En Estoril no se cabía

"Doña María estaba muy sola no ya en el destierro de Portugal,
sino en el Madrid del reinado de su augusto hijo"

Siempre pasa lo mismo. Esto debe de ser un producto nacional, pero no Producto Nacional Bruto ni nada relacionado con el Ibex 35 de la bonanza económica. Debe de ser producto nacional neto y elaboradísimo, como el aceite de oliva virgen extra, el cava de San Sadurní de Noya, los vinos de Valdepeñas, las gambas de Padrón, las angulas de Aguinaga, la sangría, la paella, el nepotismo o la afición a meter la mano en el cajón de los dineros públicos. Me refiero a que en cada acontecimiento histórico que llena de gozo o de alegría a la nación entera, España se llena de especialistas en tomar parte y partido, y en ponerse a figurar y a figuronear en muy primera fila en los desfiles de la victoria de todas aquellas guerras en las que no ha participado... o que incluso ha perdido. Y nada digo en lo aficionados que son muchos a tomar vela en los entierros donde nadie los ha llamado.

Cuando vinieron los años jubilares de la Santa Transición, aquí todo el mundo había hecho la transición. No solamente el Rey Don Juan Carlos, Adolfo Suárez o Torcuato Fernández Miranda. Quien más y quien menos se proclamaba poco menos como el verdadero artífice del paso de una dictadura a una democracia sin traumatismos ni venganzas. Lees los libros de memorias de personajes, personas y personillas que andan por las tierras de ambas Castillas, de Cataluña, del País Vasco, de Andalucía y hasta del Condado de Treviño y de Bollullos Par del Condado, y aquí todo el mundo fue el autor en la sombra de la transición, el que verdaderamente consiguió que de aquello pasáramos a esto.

Y ahora, cuando España se ha puesto de luto y se ha conmovido con las lágrimas de hijo de Don Juan Carlos en la muerte de la Condesa de Barcelona, y en las solemnes ceremonias de su entierro y de sus funerales oficiales con honores de Reina, ha pasado tres cuartos de lo propio. Si fuera verdad, y no vicio nacional de la ficción en el bando vencedor, cuanto se ha dicho sobre Don Juan y sobre Doña María de las Mercedes en declaraciones televisivas, en tertulias radiofónicas, en artículos periodísticos, en semblanzas necrológicas, en resúmenes de biografías autorizadas o por autorizar, en anecdotarios de unas vidas llenas de patriotismo, de entrenas y de renuncias por el supremo bien de España y de su pueblo en libertad, tendría que resultar lo que me dijo un paisano mío en Sevilla, con toda la exageración y toda la guasa que se estila en mi tierra:

-Hijo, pues si de verdad, de verdad de la buena, estuvo allí al lado de los Condes de Barcelona y frente a Franco toda esta gente que ahora dice que estuvo tanto en Estoril y que fue tanto de la Monarquía, y de la Corona, y del legitimismo, y de la restauración dinástica, y de Don Juan y Doña María, en Villa Giralda es que no se cabría, de la bulla tan grandísima de gente que tendría que haber...

Más o menos es lo que pasó cuando se puso de moda proclamarse democracristiano, que uno que de verdad fue alumno de don Manuel Giménez Fernández en la Universidad de Sevilla, me comentó:

-Pues si todos éstos que se proclaman discípulos de Giménez Fernández lo hubieran sido de verdad, don Manuel hubiera tenido que dar sus clases en el campo del Betis, y no en un aula de la Facultad de Derecho.

O como aquella otra exageración andaluza, cuando el gran triunfo del Partido Socialista en las elecciones de octubre de 1982. En Sevilla, de pronto, todo el mundo era íntimo amigo de la familia de Felipe González, y poco menos que había ayudado a su padre a ordeñar las vacas en los establos de su lechería. Y todos, por supuesto, como suele decirse, "lo habían visto nacer". A lo que un guasón sevillano comentó:

-Hijo, pues la madre de González tuvo que dar a luz en La Campana, la Madrugada del Viernes Santo, cuando estaba pasando la Macarena, porque de otra manera no se explica que todo el mundo haya visto nacer a Felipe...

Pasa lo mismo en los que presumen ahora de Estoril, de lealtad a los Condes de Barcelona, de simpatía y cariño por Doña María. Cuando la triste realidad era otra, ¿verdad duquesa de Medinaceli, verdad, marquesa de Tablantes, verdad, conde de los Gaitanes, verdad, don José María Medina, verdad, don José Acedo? Cuando la triste realidad es que Doña María se tuvo que tragar sus lágrimas en soledad y Don Juan hacer de tripas corazón con sólo unos cuantos leales al lado en los momentos más duros, que, como fueron los felizmente decisivos, pues resulta ahora que todo el mundo estaba allí. Doña María, aunque iba a ver a su Curro Romero de su alma y no se perdía un estreno, estaba muy sola no ya en el destierro de Portugal, sino en el Madrid del reinado de su augusto hijo.

Pero ahora resulta que, si son verdad cuantos moños y colgajos se han puesto en estas semanas en la solapa tantos monárquicos sobrevenidos, todo el mundo estaba al lado de Vuestra Alteza. Esto de los monárquicos sobrevenidos del inicio del 2000 es como los socialistas sobrevenidos de 1982. Como ya no hay mili obligatoria ni objeción sobrevenida, ahora sobrevienen de golpe otras cosas. Que visten social y políticamente muchísimo más. *


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