Aunque
esto de "Directiva de luces" suene a "Marinero de
luces", les aclaro que no tiene nada que ver con Isabel
Pantoja ni con las canciones que le escribi� Manuel Alejandro,
ese clásico de nuestro tiempo que es Quintero, León y Quiroga
en una sola pieza. Me quiero referir a lo que sería una más
que deseable directiva de la Unión Europea. Palabra bastante
confusa por cierto esta de "directiva". De momento nos
suena a junta de club de fútbol: la directiva del Madrid, la
directiva del Recreativo, la directiva del Barcelona...
Directivas las de los clubes de fútbol que ya no lo son: con la
ley de sociedades anónimas deportivas pasaron todas a consejos
de administración. Mi Betis de mi alma es ya como Iberdrola o
el Banco de Santander: aparte de acciones y accionistas, tiene
hasta consejo de administración. La vacante que las directivas
de los clubes de fútbol dejaron en el lenguaje la ocup� la
estructura política que nos hemos dado los europeos. Antes,
cuando hablábamos de directivas sabíamos que nos referíamos a
señores con nombre de estadio, a Santiago Bernabeu o Carlos
Tartiere. Ahora nos referimos a leyes como de importación, a la
trágala, que nos llegan de Bruselas, como las coles, y que
queramos o no, vaya contra nuestros usos y costumbres o favor de
ellos, tenemos que cumplir. Nuestras vidas no sólo están
reguladas por las leyes nacionales que promulgan unos diputados
que hemos elegido como representantes de nuestra parcelita de
soberanía popular, sino que más bien se rigen por normas que
nos imponen unos señores que están lejísimos, en Bruselas,
que la mayoría de las veces son unos oscuros funcionarios que
no han tenido el buen gusto ni el detalle de presentarse a las
urnas para que los elijamos. Tales son las directivas,
disposiciones de rango superior que han de cumplir todos los
países miembros de la Unión Europea y a las que han de adecuar
sus leyes, modificándolas si hubiere lugar.
Cuando usted entra en la cocina
de casa, sin que lo sepa, penetra en un territorio regido por
las directivas europeas. Las frigorías de la nevera, el
etiquetado de los yogures que hay dentro, los elementos
biodegradables del detergente del lavavajillas, la placa de
vitrocerámica, hasta el grosor del conducto del extractor de
humos debe cumplir una directiva de la Unión Europea. Piense en
lo más peregrino, coches, teléfonos, edificaciones, cultivos,
y para todo hay una directiva. Menos la que echo en falta cada
vez que acudo al cuarto de baño (por favor, no digan la
ordinariez del "servicio") de un restaurante o de un
bar: una directiva que nos sacara del marasmo actual y que nos
hiciera saber dónde exactamente est� la dichosa llave de la
luz. Si ya es penoso tener que preguntar dónde est� el baño y
que todo el mundo se entere de dónde vas para alivio de vejiga
o urgencias de mayor cuantía, más humillante aún es que el
camarero te vea a la puerta del cuartito, mirando para arriba y
para abajo, dentro y fuera, buscando el interruptor, hasta que
te dice, autoritario y displicente:
-- La llave de la luz est�
dentro, a la derecha...
¿Pero a la derecha a la altura
de la mano o a la derecha a la altura de los ojos? Los que
fumamos tenemos la ventaja de poder encender el mechero para
hallar la llave, que suele estar tan perdida como la Matarile en
el fondo del mar. ¿Pero qu� hacen los no fumadores? ¿Cómo
encuentran el interruptor en un retrete donde no se ve nada?
Espero que este artículo sea leído por alguno de nuestros
eurodiputados. Ojal� esta revista caiga en las manos de Loyola
de Palacio en uno de sus viajes a o desde Bruselas. Los usuarios
de los cuartos de baño de los bares y restaurantes quedaríamos
agradecidos de por vida si de estas líneas saliera la
iniciativa de ley de una directiva europea que unificara el
sitio en que los baños de los lugares públicos han de tener la
llave de la luz.
Porque as�, además, nos
evitaríamos los terribles interruptores automáticos, con
temporizador. Son las peores. Cuando el referido camarero te ve
buscando el interruptor y te dice:
-- No se preocupe, se enciende
sola...
S� debe preocuparse. Se
enciende sola, pero sólo durante el tiempo programado. Que
siempre es más corto y mezquino que el necesario. Esa directiva
que espero de la Unión Europea evitaría ese molesto y
frecuentísimo trance de que cuando estás en plena faena de
desagüe, ¡pum!, se te apaga la luz...