Aunque
denostados por muchos ignorantes, el famoso y la famosa prestan
grandes servicios a la cultura. Las famosas difunden las modas en
el vestir; por eso les prestan trajes carísimos para que, al
exhibirlos, digan que son de tal o cual diseñador, en una especie
de Pasarela Cibeles o Salón Gaud� permanentes. Los famosos se
convierten en defensores de nuevos hábitos y costumbres, marcan
el cambio de mentalidades. España es tan tolerante porque admira
a famosos que cada vez tienen más manga ancha. Pero nada como los
famosos en cuanto a creadores de lengua. Un académico de la
Española, fijando y limpiando, no da tanto esplendor al
castellano como un famoso en su continua creación de lenguaje.
Los famosos, por ejemplo, han logrado cambiar el sentido de una
palabra gracias al diminutivo que le aplican. Me refiero al rollo.
Un rollo, hasta ahora, era una pesadez, una monserga. Al pesado
que te colocaba el rollo se lo cortabas con timitos rimados, con
aleluyas populares:
-- No te enrolles, Charles Boyer...
-- Corta el rollo, tío cebollo.
No quiero colocarles el rollo, porque
ahora, gracias al diminutivo del habla de los famosos, el rollo es
todo lo contrario. Los rollos se dividen ahora en dos clases, a
saber:
1. Mal rollo.
2. Buen rollo.
El mal rollo es el rollo de toda la
vida: lo molesto, incómodo, fastidoso, desagradable. Todo lo
contrario del buen rollo, que es lo placentero, agradable,
delicioso. Mas observo que "buen rollo" es ya una
antigüedad, un arcaísmo. El buen rollo se dice siempre en
diminutivo: "rollito". El rollito siempre es bueno, no
hay "mal rollito" posible. Y es palabra imprescindible
para hablar, a su vez, de otro neologismo, como "la
relación". La relación es el amor y algo más; a veces, la
convivencia bajo un mismo techo. As� se llega al prodigio de las
frases hechas... hechas popularísimas en dos minutos:
-- Tenemos un buen rollito en nuestra
relación...
Yo no conocía más rollitos que los
rollitos Primavera de un chino (traduzco: "un restaurante
chino"). Pero, experto ya en ellos, s� que los de las
famosas son rollitos de las cuatro estaciones, como las pizzas, y
tres delicias, como el arroz, de encantadas que están todas:
-- S�, entre mi pareja y yo hay un
buen rollito...
Aparte de crear lenguaje, tienen que
saber una barbaridad de gramática española. Porque en cuanto se
les acaba el buen rollito de la relación, siempre cogen el manual
para explicarlo muy gramaticalmente:
-- No, no hay terceras personas...
¿Terceras personas del singular o
terceras personas del plural?, me gustaría siempre preguntarles.
¿Es ya pretérito imperfecto el presente de indicativo? Da igual.
Matizan:
-- Y como no hay terceras personas,
ahora estoy superbien...
Esto del "super" es el
superlativo que han inventado. ¡Con qu� soltura pasan de los
sustantivos a los verbos y a los adjetivos! El "muy" o
el "ísimo" han desaparecido. Todo es como la gasolina
que le echamos al coche, antes 5.000 pesetas, ahora 30 euros:
super. Todo es super-esto y super-lo-otro. Antes de cortar el buen
rollito no están muy enamoradas, sino superenamoradas. La pareja
(vamos, el novio), no es guapísimo, sino superguapo. En su
felicidad no están contentos, sino supercontentos.
A m� esta moda del nuevo lenguaje de
los famosos, por decirlo como Jesulín de Ubrique en dos palabras,
¿saben cómo me parece? Super-ficial.
Es que me falta práctica en la nueva
lengua. Por lo cual, para terminar con buen rollito, no tengo más
remedio que acabar con la jerga prestigiada por los famosos:
-- ¿Vale?
-- ¡Venga!
-- Chao...
-- Y punto.

|