'CURRO
ROMERO. LA ESENCIA' UN ESPASA ATIPIC
Un
torero que és un sentiment
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traducción al castellano
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La
literatura taurina s'enriqueix amb
les càlides memòries del destre
de Camas, transcrites pel seu amic
Antonio Burgos |
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Curro Romero,
La esencia
Autor:
Antonio Burgos
Editorial: Planeta
Pàgines: 407
Preu: 2.900 pessetes
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Empecé a querer ser torero cuando
escuchaba los oles en el cortijo de
Gambogaz, por las tardes, los días de
viento. El viento traía aquellos oles
desde Sevilla, desde la plaza de los
toros, traspasando el río. Y yo los
escuchaba allí, soñando entre las vacas
de Queipo de Llano, porque los chiquillos
oíamos hablar mucho ya de cosas de los
toros, de Manolete, de Arruza, de Pepe
Luis Vázquez...". Així comença Curro
Romero. La esencia.
La literatura taurina, escassa i
menyspreada a Espanya i molt difosa al sud
i sud-oest de França, s'ha enriquit amb
l'edició de les memòries de Curro Romero
transcrites, com si es tractés d'un mà a
mà, per Antonio Burgos des del tauroboli
de La Maestranza de Sevilla. Es detecta
tanta identificació entre el torero i
l'escriptor que després de llegir l'obra
bé es podria clonar un espasa, Curro
Burgos, nou en aquesta plaça.
"Està escrit en andalú",
diu sobre el llibre el seu autor. L'antiga
amistat de Burgos amb Curro propicia un
relat en primera persona càlid, espontani
i senzill, capaç de traçar no sols un
perfil fidel del destre de Camas, sinó
d'interpretar i explicar la seva tauromàquia
atípica i perfumada.
Mitjançant una descripció plena
d'andalusismes que descobreix al lector la
riquesa càlida d'uns girs (
"vinomosto",
"asolerado", "omá",
"ojú", "pitacos",
"campofútbol",
"caninas", etcètera), Curro
revisa la seva vida i costums, la gent de
diverses èpoques, i ho fa amb el
temperament d'una verònica o un trincherazo
d'aquells que l'han convertit en un
repartidor d'essències, capaç d'escampar
la màgia per continuar sent al 2000 un
torero imprescindible per als curristes,
aquesta ètnia estètica de fe gairebé
religiosa.
Un jutge del Tribunal de Justícia
d'Andalusia ha dit que "el
currisme és un sentiment, una manera
d'entendre la vida". Tot el
relat, extens i farcit de successos que
atrapen el lector, està presidit per
l'espontaneïtat narrativa pròpia del
subjecte que busca la soledat, defuig
certa vida social i es refugia amb els
gitanos per escoltar un cante i
prendre's una copeta al costat de Camarón
i de Rancapino.
--Curro, ¿tu quin públic prefereixes, el
de Madrid o el de Sevilla?
--Home, jo el que prefereixo és el públic
del tennis, que és més callat. Els dies
que he de torejar, jo miro de calmar-me
des que m'aixeco. Moltíssimes vegades,
quan sóc a l'hotel al matí i vénen del
sorteig, em quedo tan relaxat que m'agafa
son i m'adormo una hora o una hora i
mitja, fins que arriba el mozospás .
Que ningú busqui en les memòries de
Curro secrets íntims del toro ni de la
seva vida privada, perquè diu Burgos amb
segones que "aquest llibre no l'ha
escrit Jesús Mariñas". Al
casament de Curro amb Concha Márquez
Piquer li dedica escasses línies. Només
hi ha --i és suficient per entendre el
seu divorci-- un paràgraf elogiós per a
Carmen Tello, l'actual companya.
L'autor passa per tota mena d'episodis amb
delicadesa. Hi apareixen Queipo de Llano ("el
general ràdio"), Juan Belmonte,
El Gallo, Concha Piquer, Antonio Márquez,
Lola Flores, Manolo Caracol, el seu pare, Caracol
el del Bulto , Lozano Sevilla, crític
taurí i taquígraf de Franco, nombrosos
toreros, el rei Joan Carles, Maria de la
Mercè i una infinitat de personatges anònims
i entranyables, com el seu primer
apoderat, Pepe Brageli, i El Loqui. El
llibre recorda, suggereix, apunta si de
cas, i per les coses privades hi passa de
puntetes ara que les intimitats es compren
i es venen.
Els seus episodis dolorosos, com el
divorci i la mort de la seva filla, les
trapelleries del taurinisme, les seves
nombroses corrides infaustes, Curro els
oblida, encara que en l'àmbit
professional deixa respectuosament clares
les seves opinions sobre certs matadors i
la seva concepció ortodoxa de la tauromàquia:
"La cabeza hay que conservarla
siempre, aun en los momentos más difíciles.
