Los que
nunca nos hemos presentado ni a las elecciones de presidente de la
comunidad de vecinos ("ni Dios lo premita ", como
decía Lola Flores) no sabemos cómo se sienten los ministros, que
por cierto no se dan tan buena vida como los canónigos de antaño
o aquel grande de España de hogaño al que le dijo un flamenco:
-- Usted ser� todo lo duque que
quiera, pero desde luego vive como un marqués...
Los ministros no viven ni siquiera
como duques, pero tocan el poder. ¿Cómo se sienten en la
cercanía del poder? Como aquel metidito en carnes a lo Pavarotti
del anuncio televisivo que daba zapatetas de alegría pregonando
que se sentía como la marca del colchón que se había comprado,
podría decir que desde hoy me siento como un ministro. ¿Por
qu�? Porque la condición de ministro puede ser considerada desde
muchos ángulos. Un ministro puede ser un señor al que la gente
le pide favores, o que inaugura cosas y corta cintas. Con las que
nos dejan siempre con la pregunta que nadie ha respondido: ¿qu�
hace el ministro con ese pequeño trocito de cinta que con las
tijeras de plata corta tras haberle pegado el tajo inaugural a la
seda rojigualda? Ese gesto del trocito de cinta iguala a los
ministros con los antiguos dependientes de las provincianas
tiendas de tejidos, cuando las señoras les decían:
-- Pérez, ¿puede darme una muestra
de esta pieza?
Todo eso de los cintajos y balduques
burocráticos, aunque gratificante, es secundario en el oficio de
ministro. Lo característico de un ministro es que tiene firma en
el "Boletín Oficial del Estado" para apalear millones
del presupuesto o para el fin último de toda lícita actividad
política: tratar de hacer feliz a la gente. Teniendo en cuenta el
poder de la firma ministerial en el BOE, cuando a Javier Arenas lo
hicieron secretario de su partido y dej� la cartera de Trabajo,
no lo felicit�, sino que le di el pésame. Me dijo:
-- Sólo he tenido tres llamadas
as�: la de mi padre, la de mi suegro y la tuya. Mi padre dice lo
mismo que t�, que donde est� la firma de un ministro en el
Boletín Oficial, que se quiten todos los cargos...
Me siento como si hubiera encontrado
en el "Lost and Found" de un aeropuerto la firma que
perdi� Arenas, porque desde hoy la tengo en el Boletín Oficial.
No en el BOE, sino en el BOC, en este Boletín Oficial del
Corazón que dice España que es el "¡HOLA!", con el
artículo por delante. Cuando a una publicación, periódica o
unitaria, se le pone el artículo por delante, es como si se le
diera el "don": decimos don Antonio Machado y don
Ramón del Valle-Inclán como decimos el
"¡HOLA!", el Espasa, el Cossío o el
Aranzadi. Este Boletín tiene más importancia que el otro.
Oficial, oficial, lo que se dice oficial, éste y no el BOE: es
tenido por Boletín Oficial del estado del corazón por el
sufragio universal de sus lectores y de la opinión.
La felicidad, bien escaso en nuestros
días, no existe hasta que aqu� la contemplamos, en la cara de
una señora importante con un fachón no menos considerable. La
fama, devaluada almoneda de esta hora, no tiene su marchamo hasta
que es impresa con esta tinta, que es lo de "saberlo de buena
tinta" de toda la vida. La casa para correr caballos no se
considera casoplón hasta que aqu� sale retratada, mueble bueno a
mueble bueno... u horterada a horterada. S� por experiencia
personal que por muchas bendiciones que le eche el cura amigo de
la familia, tu hijo no est� casado de verdad hasta que las fotos
de la boda salen aqu�. Lo puedo certificar como padre del novio
de una boda del "¡HOLA!" que fui un día. Aunque con
todas las guardias hechas en las garitas del periodismo y la
literatura, sólo entonces fue cuando de verdad empezaron a darme
importancia mis amigos y vecinos:
-- Que te hemos visto retratado en el
"¡HOLA!"...
Desde ahora, pues, sabr� cómo se
sienten los ministros cuando firman en el Boletín Oficial. En el
apócrifo. Porque soy también de los que creen que el verdadero
es éste.

|