua gitana, donde chori significa ratero, ladronzuelo de poca monta. Cuando se dice que en España se choricea no es que nos refiramos a que se estén fabricando los monumentales, artísticos e históricos chorizos de Cantimpalo, de Benaoján, de Jabugo, de Trevélez, de Cumbres Mayores, de León, de Extremadura, de ambas Castillas, de Asturias, ah, los astures chorizos a la sidra, quien no los conoce no sabe lo que es el placer de la grasa atenuada por la manzana fermentada... El choriceo hispano de la política y los negocios viene directamente de la raza calé, como la sangre de reyes que decía Lola Flores que tenía en la palma de la mano cuando cantaba El Lerele. Choricear es ejercer de chori. De modo que los únicos que estaban en todo lo suyo, ufanos de proclamarse tales, eran aquellos famosos Choris de Marbella, con Antonio Arribas y Luis Ortiz al frente, irrepetibles ingenios de la corte de Gunilla y Hohenlohe.

Con todo el rigor lingüístico en mano, estoy por decir que dejen ya tranquilo al chorizo español, que no se merece ofensas como compararlo a tanto mangante como hay aún suelto por ahí. Miren el jamón, la mortadela, el salchichón, el morcón, la caña de lomo, cómo nadie los insulta de este modo. El concejal honrado de Sanlúcar, que es especialista en chorizos en sentido estricto y en sentido figurado podría encabezar esta campaña nacional a favor del chorizo propiamente dicho. *


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