Tener miedo es señal de que mi cabeza
funciona perfectamente. El miedo es lo
natural, lo fuera de lo normal es
vencerlo, estar entregando allí lo mejor
que tú tienes, que es la vida".
Personatge apolític, Curro recorda la mà
morta que el Cabdill li allargava a la
llotja de Las Ventas en les corrides de
beneficència, la grolleria de la policia,
aquella indelicadesa enfront de l'artista
quan el van retenir a la Direcció General
de Seguretat de Madrid per negar-se a
matar un toro. Des de la seva independència
connatural mostra el seu respecte per la
família reial, de manera especial per la
desapareguda Maria de la Mercè.
Ella sentia debilitat per la toreria de
Curro. Un dia que el destre va estar
malament a La Maestranza, li van llançar
el ramet de romaní a un altre torero que
havia triomfat. Les persones que eren prop
de Maria de la Mercè a la llotja l'hi van
dir: "Señora, todo el romero que traían
para Curro se lo están tirando a éste".
Maria va respondre: "No, eso no es
romero. Eso es jaramango".
Curro recorda una altra anècdota:
"Una vez, en la corrida de la Prensa
de Madrid, me invitaron los organizadores
para que fuera como asesor del Rey, que en
esa corrida ocupa una barrera. Y pasó El
Jaro por el callejón junto al Rey y al
verme dio una voz que se enteró todo el
tendido: '¡Anda, Curro, que estás mal acompañao...!'
Y el Rey es que se tiraba al suelo de
risa. Y yo, en cuanto me senté, para
guardar las distancias, me puse lo más
lejos del Rey que pude, aunque estaba allá
a su lado. 'Vente p'acá , hombre, Curro,
no te pongas tan lejos de mí'. Me arrimo
a él y pega una voz desde el tendido de
sol: '¡Curro!' Y yo le dije al Rey: 'Me
cago en diez, la buena vista que tiene ese
tío, verme desde el sol!".
"Y en los oles se te van y se te
vienen, hasta escucho algunos que yo oía
cuando estaba guardando cochinos en el
cortijo de Gambogaz, por las tardes, los días
de viento, y los traía el aire de Sevilla
desde la plaza de los toros. Cuando yo, al
oírlos, soñaba que quería ser
torero". Fi.
Juan
Soto Viñolo

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Un
moment de relax per a Curro.
Aquest cigarret entre faenes també
forma part d'un art i una manera
d'entendre la vida. |
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'CURRO
ROMERO. LA ESENCIA' UN
ESPADA ATIPICO
Un
torero que es un
sentimiento
|
La
literatura
taurina se
enriquece con
las cálidas
memorias del
diestro de
Camas,
transcritas por
su amigo Antonio
Burgos |
Curro Romero.
La esencia
Autor:
Antonio Burgos
Editorial: Planeta
Páginas: 407
Precio: 2.900 pesetas
Empecé a querer ser
torero cuando escuchaba
los oles en el cortijo
de Gambogaz, por las
tardes, los días de
viento. El viento traía
aquellos oles desde
Sevilla, desde la plaza
de los toros,
traspasando el río. Y
yo los escuchaba allí,
soñando entre las vacas
de Queipo de Llano,
porque los chiquillos oíamos
hablar mucho ya de cosas
de los toros, de
Manolete, de Arruza, de
Pepe Luis Vázquez...".
Así empieza Curro
Romero. La esencia.

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Curro
medita |
La literatura taurina,
escasa y ninguneada en
Espa- ña y muy
difundida en el sur y
suroeste de Francia, se
ha enriquecido con la
edición de las memorias
de Curro Romero
transcritas, como si de
un mano a mano se
tratara, por Antonio
Burgos desde el
taurobolio de La
Maestranza de Sevilla.
Se advierte tanta
identificación entre el
torero y el escritor que
después de leer la obra
bien podría clonarse
otro espada, Curro
Burgos, nuevo en esta
plaza.
"Está escrito
en andalú",
dice sobre el libro su
autor. La antigua
amistad de Burgos con
Curro propicia un relato
en primera persona cálido,
espontá- neo y
sencillo, capaz de
trazar no sólo una
semblanza fiel del
diestro de Camas, sino
de interpretar y
explicar su tauromaquia
atípica y perfumada.
Mediante una descripción
plena de andalucismos
que descubre al lector
la riqueza cálida de
unos giros (
"vinomosto",
"asolerado",
"omá",
"ojú",
"pitacos",
"campofútbol",
"caninas", etcétera),
Curro revisa su vida y
costumbres, las gentes
de varias épocas, y lo
hace con el temple de
una verónica o un
trincherazo de esos que
le han convertido en un
escanciador de esencias,
capaz de esparcir la
magia para seguir siendo
en el 2000 un torero
imprescindible para los
curristas, esa etnia estética
de fe cuasi religiosa.
