"Hasta
aquí llegó el agua desbordada del río Guadalquivir en la noche
del 3 de febrero de...", dice una raya pintada en un azulejo
en muchas ciudades ribereñas de Andalucía. Los que llaman
"azulejos de riadas" marcan por Sevilla y por Córdoba
negros recuerdos de campos arrasados y calles anegadas.
Yo he visto aquí en Puerto
Rico, desde donde escribo, uno de esos azulejos de riadas. No se
trataba de una riada devastadora, sino de una generosa inundación
de fama y fortuna. Estoy de vacaciones en la playa puertorriqueña
de Isla Verde, pagándolo de mi bolsillo, no porque me haya tocado
acertando la edad de Antonio Banderas en el programa de Anne
Igartiburu. Sin otro orden del día que mar tropical, piña colada
y banda sonora de salsa y música guajira, estoy en la tumbona
bajo un cocotero, y tengo en las manos el diario sanjuanero
"El Nuevo Día". En los honores de la página 3 del
periódico escrito en el hermoso español boricua, me encuentro
con el referido azulejo de riadas y le digo a mi mujer:
-- Mira, Isabel, hasta aquí
llegó el agua de la boda de Jesulín...
Aquí que está Jesús
Janeiro en persona, de figura en la tierra de Ricky Martin y de
José Feliciano, no sólo por la noticia de su boda, sino por la
danza de millones de su exclusiva. En estos días ha habido muchas
noticias de muchos otros diestros. De ninguno de ellos ha venido
una sola línea en "El Nuevo Día" de San Juan, que
habla de Jesús Janeiro como alguien de la familia. Ni Belmonte
que hubiera vuelto a la vida desde su leyenda y se hubiera casado
hubiera alcanzado estas lejanías caribeñas con su fama. Ni con
el mito del "Llevarás luto por mi" acuñado por
Lapierre y Collins hablaron así de "El Cordobés" los
diarios de estas naciones donde no hubo corridas de toros ni en
tiempos de la colonia española.
¿Por qué todo esto? Porque
Jesús Janeiro ha sido tocado por el cielo con unas bolitas con
que señala el Creador a pocos de los mortales, como decía la
recitadora Gabriela Ortega sobre el arte. Dios ha dado a Jesulín
la taumaturgia de la fama. Es un Midas de la fama. Da fama a todo
cuanto toca, le es relativo o le pertenece. Se habla de su boda en
estos sitios donde Colón perdió el gorro, después de
descubrirlos en uno de sus viajes, donde no saben qué es un
torero, ni por dónde cae la Hacienda Benazuza, ni mucho menos que
antes que hotel fue el cortijo de la taurinísima familia
Pablo-Romero.
Bajo este cocotero, mirando
el "hasta aquí llegó el agua" de esa boda, pienso que
Jesulín hizo famoso a su pueblo, que antes apenas si se conocía
por su industria marroquinera. Hasta el punto de que hasta que se
lo puso como artístico nombre de guerra muchos creían que el
"ubrique" era un animal utilizado para carteras y
billeteros, que se decía "piel de Ubrique" como
"piel de cerdo" o "piel de serpiente".
Jesulín hizo famosa a su hermana Carmen, a la que elevó a la
Pasarela Cibeles del corazón. A su hermano Víctor, a quien vi
torear con muy buenas maneras en la plaza de Sevilla. Y luego
siguió haciendo famosa a Belén Esteban, la madre de su hija, a
la propia niña Andreíta, a más de media docenas de novias
anteriores y posteriores. Famoso es su padre, por el mero hecho de
serlo, y desde en esta playa borinqueña me acuerdo que se llama
Humberto. Hizo famosos a sus apoderados, al anterior, Morillas, y
al actual, José Luis Segura, cuando, por ejemplo, nadie sabe
fuera del mundillo taurino quién lleva a José Tomás o El Juli.
Rara estirpe española la de
los Midas de la fama, auténticos cabezas de estirpe de dinastías
de papel. Dios les dio esa gracia de hacer famosos a cuantos los
rodean. ¿Cuántos personajes de rosa y oro han sido creados por
su cercanía familiar con Julio Iglesias, con Rocío Jurado?
Siendo Plácido Domingo otro español universal, no tiene este don
de Midas. Apenas se conoce a nadie de su familia, aunque sus
padres fueran grandes artistas líricos. Para transmitir fama y
poner en regadío de fortuna a familias enteras hay que llamarse
Jesús, Julio o Rocío. Ya digo, que hasta aquí a Puerto Rico
llegó el agua de la boda de Jesulín...

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