En
estos días agosteños en que cada cual hace la competencia como
puede al baúl de doña Concha Piquer, vuelvo a mi pueblo tras una
decena suiza, y en el avión desde Ginebra traigo al lado a unos
chavales italianos que a carcajada limpia se van enseñando unos a
otros los movimientos de manos de la coreografía del "Aserej�",
al tiempo que tratan de recitar su estribillo, con igual éxito
que si Enrique Múgica o Martín Prieto (a quienes la erre se les
hace más cuesta arriba que a los ciclistas del Tour el Aubisque)
intentaran decir que el perro de San Roque no tiene rabo. Aunque
el "Asejer�" encabeza las canciones de éxito en Italia
y puede conquistar más mundo que la fórmula televisiva de
"Operación Triunfo", tiene en su contra la fonética
españolísima de la jota de "Aserej�". Los italianitos
del avión de la Swiss se empeñaban, como media Europa, en
pronunciar "Aserey�". Es como si Los Beatles, cuando
cantaron en la plaza de Las Ventas, hubieran sustituido su "yeah,
yeah" por el "jeah, jeah" de nuestra racial jota.
Les hubiera salido el "j�, toro" de su contemporáneo
Manuel Benítez "El Cordobés".
Algo bueno a favor de
España, como que los italianos aprendan el "Aserej�"
ha de tener el rito de la globalización. Prefiero sentir
vergüenza ajena al ver a los candidatos presidenciales americanos
cantar el "Macarena" de Los del Río como himno de
campaña que padecer la habitual colonización de los mitos
culturales, musicales y cinematográficos de los Estados Unidos.
Las Ketchup nos han resarcido (relativamente) de los aniversarios
a la americana que obligatoriamente acabamos de celebrar como si
fuesen nuestros. Antes, en agosto, celebramos el aniversario de la
muerte de Manolete, nuestro gran mito taurino de postguerra, con
todos los ingredientes legendarios de la juventud, de un toro de
Miura, de un amor imposible con Lupe Sino. Ahora, como estamos en
la sociedad globalizada, lo que celebramos en agosto es el
aniversario de la muerte de Marilyn Monroe. Pero no un aniversario
redondo, los 50, los 100 años de su muerte, nada de eso. Se han
cumplido los 60 años de la muerte de la pobre muñequita rubia,
la pre-Gunila Von Bismark sin Marbella de "Con faldas y a lo
loco" o "Los caballeros las prefieren rubias", y en
la programación de las televisiones y en los recuerdos de los
periódicos ha sido, al cambio, como si Marilyn hubiera nacido en
Valencia y hubiera muerto en Málaga. De estos aniversarios me
inquieta la unanimidad. ¿Cómo tantos pueden estar informados tan
bien y con tanta antelación de semejantes efemérides, como para
que les d� tiempo a programar pases de sus películas o páginas
especiales con su biografía?
Es como lo de Elvis Presley.
No salía de mi asombro con el general toque periodístico de
ánimas en el cabo de año de Norman Jean, cuando, hala, otro
duelo nacional: 25 años de la muerte de Elvis Presley. No de
Mozart, no de Beethoven, y ni que decir tiene que no de Falla ni
de Albéniz: de Presley. Por lo visto, Memphis debe de estar en la
provincia de Toledo y el rock debe de ser seña de identidad
nacional española, de otro modo no me explico tanto revuelo en la
conmemoración fúnebre de un cantante bastante horterita,
cursilón y relamido, no superior desde luego a figuras españolas
contemporáneas en los corredores de la fama y la fortuna. ¿Qu�
tiene el tup� de Elvis Presley que no tenga el tup� de Manolo
Escobar, pongo por caso? ¿Qu� tiene el traje blanco de Elvis
Presley que no tuvieran los trajes blancos de Miguel de Molina?
Todo esto de conmemorar como
nuestros a Marilyn y a Elvis estaría muy bien si en los Estados
Unidos hubieran celebrado, ¿qu� digo yo?, el centenario de
Velázquez, el de Zurbarán, o el de Picasso. Si mal no recuerdo,
aqu� no se conmemoran ni siquiera para uso interno los cabos de
año de la muerte de Rafael de León o de Concha Piquer, por decir
sólo dos grandes símbolos de nuestra cultura popular de las
canciones. En cuanto al rock, pues ya me dirán la que habrían
liando los americanos si Elvis Presley llega a componer, como
Miguel Ríos, el universal "Himno a la alegría".

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