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La tabarra de "la sociedad civil"

"Es más fácil encontrar un teniente coronel recién salido
del armario del deshonor que a un soldado por la calle"

Acabo de ver algo tan raro como un soldado por la calle. Un soldado vestido de soldado, con todos sus avíos: sus botas, sus trinchas, su cinturón, su gorro cuartelero, sus cornetillas de Infantería. No iba "de bonito", sino de camuflaje, porque me han dicho que con esto de los recortes de los presupuestos de Defensa, a los soldados de reemplazo, de los últimos reemplazos de la Historia que nos quedan, no se les entrega el que antes se llamaba "uniforme de paseo", sino solamente lo que antes era denominado "ropa de faena" y, en el mejor de los casos, "de maniobra". No sé si lo han observado, pero ya no se ven militares por la calle. Ni con graduación ni sin graduación, que así, "militares sin graduación" era como los soldados eran llamados a efectos de las tarifas en las taquillas de los cines, siempre les hacían precio a los militares sin graduación para las entradas de gallinero.

Cada vez que hay una exposición de fotografías retrospectivas de la vida de las ciudades españolas me fijo en esto: que por las calles ya no se ven ni tranvías ni soldados. Así que ver un soldado de uniforme por la calle, de golpe, es de raro y sorprendente como si vieras un tranvía de nuevo circulando por la calle Hilarión Eslava camino de Moncloa, el 61 mismo. Mi golpe de vista y de suerte ha sido en Tarifa, que es plaza antaño muy militarizada, como llave del Estrecho antes de la estrategia de los misiles. Pero tampoco sé qué haría ese soldado de uniforme por las calles de Tarifa, ir a Correos a recoger la correspondencia de la estafeta de su unidad quizá. Porque en Tarifa, como en todas las ciudades españolas, la mayor parte de los cuarteles han sido civilizados, que hubiera dicho Unamuno. En los cuarteles de cualquier ciudad hay ahora centros culturales (léase Conde Duque), delegaciones municipales, institutos de Bachillerato. ¡Menudo pelotazo ha pegado el Ministerio de Defensa de unos años a esta parte! El Ramo de Guerra era el mayor latifundista urbano de casi todas las ciudades españolas. Tenía lo suyo y lo de los curas, los antiguos conventos desamortizados y convertidos en cuarteles en el siglo XIX. Ahora ha habido una silenciosa "desamortización militar", donde los bienes inmuebles de esas manos muertas han pasado a los ayuntamientos, a las diputaciones, a las autonomías... o a los particulares que se han quedado con las subastas y han hecho colmenas de pisos en los antiguos patios regimentales, en los picaderos de Caballería.

Estamos en unas ciudades absolutamente desmilitarizadas, sin cuarteles y sin soldados. Tras disolver no pocas unidades militares históricas, que en Gran Bretaña hubieran sido conservadas como los tesoros vivos que eran, a los cuarteles se los han llevado fuera de las ciudades, como apestados. En mi pueblo, por ejemplo, disolvieron el Regimiento de Infantería Soria número 9, que era ni más ni menos que el de los piqueros que saca retratados Velázquez en el cuadro de Las Lanzas. De milagro no han borrado la memoria del Regimiento Inmemorial del Rey número 1. Al militar hay que ocultarlo, parece que es el lema. El oficial y el jefe, que no vaya de uniforme, por favor, por si los atentados, y por el qué dirán. Sus coches oficiales, nada de ET, FN o EA en la matrícula, todos de camuflaje. Y los soldados, igual. De paisano. En mis tiempos de guripa, menudo paquete te metía la Policía Militar, los "pili-milis", si te encontraban por la Gran Vía con la cabeza rapada de soldado, con pinta inconfundible de soldado, pero sin vestir el glorioso uniforme de marcar el caqui... Pero ya no hay por las calles cascos blancos de la Policía Militar, porque no hay soldados que vigilar. Ni en ciudades antaño tan militares como Marín, Alcantarilla, Cartagena, Valladolid, Toledo o San Fernando te encuentras un solo soldado de uniforme por la calle. Ya digo: es más fácil encontrar un teniente coronel recién salido del armario del deshonor que a un soldado por la calle.

Y en viendo al soldado vestido gloriosamente de lo suyo por Tarifa, caí en la cuenta de una de las mayores tonterías de nuestro tiempo: la tabarra ésa de "la sociedad civil". ¿Es que hay acaso otra sociedad que no sea la sociedad civil? La religiosa por descontado que no existe, al menos a efectos del paisaje urbano, fuera de los días de Semana Santa o romerías. No ves a una monja por la calle, porque todas van ya vestidas de señoritas particulares. Y si ves un cura de sotana, no te quepa la menor duda: o es del Opus, o es del Palmar de Troya. Pero los pedantes pasadísimos de moda de la progresía, hala, dale que te pego con la tabarra de sociedad civil para arriba y sociedad civil para abajo.

Se podían evitar esa tabarra de la sociedad civil. ¿Es que hay una sociedad que no sea la civil tras la supresión del servicio militar obligatorio y la adopción de las Fuerzas Armas profesionales? En este borde español del Estrecho de las pateras donde escribo, la sociedad no civil es numerosísima: un chaval con el uniforme de camuflaje que creo yo que venía de recoger un paquete con chorizo y latas de leche condensada que le había mandado su madre. 


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