Días
de Feria en mi pueblo, que se llama Sevilla, por si no caen. Aves
hasta la bandera, en doble composición, con todo el famoseo y
todos los consumidores de famoseo aquí. Y tardes de toros en la
Maestranza, donde hay que estar si quieres ser. En Estados Unidos
el "Fortune" da anualmente la lista de los más ricos, y
el "Billboard" y el "Variety", los escalafones
de los artistas más taquilleros y que más discos venden. En
España tenemos un "Hall of Fame" social y taurino en
cuanto llega la primavera. Las barreras de la Maestranza primero y
las de Las Ventas después son como Los 40 Principales de los
ricos y famosos, de los que tienen el poder, de los que están en
la cresta de la ola, de los personajes de moda. A algunos se les
echa en falta:
-- Oye, no estoy viendo este
año a Fulano en los toros...
-- ¿Ah? ¿Pero no te has
enterado? Aquel negocio de exportaciones a Argentina que tenía
quebró con lo del corralito, y no ha tenido más remedio que
elegir entre la barrera de la Maestranza o el veraneo en
Marbella...
Por tornadiza y generosa que
sea la fama, en la Maestranza caben todos los que tienen que
caber, todos los que tienen que estar. Hay barreras para todos.
Aunque parezca pequeña, la Maestranza es bastante grande. Hace
más de media plaza de Las Ventas, que no está mal para un
pueblo. Pero tiene un aforo que toco toda la madera que encuentro
en el escritorio antes de ponerlo blanco sobre negro: 13.013
localidades exactamente tiene la Maestranza. Ojú. Ya es puntería
de la mala suerte. En la tierra de España con la mayor densidad
de supersticiosos por metro cuadrado, es una contradicción que la
plaza de los toros tenga un aforo de localidades casi innombrable,
a menos que se pregone como un número de lotería en la calle
Sierpes, como el 15.000 de la hermosa copla que Rafael de León le
escribió a Concha Piquer:
-- ¿Quién me compra un
trece mil que termina en trece?
He dicho Sierpes y es otra
de las grandes contradicciones de superstición de este mi pueblo
en Feria. En esta tierra de supersticiosos, donde los reptiles nos
dan tanto alipori como a los gitanos, su calle principal, la más
universal, con la cantidad de nombres posibles que hay en el
nomenclator, lleva el nombre de la bicha: Sierpes. Ojú. No una
sierpe, una serpiente sola, sino varias, hala, en plural: Sierpes.
¡Toca madera, aunque sea la de las varillas de un abanico! Entra
a comprártelo inmediatamente en Casa Rubio de la calle de la
bicha innombrable.
En estas cosas de la
supersticiones habría que hacer como en Iberia, que no tiene fila
13 en sus aviones.
--Hombre, a los que tienen
miedo a volar, lo que les faltaba era que encima de tener que
tomar el avión les dieran la fila 13...
Ejemplo deberían tomar en
el Ave. Si fuera un tren con destino Cataluña o las Vascongadas
podría pasar, pero no es de recibo que los trenes que van a
tierras tan mágicas como Galicia o Andalucía tengan fila 13 en
sus vagones. No sé lo que me pasa, pero cada vez que saco billete
para el Ave me dan asiento de ojú: la fila 13. Estoy por pedir a
los directivos de Renfe que quiten por favor ese número de las
filas de los trenes, al menos de los gallegos y andaluces. Porque
el 13 me persigue. Con la de distritos postales que hay en este
pueblo en Feria, da la puñetera casualidad de que vivo en el que
lleva el número 41013. No 41012 ni 41011, nada: el 13. Ojú.
Cuando les conté lo del telegrama de pésame a Julio Iglesias,
don Alberto Núñez Feijoó, presidente de Correos, me llamó para
darme las gracias en nombre de sus humanísimos empleados de
Telégrafos. Ahora estaría yo por llamarlo a él, para pedirle
que quitara en los mapas postales de todas las ciudades españoles
el distrito número 13. Lo llamaría por el móvil, una de estas
tardes de toros, desde una plaza que tiene 13.013 localidades. Por
lo menos para quitarme un 13 de encima.

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