Sinforiano
de Mendieta es uno de tantos desconocidos compatriotas que, como
decía Federico García Sanchís, andan por el mundo
españoleando, palabra ya desusada de un escritor olvidado.
Mendieta es un empresario establecido desde muy joven en Suiza,
donde ejerce prósperamente como "broker" por todo lo
alto en el comercio de materias primas para la industria
helvética. Y ha presidido Mendieta con éxito una veterana
institución española que ha revitalizado, la Cámara de Comercio
Hispano-Suiza. La Cámara fomenta los intercambios económicos
entre ambos países y no se olvida de aspectos humanitarios, como
una cena de gala anual para recaudar ayudas para niños de zonas
deprimidas de la América hispana.
Era algo as� como el mes de
noviembre cuando Mendieta me llam� desde Zurich y me dej�
completamente desconcertado:
-- ¿Tienes pensado venir
por Suiza el viernes 23 de marzo?
-- Hombre, as� a bote
pronto, ahora mismo... ¡Dios sabe lo que puede ocurrir de aqu� a
marzo!
-- Es que ese día
celebramos nuestra cena de gala, y como hemos invitado al Duque de
Lugo para que la presida, nos gustaría mucho que pudieras
acompañarnos...
Todo esto, en noviembre.
Cuenten con los dedos, como en los pueblos los embarazos de las
novias sospechosas de haber ido encintas a la boda: noviembre,
diciembre, enero, febrero, marzo... ¡Con cinco meses de
antelación me invitaba Mendieta a la cena suiza! Para nosotros,
de dejarnos sentados, pero de extrañeza, antes de que llegue la
cena. En Europa, lo más normal y lógico. Quiz� a los países
del resto del continente los llamen "sociedades
avanzadas" por la anticipación con que lo hacen todo. Para
la cena de marzo, Mendieta me invitaba en noviembre, como quien
celebra su cumpleaños en diciembre te invita en octubre a la
fiesta que est� organizando. Organizando, no improvisando, que es
lo que hacemos aqu�. Por ah�, las agendas echan humo, apuntando
todos citas a cuatro, a cinco meses vista. Aqu�, en la suprema
capacidad de improvisación, todo se decide de un día para otro.
Algo va cambiando. Por ejemplo, las reservas para el restaurante.
Aqu�, hasta hace unos años, nadie reservaba días antes mesa
para ir a cenar con unos amigos. Entre otras cosas, porque no
sabías que ibas a cenar con ellos hasta horas antes:
-- ¿Os apetece venir esta
noche con nosotros a cenar?
Y all� que ibas al
restaurante, y como todo el mundo hacía igual, encontrabas mesa,
porque los libros de reservas estaban como el de los gustos: en
blanco. En las cenas de trabajo o de amigos ya estamos
completamente europeizados. Hasta elogiamos a algunos restaurantes
con esos parámetros continentales de la previsión:
-- Para poder cenar aqu�
tienes que reservar mesa con quince días de antelación.
En poco más hemos hecho la
convergencia con la previsión europea. En las bodas, si acaso.
Las invitaciones de boda s� que se reciben cada vez con mayor
antelación. Pero salvo estas excepciones, el español sigue yendo
a su aire, guiándose por el meridiano de Madrid, el de la
improvisación, que no tiene nada que ver con el cuadriculado
meridiano de Berlín. Quiz� España sea el único país de toda
Europa donde aún, en pleno agosto, se siguen anunciando ofertas
de viajes para estas Vacaciones 2002. Ver los periódicos en estos
días, con la publicidad de las ofertas, es todo un análisis de
la nula capacidad de previsión del español. Todos los españoles
que han ido a esa nueva moda del Vallarta mexicano lo han decidido
sobre la marcha, una semana apenas antes de emprender el viaje.
Cuando hayan llegado a la tumbona tropical, se habrán encontrado
con los previsores alemanes, que el año pasado, cuando estaban
aún gozando de la oferta baratita de nueve días y ocho noches en
Isla Mauricio, ya sabían, como una obligación ineludible, que en
este agosto del año 2002 les tocaban siete días y seis noches en
Vallarta, con extensión a México D.F.

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