Un juez del Tribunal de
Justicia de Andalucía
ha dicho que "el
currismo es un
sentimiento, una forma
de entender la
vida". Todo el
relato, extenso y
plagado de sucesos que
atrapan al lector, está
presidido por la
espontaneidad narrativa
propia del sujeto que
busca la soledad, rehúye
cierta vida social y se
refugia junto a los
gitanos para escuchar un
cante y tomarse una
copita al lado de Camarón
y de Rancapino.
--Curro, ¿tú qué público
prefieres, el de Madrid
o el de Sevilla?
--Hombre, yo preferir,
preferir, el que
prefiero es el público
del tenis, que es más
callado. Los días que
tengo que torear, yo
trato de templarme desde
que me levanto. Muchísimas
veces, cuando estoy en
el hotel por la mañana
y vienen del sorteo, me
quedo tan relajado que
cojo el sueño y me
duermo una hora u hora y
media hasta que llega el
mozospás.
Que nadie busque en
estas memorias de Curro
entresijos íntimos del
toro ni de su vida
privada, porque dice
Burgos con retranca que "este
libro no lo ha escrito
Jesús Mariñas".
A la boda de Curro con
Concha Márquez Piquer
le dedica muy escasas líneas.
Sólo hay --y es
suficiente para entender
su divorcio-- un párrafo
elogioso para Carmen
Tello, su actual compañera.
El autor pasa por unos y
por otros episodios con
delicadeza. Aparecen
Queipo de Llano ("el
general radio"),
Juan Belmonte, El Gallo,
Concha Piquer, Antonio Márquez,
Lola Flores, Manolo
Caracol, su padre, Caracol
el del Bulto ,
Lozano Sevilla, crítico
taurino y taquígrafo de
Franco, tantos y tantos
toreros, el rey Juan
Carlos, doña María de
las Mercedes y un sinfín
de personajes anónimos
y entrañables, como su
primer apoderado, Pepe
Brageli, y El Loqui. El
libro recuerda, sugiere,
apunta si acaso, y por
lo privado pasa de
puntillas ahora que las
intimidades se compran y
se venden.
Sus episodios dolorosos,
como el divorcio y la
muerte de su hija, las
trapacerías del
taurinismo, sus muchas
corridas aciagas, se las
calla Curro, aunque en
lo profesional deja
respetuosamente claras
sus opiniones sobre
ciertos matadores y su
concepción ortodoxa de
la tauromaquia: "La
cabeza hay que
conservarla siempre, aún
en los momentos más difíciles.
Tener miedo es señal de
que mi cabeza funciona
perfectamente. El miedo
es lo natural, lo fuera
de lo normal es
vencerlo, estar
entregando allí lo
mejor que tú tienes,
que es la vida".
Personaje apolítico,
Curro recuerda la mano
muerta que el Caudillo
le tendía en el palco
de Las Ventas en las
corridas de
beneficencia, la
ordinariez cateta de la
policía, aquella
indelicadeza frente al
artista cuando le
retuvieron en la Dirección
General de Seguridad de
Madrid por negarse a
matar un toro. Desde su
connatural independencia
muestra su respeto por
la familia real, de
manera especial por la
desaparecida doña María
de las Mercedes.
Asta sentía debilidad
por la torería de
Curro. Un día que el
diestro estuvo mal en La
Maestranza, le arrojaron
el ramito de romero a
otro torero que había
triunfado. Las personas
que estaban cerca de doña
María de las Mercedes
en el palco se lo
dijeron: "Señora,
todo el romero que traían
para Curro se lo están
tirando a éste".
Doña María respondió:
"No, eso no es
romero. Eso es
jaramago".
Recuerda Curro otra anécdota:
"Una vez, en la
corrida de la Prensa de
Madrid, me invitaron los
organizadores para que
fuera como asesor del
Rey, que en esa corrida
ocupa una barrera. Y pasó
El Jaro por el callejón
junto al Rey y al verme
dio una voz que se enteró
todo el tendido: '¡Anda,
Curro, que estás mal
acompañao...!' Y el Rey
es que se tiraba al
suelo de risa. Y yo, en
cuanto me senté, para
guardar las distancias,
me puse lo más lejos
del Rey que pude, aunque
estaba allí a su lado.
'Vente p'acá , hombre,
Curro, no te pongas tan
lejos de mí'. Me arrimo
a él y pega una voz uno
desde el tendido de sol:
'¡Curro!' Y yo le dije
al Rey: 'Me cago en
diez, la buena vista que
tiene ese tío, verme
desde el sol!".
"Y en los oles
se te van y se te
vienen, hasta escucho
algunos que yo oía
cuando estaba guardando
cochinos en el cortijo
de Gambogaz, por las
tardes, los días de
viento, y los traía el
aire de Sevilla desde la
plaza de los toros.
Cuando yo, al oírlos,
soñaba que quería ser
torero". Fin.
Juan
Soto Viñolo

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Un
respiro para
Curro. Ese
cigarrillo entre
faenas forma
parte también
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