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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3009 - 11 de abril del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL", nuevo libro de Antonio Burgos

 

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Tengo una fecha que proponer para el nuevo santoral laico que han inventado y cuyas fiestas de guardar observamos todos con fidelidad de beatonas de velo y rosario en película de Berlanga. Me refiero al Año Cristiano por lo civil con las obligadas fechas del Día de la Mujer Trabajadora, el Día del Padre, el de la Madre, el Día Sin Tabaco, el Día del Corazón, el Día de los Enamorados, el Día Sin Coches. Nos quedan bastantes fechas libres. Sin causa que lo justifique, no existe aún el Día de los Lípidos y los Triglicéridos, que nos dan el susto del colesterol en cada análisis. Ni el Día de la Suegra, que en el mejor de los casos es festejada como un apéndice obligado del Día de la Madre. Podría celebrarse el Día de la Comunidad de Propietarios, fecha en la que ese vecino avariento y tiquismiquis dejaría de oponerse por fin a las necesarias mejoras de decoración en el portal de la casa, que está que da pena verlo y da vergüenza cuando vienen las visitas.

Los días nuevos que pueden celebrarse son infinitos, con colaboración de la ONU o sin ella, con o sin campañas de publicidad de El Corte Inglés. Basta importar las fiestas laicas americanas, como hizo Pepín Fernández en Galerías Preciados con el Día de los Enamorados. En Estados Unidos, por ejemplo, celebran el Día de la Secretaria, que es como un San Valentín laboral y oficinesco. Los jefes regalan ramos de rosas y cajas de bombones a las que se ocupan de decir que "don José está reunido" a quien les llama por teléfono. Flores y bombones, frascos de perfume y manteletas y pashminas varias que tienen de bueno, además, que pueden ser regalados por el jefe sin peligro de que la secretaria feminista los denuncie por acoso sexual. En todo caso, los denuncia por falta de delicadeza si se olvida de hacerles el regalo de reglamento.

Como estamos en la sociedad de la información y en la aldea cibernética y nuestras vidas dependen de los ordenadores, yo propongo que se celebre con fecha fija y reglada, programada y previsible, una fiesta que ahora se conmemora mucho, pero a traición y sin avisar: el Día del Ordenador Caído. Con todo lo que se ha avanzado en la informática, no se ha programado a escala mundial esta festividad, tan necesaria y útil. Dependemos del ordenador, y el ordenador se cae cuando menos te lo esperas y más te perjudica. Las autopistas de la información deben de estar llenas de cáscaras de plátano, de cómo se caen los ordenadores. Y siempre, como digo, en el momento más pernicioso. Estás en vísperas de fin de semana, andas sin un duro, tienes que irte de viaje y vas al cajero automático del banco a por dinero. Metes la tarjeta y te encuentras con la señal: "Fuera de servicio". Entras en la oficina bancaria y preguntas si te pueden dar el dinero que el cajero te niega: -- Lo sentimos mucho, pero nuestro ordenador también está caído...

-- ¿Y tardará mucho en levantarse?

-- No sabemos, es de la línea.

Como los problemas de soberanía con Gibraltar, siempre es cuestión de La Línea, telefónica en este caso. O del sistema. Cuando no se ha caído el ordenador es porque se ha caído el sistema. Ni la caída del Imperio Romano nos afectó tanto como la caída del sistema informático. Llamas a la línea aérea para reservar urgentemente plaza en ese vuelo que debes tomar esta misma tarde y te dicen:

-- ¿Puede llamar dentro de una hora, que ahora tenemos caído el sistema?

El sistema se cae justo cuando vas a abonar ese impuesto por cuyo impago te amenazan con el embargo y casi con las penas del infierno. Se cae en las taquillas de la estación de Atocha cuando faltan sólo cinco minutos para que salga tu tren; no antes ni después, sino justo cuando tú creías que podías coger el Alaris de Valencia...

Como en mis tiempos de Bachillerato celebrábamos el Día del Estudiante Caído y no había clases, me extraña muchísimo que el señor Bill Gates y su esposa la Señora Windows, con lo listos y lo americanos que son, no hayan creado ya el Día del Ordenador Caído. Para poder atenernos a las consecuencias.

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