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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3023 - 18 de julio del 2002                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Admiraba mucho hasta ahora a la pareja formada por Estrella Morente y Javier Conde, y me alegré mucho de su boda granadina, que me recordaba patios mayores de la Alhambra y rumbo y señorío nupciales en la copla de La Tani. Estrella y Javier son la perfecta Edición 2001 de la vieja estampa española del amor del torero y la cantaora. Un grabado dieciochesco de maja y torero enviado por esas imágenes para los mensajes del teléfono móvil con que los niños se pasan las horas muertas. Javier Conde, como torero, tiene ese arte de la laxitud en la inspiración que ya no podemos ver en Rafael de Paula. Estrella Morente, como cantaora, es rama que al tronco de los cantes grandes de Enrique, su padre, sale: pellizco, frescor granadino de fuente.

Y si por estas razones y por su naturalidad los admiraba, más ahora, cuando han sacado de pila al niño que en su amor han tenido. Con el niño de Estrella Morente y de Javier Conde quizá se haya hecho una raya en el agua de la mar malagueña y del Derecho Civil. Como las leyendas son siempre más hermosas que las realidades, no he querido confirmar la veracidad judicial de la noticia de la agencia Efe con el nacimiento del hijo de Estrella y Javier. Tras informar que Estrella había querido dar a luz en la Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre para que el niño fuera, como su padre, malagueño de pies a cabeza, el teletipo decía: "El niño será inscrito en el Registro Civil con el nombre de Curro por expreso deseo de la pareja". Ojalá. Ojalá esté al frente del Registro Civil de Málaga un juez con sensibilidad, que sin agravio comparativo alguno reconozca legalmente de la diversidad de nuestras bellas lenguas peninsulares.

Esta diversidad consagrada por la Constitución ha sido bastante enriquecedora del santoral. No pasa ya como en aquella historia del bautizo que escuché hace muchos años a mi compañero querido Ramón Pi:

-- ¿Y cómo le van a poner al niño?

-- Nepomuceno. El abuelo se llamaba Nepomuceno, el padre se llama Nepomuceno y el niño debe llamarse Nepomuceno.

-- Eso, eso, y que siga el cachondeo...

Ni Estrella ni Javier están dispuestas a que siga ese guaseo de que los Curros andaluces tengan que ser Franciscos en el Registro Civil. Por lo que, si han conseguido esa inscripción legal del niño con su nombre verdadero de Curro, les tiro mi sombrero al redondel de padres. Gracias a Dios, en España se acepta ya que Jordi no es exactamente Jorge, que Mercé no es como Mercedes. Patxi no es lo mismo que Francisco, ni Edurne que Nieves. Y como aceptamos que Xoan no es lo mismo que Juan, también debe contemplar la ley que Francisco no es lo mismo que Curro. ¿Cómo va a ser lo mismo? ¿A que no, Estrella y Javier? ¿Cómo va a ser lo mismo? De las leyendas de Francisco Jiménez nadie sabe una palabra. ¡Como que no era Francisco Jiménez, sino Curro Jiménez! ¿Quién sabe quién era Francisco Cúchares? Nadie. Porque no era así: era Curro Cúchares. Nombre torero el de Curro donde los haya, que va de México (Curro Rivera) a Venezuela (Curro Girón), de Ronda (Curro Guillén) a Jaén (Curro Vázquez), pasando por Sevilla y por el mítico Curro por antonomasia, Curro Romero. Como currista de Romero que soy, comprenderán que esté completamente de acuerdo con el nombre tan de la profesión paterna que Javier Conde ha puesto a su hijo. Y si nos metemos en la profesión de la madre, en el cante flamenco, es toda una galaxia de Curros la que luce y reluce como en un cante por caracoles: Curro Dulce, Curro Malena, Curro Mairena, Curro Piñana, Curro de Jerez. Hasta Serrat cantó en un romance a Curro el Palmo.

Si el niño Curro Conde Morente está inscrito con tal nombre en la pila del Registro Civil de Málaga, habremos de celebrar un triunfo más de la libertad de las lenguas peninsulares. Caso contrario, hay que seguir defendiendo ese derecho. Lo único malo que tiene esto de Curro es el tratamiento del "don" por delante. Cuando al señor Curro Romero le llaman de "don", dice siempre:

-- Por favor, dime Francisco o dime Curro a secas, pero no me llames "Don Curro" que parece el nombre de un restaurante...

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