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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3049 - 16 de enero  2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Si las ciudades son como hojas de un libro donde los vecinos van escribiendo su historia, Madrid ha decidido encuadernarlas, al colocar en muchos edificios las didácticas placas del Plan Memoria, con las que el paseante conoce muchas de las raíces de la ciudad. Esta proliferación de placas conmemorativas me recuerda aquel bar que me han dicho que hay en otra ciudad con mucha memoria e historia, Venecia, donde un cartel dice: "Ernest Hemingway nunca se tomó ninguna copa aquí". Como seguramente debe de haber en Estados Unidos algún antiguo dormitorio donde un guasón haya escrito: "En esta cama no durmió nunca George Washington". Siguiendo esa plantilla de humor, si yo tuviera una casa en Madrid, colocaría en su fachada una placa que dijera: "En esta casa no nació nadie importante, ni vivió García Lorca, ni escribió nada Ramón Gómez de la Serna, ni Chueca compuso ninguna zarzuela; vamos que ni Mesonero Romanos pasó ninguna vez por aquí."

No es el caso de la más lírica y sentimental placa que el Plan Memoria acaba de poner en el número 8 de la calle Arenal: "Aquí vivía, en una caja de galletas, el Ratón Pérez, según el cuento que el Padre Coloma escribió para el niño Rey Alfonso XIII". Hay noticias con las que uno se hace mayor y otras, como esta preciosidad del Ratón Pérez, con las que uno vuelve a ser niño. No solamente hay que seguir creyendo en los Reyes Magos, sino en el Ratoncito Pérez, que nos dejaba siempre debajo de la almohada un regalo cuando se nos caía un diente. La placa dedicada a este personaje de nuestra infancia nos ha acercado en algo que desconocíamos: su grandeza literaria. Si el Ratón Pérez es una tradición que no debe perderse, y que ha de seguir trayendo un regalo a todo niño al que se le caiga un diente de leche, su creación es como una leyenda.

Creíamos que el Ratón Pérez, como las coplas que canta el pueblo, era de autor anónimo. Y de tiempo inmemorial. Los personajes infantiles, como los dioses de la antigüedad, no tienen edad. El Gato con Botas, la Cenicienta, Pulgarcito, Caperucita, nos parece que existen desde siempre. Y así creíamos que era el Ratón Pérez. Ahora hemos sabido que es contemporáneo del romance de la Reina Mercedes o de la pérdida de las últimas colonias, que es de 1894. Y que tiene autor: el Padre Luis Coloma, un jesuita jerezano que como profesor del colegio malagueño de El Palo descubrió y alentó la vocación filosófica de un alumno de la Compañía, el niño Pepito Ortega y Gasset. Y que antes inventó por encargo la tradición del Ratón Pérez. Desde Palacio pidieron al padre Coloma que escribiera un cuento cuando a Alfonso XIII, que entonces tenía 8 años, se le cayó un diente. Y así fue cómo al jesuita (que también escribió las novelas "Pequeñeces" o "Jeromín", tan populares en sus posteriores versiones cinematográficas) se le ocurrió esta historia protagonizada por el rey Bubi, que era como la Reina Doña María Cristina llamaba a su hijo, el futuro Alfonso XIII.

Pérez es en el cuento un ratón "muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, colocada a la espalda", que vivía con su familia de roedores dentro de una gran caja de galletas de Huntley en el almacén de la confitería Prats, en la calle Arenal, 8, donde ahora el Ayuntamiento de Madrid ha colocado el primer recuerdo en el callejero a un personaje de ficción. En el cuento del Padre Coloma, el rey Buby I pudo ver al Ratón Pérez y acompañarlo en uno de sus viajes nocturnos para recoger un diente y dejar a cambio su regalo a un niño muy pobre. De esta manera conoció el rey la existencia de la tristeza y la miseria en que vivían muchos de sus hermanos pequeños. Aseguran que el padre Coloma, como discípulo de la Fernán Caballero y de su afición a las tradiciones populares, recogió una historia de las primitivas sociedades agrarias, cuando las madres ofrecían los dientes de leche de sus hijos a los roedores de grano, para que los niños crecieran fuertes y sanos, y que en otros lugares de Europa dio origen a leyendas de hadas u otros personajes maravillosos que cambian a los niños dientes por regalos.

Si digo todo esto es porque, con placa en Madrid o sin ella, sigo creyendo firmemente en el Ratón Pérez. Aunque a estas alturas de curso el único regalo que me traiga el dichoso ratoncito cuando se me cae un diente sea la factura del odontólogo. Menudo regalito...

Sobre el Ratón Pérez, en Internet:

El Ratón Pérez y el diente de un Rey
Placa al Ratón Pérez en Madrid
El padre Coloma (1851-1915)
Biografía del Padre Coloma

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