Antonio Burgos / El Recuadro

El Mundo, miércoles 3 de septiembre de 1997

Antonio Burgos

 


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Una calle para Lopera

 

¿Qué menos?

En vísperas de la final de la Copa que no ganamos porque "era mú fea", José María García nos reunió en casa de Manuel Ruiz de Lopera a una serie de verderones militantes, encabezados por el Maestro Mayor del Toreo Según Sevilla, don Francisco Romero López, que hace arte del sentimiento bético de la vida. Por cierto que al salir de casa de Lopera, los chiquillos que esperaban a los futbolistas se acercaron a Curro Romero para pedirle un autógrafo. Curro evitó a la chavalería con arte de entrada triunfal por la calle Iris:

--- ¿Pero no es usted jugador del Betis?

--- Sí, pero de los antiguos...--respondió el Maestro Mayor, con ese su sentido del humor que la gente desconoce y que al fin y al cabo es la misma gracia que tiene toreando.

Estaba allí en aquel programa Lorenzo Serra Ferrer, y José María García me preguntó por cuestiones de estética verdiblanca, y entre ellas el espíritu de la afición, los jugadores... y el mister. Le dije algo así como:

-- La afición del Betis imprime carácter, sea cual sea el mister que está en el banquillo y sea cual fuere la plantilla. El mister se sabe sumo sacerdote oficiante en el templo del beticismo y se reviste con la unción sacramental que le confiere la afición...

Aunque no sé de fútbol una papa (sólo sé, y poquito, del Betis), veo que no iba descaminado. En la crónica de los gloriosos minutos finales de Valladolid, minutos de ese reloj de arena con albero de la plaza de los toros que tiene el Betis para hacer estas hazañas, Francisco José Ortega, y ése sí que sabe, pone: "El Betis tiene carácter. Da igual quien se siente en su banquillo, quien se encargue de mover a los muñecos. La plantilla bética está cargada de orgullo y éste salió a relucir en la fría noche vallisoletana para darle la vuelta a un partido..." ¿Por qué todo esto? Por el Espíritu de Lopera. ¿No hubo en España un Espíritu de Ermua? Bueno, pues al Betis llegó hace mucho más tiempo un Espíritu de Lopera. Irrepetible Lopera. Hasta hace poco, para mí no había más Lopera que Antonio Lopera, el que fue director del Alfonso XIII, un sevillano fino y guasón donde los haya. Que el que hizo escuela de hosteleros me perdone, pero ya no hay en Sevilla otro Lopera que el del Betis. El del Fontanal.

Aquella noche del programa de García conocí la casa de Lopera. No sé como la gente va al Alcázar, al Museo, sin conocer antes la casa de Lopera. Tenían que ponerla en las rutas turísticas. Es un monumento tan indescriptible como su dueño. Lopera es un Jesús Gil a la sevillana que no hemos llegado a conocer todavía, y en El Fontanal, en su reino de la calle Jabugo, es donde se le encuentra en su plenitud y gloria de guardaespaldas, ascensores y más ascensores, puertas blindadas y por blindar, fotografías, ¿qué digo fotografías?, paredes enteras con la imagen del Gran Poder, claveles para el Señor de Sevilla, reflectores que lo iluminan. El Gran Padrino de ese Betis al que sacó de pila, yo creo que en San Lorenzo.

Es natural que los béticos pidan que le pongan a Lopera el nombre de la calle donde tiene su imperio del Fontanal. Me sumo a la petición. ¿Qué menos que una calle para quien va a hacernos este año campeones de Liga y de Copa? ¿No tiene Manolito del Valle una avenida? ¿Y qué ha hecho Manolito por el Betis para tener una avenida tan larga? Si el Betis le da nombre a la ribera del río, Lopera tiene que dar el suyo por lo menos a su pañuelito de dominio del Fontanal. En cuanto al título anterior de Jabugo, ni siquiera hay que trasladarlo a ningún lado. Ya tienen ese nombre de Jabugo, según mis cuentas, siete mil doscientos cuarenta y dos mesones serranos de montadito de lomo y desayuno con tostadas de jamón.


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