Parecía
imposible que el desembarco del euro en nuestros monederos saliera
tan de cine. Hasta los euroescépticos británicos adoptaron el
euro para las rebajas de Harrod´s. Aunque Juan Luis de Tarifa, el
filósofo del viento que Jesús Quintero tiene en plantilla de
"El Vagabundo", alberga serias dudas sobre el futuro del
euro en el Reino Unido:
-- Si no han sido capaces de colocar
el volante a la derecha, ¿cómo van a poner el euro?
Lo pondrán. Aunque sea por la
izquierda, all� terminar� circulando el euro. Y ante este
éxito, la moneda única me parece poco. Deberíamos aprovechar la
collada, como dice la gente de la mar, para más cosas. Hemos
unificado las monedas y no hemos logrado normalizar diferencias
más molestas de la vida cotidiana. Desde las siete mil clases de
quesos de Francia o los doscientos tipos de salchichas de
Alemania, parecía imposible una moneda única y la tenemos. As�
que tan difícil no debe de ser unificar las muchas diferencias
que aún nos amargan la vida. Por ejemplo:
Los cargadores de móviles.-
En Europa hay ya una sola moneda, pero siguen existiendo
doscientos o trescientos tipos distintos de cargadores de
teléfonos móviles. A pocas operaciones Renove que hayamos hecho
con las ofertas de Movistar, Amena o Vodafone, en cada hogar hay
ahora mismo, según mis cálculos, una media de 4,8 cargadores de
móviles absolutamente inservibles. Hemos logrado mantener nuestro
número 609 o 729 aunque cambiemos de compañía, pero no que al
teléfono nuevo le sirva el cargador del viejo. Si aquel tenía un
cargador con enchufe plano, el del nuevo es redondo; si antes una
sola pestañita, ahora dos cabezuelas. Llegar� el día en que no
quepamos en nuestras casas, llenas de inservibles cargadores de
móviles por todas partes.
Los mandos de la ducha.-
En Europa hay ya una sola moneda, pero mil clases de mandos de las
duchas, y de dispositivos para el agua caliente y fría. En los
hoteles se ve la copla. Te levantas, te vas al cuarto de baño, te
lavas los dientes, te quitas el pijama y all�, de Adán ante la
ducha, te entran las dudas más complejas del pensamiento
contemporáneo: ¿qu� cacharro de éstos abrir� la ducha?
¿Cuál ser� el del agua caliente? ¿Cuál la fría? Y cuando
tras mucho cavilar crees haber adivinado el mando del grifo de la
bañera, vas a probarlo, y, ¡zas!, te cae sobre la espalda,
agachado como estás, ora chorro de agua a 45 grados que te
escalda, ora tromba de agua helada que trae hasta pingüinos.
Hasta que, por fin, tras muchos manejos, le das a la tecla
milagrosa que hace que, oh portento, aquel caño que te hel� o te
quem� se cierre. Entonces te metes por fin en la ducha, de la que
sales con la constancia de que no hay manera de poner la misma
temperatura que en casa sin achicharrarte.
Los números de la centralita.-
Sin salir del hotel de nuestras perplejidades, quieres pedir otra
toalla de baño, porque la que llevabas afaldonada, como senador
romano en las termas, se puso pingando con la ducha. ¿A qu�
número de teléfono hay que llamar? He aqu� otra evidencia de la
desunión tecnológica europea. Cien euros son cien euros en
dracmas o en liras, pero en unos teléfonos de centralita de hotel
el número de la operadora es el 9, mientras en otros en el 9 te
sale el servicio de habitaciones, que te traen un desayuno
continental sin pedirlo: la operadora era el 0. Y nada digo para
obtener línea exterior. Puedes acabar poniendo una conferencia
con Nueva Zelanda cuando quieres llamar a tu hija en Barcelona.
Y quien dice los cargadores de
móviles, los grifos de la ducha o los números de las
centralitas, dice esa panoplia de mandos a distancia de la TV
sobre la mesa de la salita: el mando del televisor, el del vídeo,
el de Vía Digital, el de Canal Satélite, ahora el mando del DVD
del regalo de Reyes. Ni en el puente de mando del portaaviones
"Príncipe de Asturias" hay tantas teclas como en los
siete mil mandos de la tele sobre la mesa de la salita. ¿Por qu�
no unificar en un solo cacharro todos los mandos a distancia, como
el euro? Porque no s� qu� me pasa, pero siempre acabo intentando
poner "Tómbola" con el teléfono móvil del cargador de
marras, que no s� por qu� est� también all� encima.

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