Todos
empezamos a hartarnos de tanto exhibicionismo de malos tratos por
parte de las que ya no los sufren y estuvieron, además, en
condiciones de poder librarse de ellos. Por que nos acordamos de
tantas mujeres que calladamente han de seguir aguantándolos. Las
famosas habrán estado maltratadas, pero a nosotros nos tienen
rodeados. Como la longitud de la falda o los colores de las
colecciones de primavera, en esto de exhibirse hay modas. Antes se
llevaban mucho las bodas exóticas, ora marroquíes, ora hindúes,
ora zulúes; esta temporada la tendencia señala hacia los malos
tratos. Como en el Tenorio, hasta ponen a los pobres muertos en
danza, con un dudoso buen gusto. Maltratadas de lujo exhiben sus
ojos morados ante la perplejidad de tantísimas señoras anónimas
que s� que saben lo que es padecer la violencia de un marido que
viene bebido, pero que como de verdad se preocupan por sus hijos,
callan y sufren en silencio unas lágrimas que se tragan ellas
solitas. Con esta tendencia de las maltratadas VIP, puede parecer
que España es una sociedad de talibanes agresivos, donde las
mujeres están en su casa con el "burka" y la pata
quebrada de una paliza.
Como se corre el riesgo de tomar la
parte por el todo, propongo urgentemente, que, vale, que se sigan
exhibiendo. Pero que en paralelo se emprenda como compensación
una campaña nacional de difusión y valoración de los buenos
tratos. De hecho, en estas páginas de ¡HOLA! hay cada semana una
admirable campaña de divulgación de los buenos tratos. Sin tirar
de hemeroteca, en las más recientes imágenes, Kelsey
Grammer mima a su mujer Camille con un casoplón en Malibu.
Tom Cruise hace feliz a Penélope Cruz, cómo la tiene: de amor y
lujo. Montserrat Caball� est� tan perfecta en su reaparición en
el Liceo porque su primer admirador es su marido. A Carmen
Martínez-Bordi� se le ve en la cara que esa felicidad de tener
al lado la delicadeza de Roberto Federici no sólo es
cuestión de la calma campera de Cazalla de la Sierra, sino que
llegado el caso se repite hasta en el Machu-Picchu si hace falta. Genoveva
Casanova est� encantada con Cayetano Martínez de Irujo a
caballo, a pie o en coche. Como tantas de las que nadie dice nada
en cuanto bien tratadas. Comentan que a Rocío Jurado le piden no
s� cuántos euros por haber hablado de ciertos malos tratos, en
la paradoja de que a ella le quieren hacer pagar precisamente por
lo mismo con lo que otras se hartan de cobrar. Pero de los buenos
tratos a Rocío Jurado nadie habla. ¿No es buen trato ese Jos�
Ortega Cano con las bolsas de las compras en las rebajas por las
escaleras mecánicas de la gran superficie comercial? Todas las
mujeres quisieran tener un marido que les diera tan buen trato
como Jos� a Rocío: que no solamente vaya con ellas a las
rebajas, sino que además cargue con los bolsones de las gangas.
Mucho hablar de los homenajes donde
se les ve juntos, pero nadie dice que Carmen Tello est� encantada
con el buen trato que le da Curro Romero, porque eso no vende.
Como tampoco vende una escoba el buen trato que le da Javier Conde
a Estrella Morente. Estuve con ellos la otra noche en una entrega
de premios de Canal Sur Radio y a treinta leguas se olía el buen
trato que la cantaora recibe del torero. O, por seguir con
toreros, el buen trato que le da Enrique Ponce a Paloma Cuevas. Si
Paloma es tan elegante, aparte de su belleza y armonía personal,
es porque detrás tiene a un marido que no protesta ni una sola
factura del modisto, ¿no es eso la sublimación del buen trato?
Me encantaría que igual que ahora
este campeonato de moratones, de pronto empezaran a salir en todos
los medios, una detrás de otra, señoras famosas que compitieran
en la exhibición de regalos y delicadezas de sus maridos, de
cariñosos recuerdos de aniversario y de billetes de amor debajo
de la almohada: "Mira qu� solitario con un brillante de tres
kilates me ha regalado", "Mira a qu� viaje más
maravilloso me va llevar..." Y que pronto, en esa maratón de
los buenos tratos, proclamemos campeón a Jaime
de Marichalar. Qu� buen trato no le dar� Marichalar a Doña
Elena, que aunque est� casado con una Infanta, la tiene como
a una reina.

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